La caída del petróleo: temores fundados
Luego de aumentar como la espuma, los precios del barril de petróleo han venido cayendo a velocidades meteóricas. Es muy temprano para hacer predicciones acerca de cuál será la tendencia que se mantendrá. El comportamiento es tan volátil que cualquier juicio parece aventurado. Hace apenas cinco meses, cuando se alcanzaron los $147, algunos expertos muy reconocidos en la materia predijeron que el crudo podría empinarse hasta los $200, y algo más. Ahora que el barril ronda los $60, los mismos especialistas señalan que ese monto podría hundirse hasta niveles subterráneos. Los tiempos son turbulentos y las predicciones confiables imposibles.
En el futuro cercano no parece posible que los precios recuperen ese ritmo arrollador que mantuvieron durante los años recientes, pues una de las razones importantes que desató la actual crisis del sistema financiero y el estancamiento, con serios signos de recesión económica, es precisamente que la economía mundial no pudo resistir el incremento continuo del valor de los hidrocarburos. Ese constante aumento produjo la contracción de la economía. Por esta razón sorprende que la OPEP (desde luego que Arabia Saudita no entra en este lote) les preste atención a los países del cartel, con Venezuela a la cabeza, que plantean reducir la producción para proteger los valores nominales del crudo. Si ese recorte llegase a tener algún éxito desde la perspectiva de las naciones productoras, el precio se recuperaría, pero a costa de que el golpeado sistema económico siga maltrecho y sin posibilidades de rehabilitarse realmente, con lo cual la demanda de petróleo se reduciría y con ello también los precios.
Cualquiera sea el destino inmediato de los valores de los hidrocarburos, lo cierto es que -salvo que se desate un conflicto bélico de grandes proporciones, que ningún país desea- pasará un tiempo relativamente prolongado antes de que entren en una onda expansiva que los lleve a los niveles de mediados de 2008. Por lo tanto, el gobierno del teniente coronel Chávez Frías debería comenzar a realizar los ajustes necesarios para adecuar el presupuesto de gastos al nuevo escenario.
Los temores de que el Gobierno no pueda aplicar las correcciones indispensables, y que el retroceso de los precios se traduzca en un deterioro aún mayor de la calidad de vida de los venezolanos, están muy bien fundados: si el Gobierno ha sido obscenamente inepto en administrar la abundancia, tenemos que suponer que será aún peor todavía gerenciando la escasez. Si con el barril de crudo por encima de $100 no ha mejorado la educación, ni la salud, ni la infraestructura. Si con esos valores astronómicos el comandante no ha aplicado ningún plan integral de seguridad ciudadana, a pesar de que la violencia y el crimen se han convertido en el problema más sentido de los venezolanos, podemos imaginar lo que nos espera cuando el déficit fiscal sea inocultable e insostenible.
El porvenir no luce muy luminoso con un Gobierno que ha llevado a la nación a depender cada vez más del comportamiento internacional de los precios del petróleo, y que, simultáneamente, ha permitido que la producción caiga de manera dramática. Una clara mayoría de los especialistas del área coinciden en señalar que la producción global no sobrepasa los 2.300.000 barriles diarios (luego de haber llegado a 3.300.000 hace diez años) y que la cantidad que se tranza en el exterior apenas frisa el 1.200.000. De esta última cantidad es que nos alimentamos los venezolanos, especialmente los jerarcas del Gobierno (por eso es que viven en casas lujosas y se mueven en camionetas ostentosas, beben güisqui de 18 años, traman negocios como los denunciados en el juicio de Miami y se ven tan rellenitos). Por lo tanto, Venezuela no sólo ha incrementado su dependencia del petróleo, sino que, gracias a la infinita irresponsabilidad del teniente coronel, ahora lo hace exclusivamente de los precios y no del volumen de producción, pues la capacidad generadora llegó al tope y no es posible, en el corto plazo, aumentarla de manera significativa. El crimen contra el país es doble: somos más monoproductores y, para mayor desgracia, más ineficientes.
En la botija del Gobierno todavía hay dinero, el problema es que no sabemos cuánto. Chávez Frías, en uno de sus habituales arrebatos de arrogancia, dijo que disponía de 100 mil millones de dólares para enfrentar la crisis financiera y petrolera. Esta cifra no luce confiable, ni siquiera sumando lo que hay en el Banco Central, en el BANDES, en FEM y en otros fondos ocultos que el Ejecutivo posee y maneja a su real saber y entender (al Gobierno no se le puede creer ni el saludo porque siempre manipula y engaña con datos que, o no son reales o no pueden cotejarse con otras informaciones fidedignas). A pesar de que el Gobierno cuente con reservas importantes, la incertidumbre desatada por la actual coyuntura es tan grande, que lo mejor que podría hacerse es manejar los recursos de que se disponga con racionalidad y precaución, dos características que no abundan entre los gobernantes actuales.
El teniente coronel tendría que anunciar medidas como las que ya han propuesto varios economistas: suspensión inmediata de la compra de armas, detener la compra del Banco de Venezuela y de CEMEX, suspender los regalos a Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, colocar la conducción de la economía en profesionales con una sólida formación económica, y convocar a todo el país a la elaboración y aplicación de un plan de reconstrucción nacional. ¿Tomará medidas como estas? No parece probable. El insulto es el signo dominante de estos tiempos.