Energía, inversión e integración suramericana
La integración energética suramericana es un asunto de vital importancia para Venezuela. No hay que minimizar la significación de la reciente Cumbre de Margarita. No hay que llamarse a engaño: el país tiene las mayores reservas de petróleo del mundo y puede tener las cuartas del planeta en gas natural. El equilibrio energético, socio-económico y geopolítico de Suramérica tiene como uno de sus principales ejes el desarrollo sustentable de los vastos recursos de Venezuela. El liderazgo del país es inevitable; pero debemos saberlo aprovechar bajo un nuevo paradigma de integración sostenible.
El nuevo paradigma debe descansar sobre tres pilares: 1.- un marco jurídico estable, confiable y común que estimule la inversión, facilite la producción y potencie la transferencia de tecnología mediante la formación de empresas energéticas altamente eficientes y productivas; 2.- una estrategia común de formación de capital nacional que permita que los Estados, las empresas estatales y privadas productoras de hidrocarburos y el tejido de empresas privadas suplidoras de bienes y servicios desarrollen sus capacidades gerenciales y de innovación para generar valor y empleo a la sociedad suramericana; y 3.- una estrategia y plan de acción compartido por todos los actores que hagan del desarrollo de las fuentes de energía un instrumento de cohesión e inclusión social y de combate a la pobreza y la exclusión.
La integración energética no puede estar divorciada de un sistema de integración regional basado en los principios universales de desarrollo sustentable. Tampoco puede ser un compacto de Estados que prescinda del empuje empresarial privado, desde la gran empresa hasta la micro-empresa y la cooperativa. Una política común de fijación de precios y tarifas razonables e incentivos fiscales no puede estar ausente en la configuración de una integración realista y viable. La inversión en infraestructuras interconectadas, actualmente circunscritas a pocos oleoductos, gasoductos y líneas transnacionales de electricidad, será también un elemento crucial del proceso.
Norteamérica, Europa y Asia serán actores primordiales del sistema suramericano de integración, no sólo por los capitales y tecnologías que aportarán, sino porque están en esas regiones los mercados que consumirán nuestros excedentes de exportación y financiarán nuestros ingentes e indispensables planes de inversión. La Unión Europea y su modelo social de integración y los avances que realizan para constituir un mercado único de la energía dentro de sus 27 países miembros, serán referentes claves para impartir viabilidad y rumbo al esquema integrador suramericano.
El gran desafío de la integración suramericana es la inversión. Venezuela tiene un rol importantísimo que jugar. Un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo señala que Norteamérica consumirá 30 millones de barriles diarios de petróleo (MMBD) en el 2020, e importará 17. América del Sur deberá triplicar, hasta 14 MMBD, su producción petrolera actual, y los países de la Comunidad Andina deberán invertir $12 milllardos al año para suplir sus necesidades internas y generar excedentes de exportación. Venezuela representa cuatro quintas partes de la inversión y producción, debiendo invertir $9,6 millardos al año para producir 7,85 MMBD. No hay vuelta atrás.