Carlos Deseda – (@Rendivalores)
Durante la campaña presidencial en 2016, Donald Trump aseguró en repetidas ocasiones que trabajaría para reducir el enorme déficit comercial de Estados Unidos. Sin embargo, no ha podido cumplir con su promesa debido a que China, su principal socio comercial, no se comprometió a ayudar con este propósito. La reacción de Washington fue dar inicio a una guerra comercial en mayo de 2018.
Las intenciones de la administración Trump de reducir este índice se tradujeron en numerosas reuniones con sus principales aliados comerciales sin tener resultados satisfactorios en ninguna de ellas. Como bien sabemos, las exportaciones realizadas a Estados Unidos desde cualquier parte del mundo, representan grandes ingresos para las economías.
Seguidamente, en repetidas ocasiones el presidente de Estados Unidos se dirigió a estos países incitando a implementar un impuesto para que se lograra considerar sus propuestas, lo cual no sucedió. Por lo tanto, con el objetivo de motivar la producción americana, Trump tomó la decisión de iniciar una guerra comercial imponiendo aranceles a China, México y la Unión Europea.
Durante los meses posteriores, Estados Unidos aplicó medidas arancelarias para disminuir el déficit comercial. Sin embargo, el 30 de julio de 2018 se acordó reducir las presiones con la Unión Europea; para el momento, se trataba de la industria automotriz.
La reducción de impuestos selectivos provocó un aumento del gasto de los consumidores estadounidenses teniendo como resultado más importaciones. Esto significó que debían depender más de las inversiones extranjeras para financiar el aumento del déficit fiscal, lo cual a su vez, provocaba un mayor déficit comercial.
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El principal argumento de Trump es que los malos acuerdos comerciales han provocado un déficit comercial que ha hecho que Estados Unidos compre más productos de los que vende, de modo que la apuesta del mandatario estadounidense es al proteccionismo, camino que lo ha llevado a enfrentarse con diferentes países, lo que puede arrojar resultados inciertos.
A finales de 2018, la situación se agravó. La imposición de nuevos aranceles a productos tecnológicos chinos, dio lugar a una caída drástica en los mercados financieros, y posteriormente la Reserva Federal de Estados Unidos tuvo que intervenir bajando las tasas de interés meses más tarde para promover la inversión y animar a los inversionistas.
Sin embargo, las tensiones comerciales continuaron, principalmente entre las dos economías más grandes del mundo, China y Estados Unidos, provocando que el país asiático presentara cifras que lo podrían llevar a una posible recesión. Es por ello que los riesgos de una desaceleración económica global se avivaron fuertemente.
En la jornada de este jueves, los líderes de ambos países acordaron empezar nuevas negociaciones en el mes de octubre, ya que observan una economía global golpeada y con altos niveles de incertidumbre. Es importante decir que las elecciones presidenciales de Estados Unidos se aproximan, y el candidato republicano y actual Jefe de Estado necesita mantener los mercados a su favor, y por ende, deberá ceder un poco en los temas comerciales.