Felicidad socialista
Los altos funcionarios chavistas viven en el mejor de los mundos. Disfrutan de todo lo bueno del capitalismo y no sufren las penurias del socialismo. Tienen a la mano todos los dólares que quieran para viajar por el mundo entero, sin pasar por las necias y asfixiantes normas de Cadivi, incapaces de detener la fuga de capitales. Gozan de los sueldos más altos de toda nuestra historia y su trabajo voluntario se resume en asistir los domingos al maratónico show del mega líder.
En los años de Caldera II se intentó ordenar la escala de sueldos de los funcionarios públicos fijando el del Presidente de la República en unas seis veces el sueldo mínimo. Pues bien, el actual presidente de Pdvsa y demás directores de la desmantelada petrolera estatal, los directores del Banco Central y los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) llenan mensualmente sus cuentas bancarias con ingresos cincuenta veces lo fijado para los últimos trabajadores formales.
Esos datos no los ha tomado en cuenta el profesor Eljuri para decir que Venezuela es el país más equitativo de América Latina. ¿En qué cálculos se basará el jefe del Instituto Nacional de Estadística para decir eso, si ni siquiera el desgobierno “socialista” ha buscado igualdad entre los funcionarios públicos? Ahora, los ricos en Venezuela incluyen a los altos funcionarios.
Mientras Chávez grita las virtudes de la austeridad, él y sus acólitos más cercanos derrochan en lujos y acumulan en bienes todo lo que es negado a los hospitales, a las escuelas y al preterido sistema de seguridad social. La colección de relojes de lujo que modela en cada fastidiosa cadena televisiva no se compadece con su discurso antiimperialista (¿o son relojes fabricados en Cuba?), con sus recomendaciones de bañarse en tres minutos con totuma o su aborrecimiento del dinero para promover el trueque.
El ingenuo Chávez, que se asombró algún día de ver en su closet 100 trajes nuevecitos, no ha encontrado cómo detener la corrupción de sus ministros, de sus protegidos chavibanqueros (no hay ningún funcionario que acompañe en los sótanos de la Disip a Fernández Barrueco), de sus comisionistas venezolanos, cubanos, argentinos, brasileros, iraníes, rusos, bielorrusos, etc.
La renta petrolera percibida en estos once años del reinado chavista se acerca al billón de dólares (1.000.000.000.000,00) y la misma ha sido despilfarrada en propaganda internacional (que incluye regalos a pequeños y medianos países pobres pero también a capitales de países ricos, como combustible barato para Londres y Boston); en innecesarias compras milmillonarias de empresas privadas (Electricidad de Caracas, Cantv, Banco de Venezuela, Cemex y otras cementeras, Sidor –éstas últimas cerradas o en producción mínima); en construcción de ostentosos estadios y no de viviendas populares; en becas y misiones esmirriadas e irregulares y no en la creación de empleos permanentes y decentes; y en viajes por el mundo a bordo del “chupadólares”, el Airbus que costó 65 millones de los verdes para gratificación del ego de Esteban.
La última desvergüenza la han protagonizado los magistrados del TSJ que han decidido autojubilarse con millones antes de que entre en vigencia la Ley de Emolumentos (hipócrita, por ineficaz e inconstitucional, intento de disminuir los ingresos de los altos funcionarios chavistas). Ese es el pago por batear todos los intentos de enjuiciar a Chávez, quien en esta ocasión no los ha llamado “plastas”.
¡Qué buen socialismo!