Economía

Inversionistas venezolanos aprovechan la huida de las multinacionales

Después de casi 50 años de operar en Venezuela, en enero del 2015 la autopartista estadounidense Dana vendió sus fábricas en el centro del país a un grupo local, luego de que el ensamblaje de autos colapsara bajo el peso de la deprimida economía local.

Agotada por la severa crisis, con alta inflación y controles gubernamentales de cambio y precios, la multinacional terminó traspasando su negocio venezolano sin recibir pago alguno.

Como Dana, media docena de firmas globales, incluida la gigante estadounidense de alimentos General Mills, han vendido en los últimos meses sus filiales venezolanas, mayormente a empresarios locales que, si bien no quedan exentos de las dificultades, adquieren activos que se transan hasta por menos de la mitad de su valor en un mercado que esperan repunte.

En su reporte anual, Dana dijo que vendió su marca Danaven a Manufacturing and Logistics Solutions Ltd. «sin contraprestación», es decir, sin intercambio de dinero.

El nuevo comprador asumió las deudas que se apilaron por la compra de materia prima y firmó un acuerdo para adquirir partes y tecnología a la antigua casa matriz por cinco años, en una operación donde, como en la mayoría de las ventas, no se informó la identidad de los nuevos accionistas.

«Pero son venezolanos. Y ellos, como nosotros, creemos que este país tiene mucho potencial», dijo José Hernández, miembro de la junta directiva de Danaven, quien mantuvo su puesto.

«Después de 49 años acá, Dana no podía botar la empresa pero, considerando las deudas, los nuevos accionistas tampoco podían comprarla por todos los dólares del mundo», precisó.

Una seguidilla de devaluaciones de la moneda local, a la que calculaban sus activos, también debilitó la posición de Dana. Al cierre del 2014, la firma asumió una pérdida de 80 millones de dólares en el valor de sus activos, en un reflejo del golpe de la crisis venezolana en las transnacionales.

Pero podría haber sido peor: no todas las empresas logran mantenerse en pie hasta que llegue un comprador.

Gigantes como Clorox o Kimberly-Clark, al ver sus operaciones inviables, resolvieron abandonar sus plantas en el país en los últimos dos años.

La industria venezolana está atravesando su peor momento en décadas: miles de empresas trabajan muy por debajo de su capacidad instalada y, las que no, están totalmente detenidas.

«Una compañía que no está operando es un cadáver, y los buitres la merodean», dijo Juan Pablo Olalquiaga, presidente de Conindustria, el mayor gremio industrial privado del país.

«Se venden en remate»

Dada la situación, el sector privado prevé más ventas.

«Hay más multinacionales del sector alimentos negociando», dijo una fuente conocedora de las transacciones, sin revelar nombres de las firmas.

Al menos dos consultoras locales, que tampoco quisieron ser nombradas para no perjudicar a sus clientes, han multiplicado sus contratos para tasar empresas este año.

«En el 60 por ciento de los casos, lo hacen porque se lo está pidiendo un comprador potencial», dijo un consultor.

En los últimos dos años, firmas como la mayor fabricante de neumáticos del mundo, Bridgestone, la aseguradora Liberty Mutual, la danesa productora de alimentos EAC dueña de la marca de embutidos Plumrose, y la petrolera Harvest, también anunciaron que estaban en negociaciones para vender sus filiales en Venezuela.

Algunos procesos aún no han concluido formalmente pero avanzan en medio del agravamiento de la economía del país, que lidia con una difícil recesión y escasez de bienes básicos.

Una docena de fuentes que han estado cerca de las negociaciones aseguran que las gigantes globales están aceptando vender entre un 20 y un 50 por ciento por debajo del valor de su inversión en Venezuela para huir de lo que hasta hace pocos años era un paraíso del consumo.

«Ya pasamos a esa etapa en que las empresas se venden en remate», dijo un miembro del sector agroindustrial, con extenso conocimiento del área.

Reuters no pudo confirmar todos los precios de las transacciones, ni en los registros mercantiles de las firmas, ni en sus estados financieros, o a través de solicitudes. Las firmas locales se excusaron de dar información y las que cotizan en bolsa no lo hicieron porque muchas ya habían desconsolidado sus operaciones en el país.

A pesar de estar adquiriendo gangas, los compradores asumen pesados compromisos laborales y financieros, a la espera de que quede atrás la baja producción y contracción del consumo.

Hasta el 2014, Venezuela gozó de un ciclo de precios récord del petróleo, que se tradujo en un auge del consumo. Pero con la caída del barril de crudo, se agudizó la crisis económica que ya daba sus primeros pasos.

General Mills, dueña de la marca de jamón para untar Diablitos Underwood, un clásico para los venezolanos, detalló en su más reciente informe financiero que se transó 38 millones de dólares más barato que el valor de su negocio en el país.

La firma, que debió asumir pérdidas conforme ajustaba el valor de su negocio a las nuevas tasas de cambio oficiales, estuvo en negociaciones por más de nueve meses, afectando el precio de venta, dijeron dos fuentes conocedoras del proceso.

La primera salida es contable

El presidente Nicolás Maduro asegura que los empresarios paran sus líneas de producción para exacerbar la escasez y mellar su popularidad. En la otra esquina, la oposición busca terminar su mandato con elecciones adelantadas, acusándolo de ser el principal culpable de la crisis económica.

Según cifras de Conindustria, en la última década desaparecieron 1.300 empresas. Y en los últimos 18 meses, a través de un mecanismo contable, más de una decena de firmas extranjeras desincorporaron los activos de sus filiales, en algunos casos, antes de ponerlos a la venta.

Cuando una casa matriz desconsolida, o saca de sus libros una unidad, borra de un plumazo su inversión en el país, pero protege su desempeño global de resultados volátiles como los de Venezuela. Y si se da el caso, puede registrar una utilidad extraordinaria por una venta.

«Al desconsolidar, el valor de tu negocio pasa a ser cero. Ya no importa el precio, lo que ofrezcan siempre es ganancia», explicó un líder gremial del sector industrial.

Debido a la escasez de divisas para repatriar ganancias y pagar materia prima, a fines del 2015 Bridgestone tomó la decisión de desconsolidar su negocio de Venezuela, una operación que le costó 361 millones de dólares.

Cuatro meses después de desconsolidar, la japonesa anunció un acuerdo para vender sus activos en el país al grupo local Corimon, más conocido por la fabricación de pinturas.

Ninguna de las partes reveló el precio de la venta, aunque fuentes cercanas a la operación dijeron que el monto fue bajo. Bridgestone advirtió que la transacción no tendría ningún impacto en sus balances, gracias a la desconsolidación previa.

«(El trato) implicó una creatividad diferente y fue llevado a cabo en el momento oportuno», confesó Carlos Gill, presidente del holding Corimon que, a través de la nueva firma, Alice Neumáticos, seguirá produciendo bajo la marca Bridgestone.

El empresario, de origen paraguayo, también tiene negocios en su país, el Caribe y Bolivia, donde es uno de los principales operadores ferroviarios, tras asociarse con empresas estatales.

Si es venezolano, es mejor

Las negociaciones parecen fluir mejor si los potenciales compradores son venezolanos.

La petrolera Harvest, con sede en Delaware, intentó desde el 2013 salir de su participación minoritaria en Petrodelta, una empresa mixta donde la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) tiene la mayoría accionaria.

Luego que sus negociaciones con la petrolera indonesia Pertamina y Petroandina -filial de una firma argentina- no fueran avaladas por el Gobierno, Harvest logró cerrar el mes pasado la venta al consorcio CT Energy Holding, donde participa el prominente empresario venezolano Oswaldo Cisneros.

Inicialmente Harvest buscó vender su participación por unos 400 millones de dólares, según un reporte que presentó en marzo la petrolera al regulador financiero de Estados Unidos. Pero en medio de la caída del precio del crudo, el activo fue perdiendo valor.

Hace unas pocas semanas, según indican otros documentos de la estadounidense, Cisneros pagó unos 143,2 millones de dólares para quedarse con el negocio.

CT Energy no respondió a varias solicitudes de información que hizo Reuters.

La compañía de Cisneros, que forma parte de una de las principales familias empresariales del país, también firmó con su nueva socia PDVSA un financiamiento por 1.130 millones de dólares para aumentar la producción de Petrodelta, donde pasó a poseer un 40 por ciento del accionariado.

«Sabíamos por nuestra experiencia en las fallidas transacciones con Pertamina y Petroandina, que dicha venta a un tercero que no fuera venezolano, probablemente no tendría éxito», dijo Harvest al regulador estadounidense antes de cerrar el acuerdo.

También hay inversores locales detrás de las compras de las filiales de General Mills y Plumrose, coinciden fuentes de la industria, pero en los reportes de las operaciones no figuran sus nombres ni las condiciones de las ventas.

Liberty Mutual, por ejemplo, dijo que tras desconsolidar sus operaciones en 2015, llegó a un acuerdo para vender su subsidiaria al empresario venezolano Humberto Gil. La operación espera aprobación del regulador local de seguros.

Las firmas no respondieron a las solicitudes de más información hechas por Reuters.

En el sector privado, el más golpeado por la falta de divisas que administra el Gobierno, algunos advierten que los inversionistas deben tratar, al menos, de no ser blanco de las acusaciones de Maduro para mantenerse a flote.

«Acá hay un gran problema: si trabajas e inviertes eres un enchufado (persona con conexiones en el Gobierno) y si tienes la planta cerrada, eres alguien que está en contra del proceso», afirmó Mauro Libi, presidente de Avelina, la única empresa que produce avena en Venezuela.

El principal competidor de sus productos, la marca global Quaker -propiedad de PepsiCo-, desapareció de los anaqueles porque su fabricante en el país, Polar, no recibe divisas a través del control cambiario hace más de un año.

Libi, acusado en el pasado por opositores de ser un aliado del chavismo, aseguró que este año el Gobierno tampoco le ha vendido dólares, pero se endeudó para traer materia prima, seguir operando al 40 por ciento de capacidad, e invertir 11 millones de dólares para ampliar sus plantas.

Pese a todo, empresarios como Libi, quien confesó haber rechazado ofertas de compra este año, están convencidos que el país petrolero dejará atrás sus dificultades.

«Los que estamos aquí tenemos que aguantar», dijo en su moderna fábrica en las afueras de Caracas.

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