Franquicia
Venezuela, desde fines del siglo XX, se ha venido manejando como la empresa privada más exclusiva del mundo. Tiene un solo dueño, cual pulpería, no lleva una contabilidad creíble, los mecanismos de control no funcionan, el dinero fluye a borbotones sin la más mínima auditabilidad. La asamblea de accionistas no se reúne pues todo se resuelve en el palacio de misia Jacinta. Sus ventas son misteriosas y mucho más los precios a los cuales se dispone de sus existencias.
Tiene muchos clientes preferenciales que obtienen créditos infinitos y precios de mucha ventaja.
Su principal subsidiaria, PDVSA, fue desmembrada cuando se despidió a un contingente de más de dieciocho mil trabajadores calificados que hoy se encuentran trabajando, muchos en otros rubros de la economía, los más en las empresas competidoras ubicadas en todo el mundo.
Su departamento de recursos humanos y muy especialmente el de entrenamiento del personal, léase el sistema educativo nacional, está sometido a presiones destructivas y de penetración doctrinaria que pretenden hacerlo naufragar.
Sus mecanismos de supervisión, reglamentación y reclamos, léase su justicia, está totalmente viciada y rendida a los deseos del único accionista.
Después de varios años de avance en sus labores destructivas, Venezuela ha patentado su sistema de administración en una franquicia. Siguiendo los consejos de una empresa caribeña, inspirados en las deliberaciones del Foro de Sao Paulo y gracias a las groseras ganancias que sus ventas al imperio les provee, se ha dedicado a franquiciar sus sistemas de administración y de decisiones y así ha logrado que comerciantes de Buenos Aires, Quito, La Paz y Managua se alineen en la gran mayoría de sus prescripciones estratégicas y operativas. También están aplicando a esta franquicia comerciantes de La Asunción y de Tegucigalpa.
La prédica constante de las supuestas agresiones del imperio, los imaginarios magnicidios, el sistema de legislar desde el poder ejecutivo, la toma de los mecanismos de control, poder legislativo, poder judicial, poder electoral, contraloría, procuraduría, fiscalía y cualquier otro mecanismo válido para el ejercicio del poder de la asamblea de ciudadanos, son copiados burdamente y sin el menor escrúpulo por los presidentes de las naciones franquiciadas.
Lo más curioso de este nuevo sistema es que las empresas franquiciadas, lejos de pagar las correspondientes obligaciones por la utilización de ese “know how”, reciben pingües regalos que viajan en contrabandeados maletines o a través de cuentas misteriosas que tampoco reciben la debida atención, ni de los departamentos de control de Venezuela ni de los de los países franquiciados.
El organismo internacional de control más cercano, léase la OEA, se hace el de la vista gorda pues aparentemente, su presidente, recibe también sus correspondientes envíos que, se dice, se materializarán al momento de competir por le presidencia de su país. Como vemos, estamos en presencia de una revolución empresarial que es expresión del más acendrado mercantilismo y propio del capitalismo más feroz. Nada de socialismo del siglo XXI. Amanecerá y veremos.