Economía

¿Es el estado de bienestar la gran panacea para superar la pobreza?

En un país cuya fauna política mayoritaria va desde el colorado claro a rojo rojito, como lo es Venezuela, el clímax discursivo se da cuando se menciona que el estado debe suministrar empleo, vivienda, y salud gratis para los ciudadanos, lo cual de manera natural es atractivo para la gran masa.

En efecto, el estado de bienestar es aplaudido en Venezuela, especialmente en los períodos preelectorales y en este caso tenemos que la campaña de la oposición tenía en su génesis la tarjeta Mi Negra, mientras que el gobierno tenía su plataforma fundamental en la preservación y conservación de las misiones sociales, es decir, tenemos dos concepciones de estado que encuentran similitud en el rol del estado como benefactor de la sociedad, claro está con matices, ya que el chavismo implica un proyecto más radical en la estatización de los medios de producción y el opositor también planteaba un rol importante al estado, pero un poco menos estatista, ya que no debemos dejar pasar, que dentro de la oposición predominaba las concepciones socialistas “Light” o “modernas”, y especialmente las social demócratas, cuyos comunes denominadores como se fijan en la redistribución de la riqueza, que con fines pedagógicos, insistimos, es contrario a las políticas de generación de la riqueza, que es el centro de los sistemas donde predomina la economía de mercado.

¿Por qué el amor al estado todopoderoso?

Quizás ese sentir popular, de que el estado tiene un rol primordial en el control de los medios de producción y en la concepción más bien dirigista de la sociedad, tiene relación en el dominio de la economía petrolera en el país, que paradójicamente la población cree que es del pueblo, pero en realidad es del estado, ya que la persona natural es poseedora de algo cuando tiene un título de propiedad del bien, en este caso acciones, y como bien sabemos el estado venezolano es 100 % propietario de la petrolera estatal, y para bien o para mal la situación es así, no dejando de obviar el elemento estratégico que significa la posesión del petróleo, tal como PEMEX de México, sin embargo y el fondo de la problemática es que culturalmente una sociedad acostumbrada a que el dominio de su economía esté relacionada con la exportación de un recurso natural, es lógico y comprensible que adopte una visión sumisa ante el estado todopoderoso que actúa como un pater famili, especialmente en relación a que sea el ente que solucione los problemas básicos de la sociedad y hasta de la familia, y decimos la familia, porque una ley o decreto que guíe qué tipo de educación es la más óptima para un ciudadano, es un ejemplo de que la familia queda a un segundo plano, comparado con otros sistemas que brindan la libertad de elegir (esta es una de las razones por las cuales el catolicismo se ha enfrentado al comunismo, manifestación más extrema del poder estatal, ya que para esta religión el estado no puede estar por encima del individuo y menos de Dios), pero el “problema” es que estos paradigmas, cuya supremacía es el individuo sobre la sociedad -cuyos medios de producción sean de privados y que el estado es más facilitador que dirigista- son propios de los llamados “capitalismo salvaje” o “neoliberalismo salvaje”, siendo que estos “salvajismos” han posibilitado el crecimiento económico y la reducción de la pobreza en muchos países, comenzando por el “Imperio estadounidense” y últimamente la mismísima China, que si bien mantiene un sistema político comunista, no es lo mismo en el caso de su sistema económico, ya que tiene provincias con una economía abierta que han sido las responsables del notable crecimiento económico de esta nación, donde ha nacido una generación de clase media y moderna cuyos padres y abuelos eran humildes campesinos, esa es la China de hoy, un país que crece y crece adoptando el llamado “capitalismo salvaje”, que casi toda Venezuela, desde los colorados social demócratas hasta la izquierda más extrema condenan, y más paradójico resulta que en la misma Venezuela, quienes simpatizan con todos los tipos de izquierda que pululan en el país se consideren “bachelistas”, pues bien, el sistema económico que permitió el crecimiento sostenido de Chile sería el “capitalismo salvaje” -el mismo que siguen las provincias con autonomía en China- cuyo sistema de seguridad social es imitado en el resto del mundo; es decir, si se consideran “bachelistas” también deberían reconocer la estructura económica que dejaron los economistas de la Escuela de Chicago en Chile, pero es difícil e impopular que exista este reconocimiento.

La estrella social demócrata

La estrella del modelo social demócrata es por antonomasia Suecia, sin embargo, este estado de bienestar sería más una consecuencia de un crecimiento económico de una economía libre más que una economía dirigida; por lo menos esta conclusión se desprende del análisis que hace el analista Johan Norberg, quien hace un recorrido sobre el fenómeno de esta nación. “En 1870, Suecia era más pobre de lo que es el Congo hoy en día. La gente vivía veinte años menos de lo que se vive en la actualidad en los países en desarrollo, y la mortalidad infantil era el doble de la del país en desarrollo promedio. Mis ancestros estaban literalmente muriéndose de hambre. Pero las reformas de liberalización doméstica y el libre comercio con otros países cambiaron todo eso. Un acuerdo comercial con Inglaterra y Francia en 1865 hizo posible que los suecos se especializaran. No podíamos producir bien comida, pero podíamos producir acero y madera, y venderlos en el extranjero. Con el dinero que ganábamos podíamos comprar comida. En 1870 comenzó la revolución industrial en Suecia. Nuevas compañías exportaron a otros países alrededor del globo y la producción creció rápidamente. La competencia forzó a nuestras compañías a ser más eficientes, y viejas industrias fueron cerradas de tal forma que pudiéramos satisfacer nuevas demandas, tales como mejor vestimenta, servicios médicos y educación. Para 1950—cuando el Estado Benefactor sueco no era más que un destello en los ojos de los socialdemócratas—la economía sueca se había cuadruplicado. La mortalidad infantil había sido reducida en un 85% y la expectativa de vida había aumentado milagrosamente por 25 años. Estábamos en camino a abolir la pobreza. Nos habíamos globalizado” (Johan Norberg, “Cómo la globalización conquista la pobreza”).

La gran contradicción venezolana: Piel de izquierda y sangre capitalista

Finalmente, en el caso venezolano tenemos una profunda contradicción , ya que si nos atenemos a la sociología del criollo medio, su comportamiento tiene más relación a actitudes y valores más bien de origen capitalista y de una economía abierta que el de uno socialista o comunista: por ejemplo, el consumismo en el venezolano es una costumbre muy anclada dentro de esta nación, más en productos de naturaleza suntuaria, con el obvio fin de seguir la moda del momento (entre las cuales podemos incluir la cultura de la belleza), lo cual no es condenable, ya que este consumo hace que se mueva toda una cadena empresarial, desde el importador, pasando por los empleos que genera cada unidad de la línea de distribución hasta el consumidor final. Sin embargo, y la contradicción “vital” que tenemos, es que gran parte de estos “consumidores” en la práctica ejercen un estilo de vida propio de una economía capitalista, pero cuando llega el momento de las votaciones, votan ya sea colorado o rosado (como la que representaba la candidatura social demócrata y socialista “Light” de Manuel Rosales) o rojo rojito que representaba el proyecto bolivariano, es decir, votan por visiones de mundo estatistas siendo que en las principales calles del país, proliferan los grandes centros de buhonería que son en la práctica paradigmas de mercado abierto, sin embargo si ellos tuvieran títulos de propiedad o estuvieran legalizados serían los íconos del mercado abierto y de liberalismo económico: de buhonero a empresario.

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