Economía

La CEV y su autonomía administrativa

Al fin se produjo el parto de la nueva Corporación Eléctrica de Venezuela (CEV). Se prefirió la desaparición de las empresas al Holding, con lo cual la revolución ratificó su vocación centralista y su absoluto irrespeto por las instituciones tradicionales, por exitosas que hayan sido. A los que nos duele Edelca sólo nos queda someternos a la incertidumbre de la improvisación y entender que ahora toca navegar sin brújula.

Pero más allá de un anuncio vago, que sólo repite las generalidades que circulan por Internet y que se ven de anteojito como que Edelca se ocupe de toda la hidroelectricidad, la CEV no tiene sustancia. No se habla del personal idóneo ni de las políticas al respecto; no se mencionan aspectos técnicos, como por ejemplo, dónde termina la transmisión y comienza la distribución; ni tampoco se dice nada del equilibrio financiero. Son aspectos que requieren una amplia consulta con los profesionales del sector que la autocracia ha preferido evitar.

Por lo pronto anuncian un período de tres años para conformarla, lo cual permite un respiro. Conociendo la planificación revolucionaria se entiende que esos tres años pueden servir tanto para consolidar la CEV como para hacer todo lo contrario. Tal vez por eso, el anuncio más importante y más peligroso que se produjo el sábado fue la anulación de la autonomía administrativa de las empresas del sector eléctrico. Nuestro Líder nos lo vende como una forma de evitar que los gerentes abusen con sus honorarios, pero en el fondo significa quitarles toda la capacidad de gestión. Otro camino hacia la centralización inmovilizante.

De todos modos, hay que decir que en la práctica la autonomía administrativa no existe, ya que ninguna empresa del sector genera los recursos suficientes como para decidir autónomamente. Por eso es que el gran jerarca del sector es el Ministro que maneja el FONDEN, al cual todos los gerentes tienen que acudir a mendigar recursos para tratar de mantener la calidad del servicio. Al mismo tiempo el ministro administra su papel de delfín adivinando los designios del jefe. En vez de cumplir su función de asesorar las decisiones del gabinete en materia energética, cumple el penoso papel de apoyar todo lo que se le ocurre al Supremo.

Así el sector eléctrico queda al garete, esperando resultar interesante para el próximo show mediático de nuestro Prócer, como el que se montó en Maracaibo por la incorporación de 170 MW cuando todo el mundo sabe que necesitamos 1.000 al año. Pero el momento era oportuno para renovar promesas que auguran que nos situaremos entre las naciones más avanzadas del mundo.

No se recordó que un ciclo combinado como el que instaló Enelven se construye en cualquier parte del mundo en un año o un año y medio, mientras el que acabamos de inaugurar demoró 6 años, principalmente por la deficiencia financiera de Enelven. Porque hay que entender que una cosa muy distinta son los shows del Líder, donde el dinero fluye a raudales para infinidad de proyectos, y otra es obtener los recursos de verdad.

No es razonable pensar que fusionando el sector y acabando con las empresas se logrará el necesario saneamiento financiero. Será una reunión de mochos ayudándose a rascarse. Mucho menos anulando la autonomía financiera de los gerentes de las empresas, que es algo parecido a quitarles su capacidad gerencial. Otra cosa muy distinta es brindarles las herramientas para que administren con eficiencia y luego exigirles rendir cuentas por su gestión. Pero claro, eso distribuye el poder y la revolución nos vuelve a mostrar que lo que quiere es concentrarlo, esta vez a costa del sector eléctrico.

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