Electricidad: ¿Colapso actual o futuro?
En estos días de exposición mediática sobre los problemas de nuestro sector eléctrico me ha tocado referirme a la palabra “colapso”, y reconozco que lo he hecho con muy poco rigor. La afirmación ligera ha sido: “El colapso se producirá el día en que el Caroní no pueda atender a los requerimientos nacionales. Será cuando el Caroní diga no puedo, y antes de ello disponemos de dos años”. Ante esta contundente afirmación me llama un amigo del sector y me dice: “Yo no sé qué entiendes tú por colapso. Cuando tienes un sistema eléctrico en el cual hay racionamientos todos los días, dime tú si eso no es un colapso”. A despecho de ponerme a definir con precisión qué significa “colapso”, creo que mi amigo tiene un punto válido a su favor. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que una operación marcada por la necesidad de racionar todos los días laborales se encuentra en una situación tan crítica que es válido afirmar que colapsó.
Por supuesto que en estos temas siempre se puede hablar de gradación. Cuando el Caroní diga “no puedo” el drama será peor y en consecuencia tendremos un mayor colapso. Pero eso no niega la crítica situación actual. También hay que decir que cuando los problemas son muy graves se comienzan a justificar medidas heroicas que permitan sobrellevar los efectos de los mismos. Por ello no debería sorprender que cuando se aproxime la situación de “colapso”, ante el bajo nivel del embalse de Guri, se cierren Alcasa y Venalum, por decir lo menos, y con esto se reduzca drásticamente la demanda de energía retrasando el eventual racionamiento masivo. Hay que recordar que las dos plantas de aluminio consumen casi tanta electricidad como Caracas. De modo que aun en las circunstancias más dramáticas se pueden tomar medidas que amortigüen los efectos.
El tema viene a cuento porque concentrarse en estos momentos en que el problema es que se seque Guri, cuando al mismo tiempo se está botando el agua sobrante por los aliviaderos, a lo único que conduce es a aflojar la presión y el interés sobre el problema y a relajar la atención de nuestras autoridades responsables de tomar las medidas que bajen la dependencia del país sobre las centrales del Caroní. La revolución nos ha mostrado con creces su carácter mediático, de modo que en lo que el tema se aleje del primer plano las acciones se relajarán y las inversiones se atrasarán. Luego nos tendremos que calar la vieja cantaleta de que la IV República no realizaba inversiones mientras nos quedamos sin luz.
Como la falta de electricidad en el mundo moderno es algo que no se le desea ni al peor enemigo, es conveniente atender a los problemas actuales y no pensar sólo en el apocalipsis futuro. Para ello hay que repetir día tras día que la situación del sector es muy crítica y hay que abordarla desde muchos frentes: Atender los problemas de las redes de distribución en muchas zonas a lo ancho de nuestra geografía, como por ejemplo Ciudad Guayana (en donde se han anunciado correctivos); aumentar la disponibilidad del parque térmico existente, mientras maduran las inversiones prometidas; ejecutar dichas inversiones; lograr una organización del sector energético que garantice la sustentabilidad, etc.
Por muy dramático que sea el colapso futuro no hay que perder de vista el colapso actual, que está degradando la productividad y la calidad de vida del país. Aquella Venezuela que fue líder de Latinoamérica en su servicio eléctrico y estaba a un paso de codearse con los países desarrollados se ha deslizado dramáticamente hacia el subdesarrollo, gracias a la falta de criterio de esta revolución rentista.