Hambre del Mundo será resuelta por la Biotecnología
Existen preocupaciones legítimamente fundamentadas en los argumentos de muchas organizaciones, instituciones y personas ambientalistas, para se lleve a cabo un riguroso control sobre la más reciente de las industrias inventadas por el ser humano: la biotecnología, porque la modificación genética de plantas y animales, ciertamente introduce al ambiente nuevas especies que antes no existían en la naturaleza; sin embargo, la biotecnología lejos de ser una nueva actividad humana, es una de las más antiguas en el planeta—y lejos de ser ‘peligrosa’, ‘dañina’ o ‘no segura’, la biotecnología ha estado presente en la humanidad desde hace aproximadamente cien siglos—o 10 mil años—como nos relata el Dr. Lee M. Silver:
“The origins of agriculture and human culture do not support the belief that premodern human societies respected the integrity of animal species in any way. Humankind has been capturing the evolutionary process, reshaping the earth, and violating species integrity since the beginning of the agricultural revolution. Domesticated animals and crops were all created by human beings for the sole purpose of satisfying the needs and desires of human beings, not those of nature and its creatures. Cross-breeding was carried out intentionally by clever prehistoric peoples to generate a diversity of unnatural characteristics from which the most valued combinations could be selected. Domestic cows and pigs were both derived from interbreeding different subspecies; woolly sheep have a distant origin in three species; and the fleece-covered South American llama has a combination of genes from distant species in different genera that would never breed together in the wild. As early as 1859, Darwin understood that ‘most of our domesticated animals have descended from two or more original species since commingled by intercrossing’.
Nevertheless, the belief that biotechnology is inevitably dangerous has been broadcast so effectively throughout society—with the help of incendiary phrases like Jeremy Rifkin’s genetic pollution and the British Frankenfood—that many people have no inkling of the facts. According to surveys conducted in America, 46 percent of the people think it is ‘not safe to eat’ GM food; in Britain, 43 percent think such food is ‘very’ or ‘fairly’ harmful; and in the European Union as a whole, 56 percent think such food is ‘dangerous’.
[“Los orígenes de la agricultura y de la cultura humana no sustentan la creencia de que las sociedades humanas premodernas respetaban la integridad de las especies animales en cualquier forma. La humanidad ha estado capturando el proceso evolucionario; dándole nueva forma a la Tierra, y violando la integridad de las especies desde el comienzo de la revolución de la agricultura (hace unos 100 siglos o 10 mil años]. Todos los animales domesticados y las plantas de cultivo fueron creadas por seres humanos con el solo propósito de satisfacer sus necesidades y deseos; no los de la naturaleza ni los de sus criaturas.El cruce entre especies fue llevado a cabo intencionalmente por astutos pueblos prehistóricos para generar una diversidad de características no-naturales a partir de las cuales pudiesen ser escogidas las combinaciones más valoradas. Las vacas y los cochinos domésticos fueron ambos derivados del cruce de diferentes subespecies; las ovejas lanudas tienen un origen distante en tres especies; y la llama suramericana cubierta de lana tiene una combinación de genes de especies distantes de géneros diferentes que nunca se cruzarían en un ambiente silvestre. Tan temprano como 1859, Darwin entendió que ‘la mayoría de nuestros animales domesticados han descendido de dos o más especies originales que se combinaron mediante cruces’.
Aún así, la creencia de que la biotecnología es inevitablemente peligrosa ha sido difundida por la radio y la televisión; tan efectivamente por toda la sociedad—con la ayuda de frases incendiarias como la contaminación genética de Jeremy Rifkin y la Comida Frankenstein británica—que muchas personas no tienen ni la más ligera pista sobre los hechos (las verdades). Conforme a encuestas conducidas en los Estados Unidos de América, el 46 por ciento de las personas piensa que ‘no es seguro’ ingerir comida GM [genéticamente modificada], en Inglaterra, el 43 por ciento piensa que tal comida es ‘muy’ o ‘más o menos’ dañina; y en la Unión Europea en su conjunto, el 56 por ciento piensa que tal comida es ‘peligrosa’.
La Organización de la Industria de la Biotecnología, (BIO por sus siglas en inglés)—creada en 1993 y que actualmente agrupa a 1150 miembros en todo el mundo—(empresas de biotecnología, instituciones académicas, y centros estatales de biotecnología, en los Estados Unidos de América y en más de otros 30 países, [página web: http://www.bio.org/], difundió el 13 de febrero de 2008, la siguiente información:
“El uso global de cosechas biotecnológicas se incrementó de nuevo en 2007, con la superficie global de cosechas biotecnológicas alcanzando la histórica [cifra] de 282 millones de acres en 23 países [un acre tiene 4.047 metros cuadrados—un poco menos de media hectárea—una hectárea tiene 10 mil metros cuadrados], conforme al Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-biotecnológicas (ISAAA por sus siglas en inglés). La superficie plantada con cosechas biotecnológicas se incrementó cerca del 12 por ciento desde 2006, cuando 252 millones de acres de cosechas biotecnológicas fueron plantadas en 22 países.
“La razón para tan impresionante tasa de adopción mundial es simple—la biotecnología agrícola suministra significativos beneficios tangibles, a lo largo de todo el trayecto desde la granja hasta el tenedor”; dijo Jim Greenwood, presidente y funcionario ejecutivo jefe de la Organización de la Industria de la Biotecnología (BIO). “Ayudando a proporcionar más producción agrícola sostenible; los beneficios incluyen una reducción en el impacto ambiental de la agricultura, incremento de la producción en la misma cantidad de superficie, calidad mejorada de alimentos, y aumento de los ingresos de los agricultores. Más de 12 millones de agricultores de todo el mundo han escogido a las cosechas biotecnológicas debido al significativo beneficio socioeconómico, ambiental y agrícola que ellas proporcionan”.
Sin embargo—y particularmente desde el Viejo Continente—se ha prácticamente convencido al mundo, de que el camino a seguir es el opuesto: en vez de avanzar hacia las cosechas biotecnológicas, impulsan un retroceso hacia la “agricultura orgánica” la que debido a que no usa ningún tipo de fertilizantes, herbicidas ni plaguicidas químicos inventados por el ser humano, sino fertilizantes naturales como la bosta de ganado y el compost [una mezcla de bosta de ganado con sustancias vegetales en descomposición], los alimentos así producidos son más “naturales” y en consecuencia “más seguros y saludables”, lo que es completamente falso, como nos ilustra el Dr. Lee M. Silver:
Sustancias cancerígenas y químicos que dañan el ADN presentes en una taza de café certificado como orgánico:
Acetaldehído, benzaldehído, benceno, benzo(a)pireno, benzofuran, ácido cafeico, catecol, 1,2,5,6-dinecin(a)traceno, etilbenceno, formaldehído, furan, furfural, hidroquinona, d-limoneno, 4-metilcatecol, estireno y tolueno.
Esas peligrosas sustancias químicas no fueron puestas en el café por los agricultores orgánicos; sino por la naturaleza: son sustancias químicas naturales presentes en todo grano de café.
Adicionalmente; debido a que la agricultura orgánica es conducida siguiendo métodos antiguos altamente ineficientes: en pequeñas parcelas; generalmente manejadas por una sola familia; cosechas que pierden una importante parte de sus frutos a manos de las malas hierbas, enfermedades e insectos predadores, los alimentos orgánicos son más costosos que los mismos alimentos producidos mediante los métodos de la convencional agricultura moderna y las cosechas biotecnológicas.
El demógrafo británico Thomas Malthus (1766-1834) aterrorizó al mundo afirmando que debido al exponencial crecimiento de la población humana, se alcanzaría un momento en el cual ya no sería posible producir suficientes alimentos para todos; pero esa siniestra profecía mathusiana, fue desmentida por la Revolución Verde que comenzó en 1943 y condujo a significativos incrementos en la producción agrícola entre las décadas de 1940 y 1960, y fue posible gracias a los programas de investigación y de extensión agrícola, promocionados y financiados en gran medida por la Fundación Rockefeller, la Fundación Ford, la Fundación Gates, y otras grandes agencias.
La agricultura biotecnológica no es más que otro paso hacia delante de esa Revolución Verde, mientras que los alaridos de algunas ONG, instituciones y personas ambientalistas en contra de la biotecnología, está fundamentada en una visión filosófica—equivocada—que afirma que “todo lo natural” es bueno, mientras que “todo lo artificial” es malo, lo que la convierte es una especie de nueva religión, donde Dios ha sido reemplazado por la “Madre Naturaleza”.
Las invenciones humanas de la Revolución Verde y de la Biotecnología, pueden ser consideradas tan naturales como la forma de paraguas que tienen las acacias de las sabanas africanas—porque esa forma es la consecuencia de la predación de animales herbívoros como gacelas, antílopes y jirafas, que comen hojas de acacias cada una a diferente altura; o la exuberante belleza de las orquídeas—y de muchas otras flores silvestres—que llegaron a adquirir sus formas y colores a lo largo de centenares de millones de años de evolución, dirigida por la interacción entre las plantas y los insectos, aves, murciélagos, y muchas otras especies de animales, que se alimentan de néctar y polen, y llevan a cabo; sin proponérselo, la vital función de la polinización, que le permite a las plantas producir frutos y semillas para perpetuar sus especies.
La Revolución Verde y la Biotecnología, resolverán el hambre del mundo; sin dañar al ambiente, porque no son más que una interacción natural entre la especie llamada Homo sapiens y la naturaleza, para poder sobrevivir y perpetuar su especie, en forma similar a como interaccionan con la naturaleza todas las demás especies de animales—la única diferencia, es que al estar el ser humano dotado del cerebro más complejo que existe entre todas las criaturas de la naturaleza, éste es capaz de idear muy sofisticadas formas de interacción con la naturaleza, con miras a garantizar la supervivencia en el tiempo de su especie.