Economía

¿Éxito o fracaso de las cooperativas?

Nos dicen que hay 150.000 cooperativas en Venezuela, presentadas por el gobierno como alternativa a la economía capitalista. Queremos empezar el año con una nota positiva sobre el cooperativismo. Lo que atrae en las cooperativas es que unen capital y trabajo de manera que la empresa sea de los socios trabajadores que desarrollan su capital.

Si las 150.000 fueran auténticas y sanas cooperativas, tendríamos por lo menos unos 1.500.000 trabajadores cooperativistas produciendo 1,5 millones de bolívares al mes por cada socio (por lo menos 24 billones de bolívares al año) con un nivel algo superior al salario mínimo; dos tercios para sus gastos de vida y el resto para la seguridad social y para capitalizar. Meta deseable y posible, en contraposición a la tragedia de 1.500.000 de venezolanos desempleados y casi otros tantos viviendo de la limosna pública.

La mayoría de las cooperativas creadas no son tales, porque nacieron mal y duraron mientras se gastó la plata del reparto. Si funcionara bien por lo menos el 10%, tendríamos 150.000 trabajadores-empresarios con una producción anual superior a 2 billones de Bs. Las cooperativas sanas son verdaderas escuelas de producción y de educación emprendedora, con sentido de la productividad, de contabilidad transparente, de inversión para incrementar “su” capital productivo…Escuela práctica de economía que descubre el carácter complementario que tienen el trabajo y su capital salido de su productividad y ahorro.

Nací en una región vasca que ha sido revolucionada por las empresas cooperativas. Mondragón Corporación Cooperativa (MCC) es hoy la corporación empresarial más grande del País Vasco y la séptima de España. Su activo total es de 30.000 millones de dólares y sus ventas anuales llegan a 15.000 millones; más de la mitad exportaciones (12 % más que todas las exportaciones no petroleras de Venezuela). Son 60.000 los trabajadores en más de un centenar de empresas y tienen además 60 plantas productivas en una docena de países fuera del País Vasco. El Mondragón que conocí hace medio siglo era un pueblo de unos 12.000 habitantes industriosos con una decena de bachilleres y dos o tres universitarios. El joven sacerdote José María Arizmendiarrieta primero creó una «escuela profesional» (formación en oficios de nivel secundario) y luego, en 1956, crearon la primera cooperativa de producción de electrodomésticos, con los egresados-trabajadores más inquietos y deseosos de poner en práctica lo aprendido de la Doctrina Social de la Iglesia sobre capital y trabajo como factores complementarios. Ser excelentes productores y desarrollar su capital era el reto de estos trabajadores. Hoy seguramente es la corporación cooperativa más grande y exitosa del mundo. Conscientes de la importancia de la formación y de la investigación, las cooperativas fundaron y fomentan su propia universidad e investigación. Saben que para sobrevivir y exportar hay que ser de punta en todo, y lo logran.

Cada vez que van por allá funcionarios venezolanos a preguntar por la fórmula mágica anticapitalista, los empresarios se ríen con la ironía de guías para descarriados. Ellos, como otros miles de cooperativistas en Alemania, Suecia, Israel, Canadá, USA, Italia… saben que son unidades solidarias de producción en un mundo de economía capitalista.

Vengamos a Venezuela. Hay buenas cooperativas fundadas sobre todo entre 1966 y 1980. Eran modestas y respondían a necesidades de vida de la gente pobre: cooperativas de ahorro y crédito, de funerarias, de pequeños caficultores, de transporte, de mercado de hortalizas con espíritu cooperativo… Barquisimeto fue el epicentro y el jesuita P. José Luis Echeverría su gran promotor, apoyado por los PP. Dorremochea y Monreal y con la iniciativa y colaboración de muchos sacerdotes en sus parroquias y laicos “extensionistas” de cooperativas. Echeverría y su equipo del Centro Gumilla de Barquisimeto crearon decenas y decenas de cooperativas en todo el país, elaboraron materiales claros y sencillos y los convirtieron en escuela ambulante para que la gente aprendiera a formar una cooperativa, elegir la directiva, llevar una reunión, tomar decisiones, elaborar las actas, llevar la contabilidad…
Luego hacia 1973 vinieron los profesionales universitarios Luis, Gustavo, Teresa, Eduardo…y fundaron OCM con la idea de dar mayor amplitud y trascendencia política al movimiento cooperativo; de ahí salio por ejemplo CECOSESOLA. Todo esto no lo sabemos de oídas, sino porque acompañamos a unos y a otros. Siguen ahí trabajando. Ellos saben que el dinero fácil puesto desde fuera hunde a las cooperativas, pero también que el financiamiento y los créditos respetuosos y exigentes son una palanca importante para la necesaria capitalización.

La educación productiva es clave y difícil en Venezuela, mientras que la ideologización sin formación garantiza el fracaso. Si nacen desnaturalizados, desprecian el ABC del cooperativismo y se usan para lo que no son, ocurre lo que vemos.

Las cooperativas bien llevadas son excelentes y muy exigentes unidades de producción, donde los trabajadores aprenden a ser empresarios exitosos y solidarios, se ganan la vida y superan en la práctica la contraposición capital-trabajo. ¿Por qué no volver a poner los pies en la tierra? Seguramente el 10% son salvables y se podría avanzar desde ellas.

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