Felicidad para 2003
Se ha hecho tradición en economía que, cuando no se consiguen las proyecciones planteadas, se procede a proyectar un futuro mejor. Es esto lo que, en parte, se presenta en la actualidad nacional, dado que no se han conseguido ni el mundo feliz -con el cual ha enamorado el Presidente Chávez a una parte de la población venezolana- ni las eufóricas proyecciones -incluso para un período de 10 años- presentadas el año pasado por el hoy Ministro de CORDIPLAN, Felipe Pérez. Lo que hay que atender con urgencia quedó bien reflejado en dos expresiones del Ministro de Producción y Comercio, Ramón Rosales: se trata de una emergencia fiscal y una emergencia social. Otra parte del escenario y posición del ejecutivo a partir del nuevo programa presentado por los cuatro ministros, quedó expresado en el tono acomodaticio que para tratar la problemática social tuvo el Ministro de Educación, Aristóbulo Isturiz: se van a profundizar políticas que ya están en curso.
Es demasiado tarde para el gobierno del Presidente Chávez, presentar ministros que exponen con supuesta independencia y sin su presencia, puesto que tres de ellos –o los cuatro- están suficientemente comprometidos con las gestiones de este último. En cualquier caso, debe aceptarse que es un cambio. ¿Cómo queda el ejecutivo a partir de este planteamiento del programa económico?
En primer lugar, como señalamos en una nota anterior, el ejecutivo se mantiene metido en la recurrente elaboración de planes de ajuste que buscan cuadrar cuentas y atender coyunturas. En segundo lugar, el perfil político que se desprende de otros ministros del gobierno y del propio Presidente -con su ahora llamada revolución democrática y sus agrupaciones políticas de inspiración radical-. En tercer lugar, el plan en si mismo que en las referencias planteadas por el Ministro de Finanzas, Tobías Nóbrega, nos presenta al Presidente como el primer gran privatizador del país -porque se asombra de que el Estado siga teniendo el INH- o que está signado grandemente por una posición fiscalista y de cuadre de cuentas.
En el trasfondo del planteamiento del Ministro de Finanzas y del Ministro de Cordiplan, se encuentra una idea que es fundamental, pero sobre la cual se ha trajinado abundantemente en Venezuela, como es la reestructuración del Estado y la profesionalización de la gestión publicamo siempre, se transita de un extremo a otro, y ahora el ejecutivo irá a transitar en la construcción del llamado por Felipe Pérez gobierno electrónico.
Como muchas veces ha pasado en Venezuela, lo omniabarcante del planteamiento, incluso en una coyuntura como la descrita, termina siendo irrealista con las posibilidades de ejecución de las mismas. Mas aún cuando, en una especie de tecnicismo sin sentido, uno de los expositores plantea la necesidad de alejar la perspectiva política. Todas las medidas y los perfiles del plan propuesto, tienen un alto contenido político y es de allí de donde está irremisiblemente ligada la perspectiva económica y la política. ¿De dónde les sale a estos Ministros pedir separación de lo económico y lo político, ante un plan del cual el Presidente Chávez no podrá eximir su costo político? ¿Qué creen ellos que piensan los camaradas y seguidores del Presidente Chávez? ¿Cuál es el costo económico y político de los efectos en el salario real que tendrán las nuevas medidas? ¿La situación dramática, discrecional y descarada que tienen los depósitos que deberían estar en el FIEM, se arreglan porque se convoque a la concordia?
El Ministro de Cordiplan no inventó ni descubrió lo que debe ser el fondo de estabilización macroeconómica. Es el gobierno del Presidente Chávez el que deterioró la propuesta inicial del FIEM, pero ya dos de sus Ministros dicen que los fondos fueron bien invertidos y aquel señala que el FIEM fue mal diseñado. ¿Quién responde por tres años y medio?
Seguir con los programas sociales -y declaraciones de buena intención sobre la problemática social-, reducir la brecha fiscal, aumentar el IVA, impulsar concesiones y procesos de privatización –con la idea válida de desprenderse de activos no estratégicos-, impulsar la participación del sector privado –cosa loable-, racionalizar el consumo de la gasolina –o eufemismo para compensar el futuro aumento de la misma-, buscar dinero en los multilaterales, reestructurar el FIEM -como si se estuviese descubriendo el agua tibia-, contratar a variados asesores internacionales, impulsar la canalización de las compras estatales hacia el mercado interno –considerada PDVSA-, continuar con el sistema de flotación del dólar y apoyando a la pequeña y mediana industria, son, entre otras, las medidas y parte de los objetivos del plan económico presentado.
Las propuestas del Ministro Rosales ameritan consideraciones particulares. Buena es la idea de las cadenas productivas expresada –que viene desde la Agenda Venezuela, del segundo gobierno del Presidente Caldera-. También es adecuada la creatividad que sugiere, ante el contexto que regula la OMC, sobre todo por la alteración que, históricamente, han venido teniendo sectores como calzado en base la entrada de ilícitos. En el caso de la integración y los diferentes acuerdos o proyectos, planteó llevarlos a la población; esto es válido en la medida en que sin prejuicios, se les busque ubicar como un objetivo nacional.
Ahí esta el plan. Menos cambios de lo que se intenta presentar, en un panorama que será altamente recesivo para 2002 -que será el cuarto año perdido para la economía en el gobierno del Presidente Chávez-.