El petróleo en Venezuela según Simón Alberto Consalvi
No por generosa es menos audaz la distinción que me hace Simón Alberto Consalvi, al brindarme la oportunidad de presentar su último libro El Petróleo en Venezuela, editado por la Fundación Bigott, en este acto organizado también por la Fundación Cultural Chacao. Garantizo que no escatimaré elogios a su trabajo porque abrigo la esperanza de volver a ser embajador cuando él sea, por tercera vez, Canciller de la República; lo cual, por su estirpe andina, más que una posibilidad, es un destino manifiesto…
Simón Alberto agrega hoy a su ya extensa obra de investigador histórico un nuevo título que estoy seguro deberá convertirse en una referencia básica para quienes deseen contar con un texto esencial sobre la historia del petróleo en Venezuela.
Con la perspicacia y agudeza intelectual que lo han llevado a descollar como diplomático, historiador, periodista y hombre de Estado, Consalvi presenta un conciso y bien documentado ensayo sobre las intrincadas interrelaciones entre el poder político y económico a escala nacional e internacional. Fechas y hechos fundamentales dan coherencia cronológica a las etapas principales del llamado Siglo del Petróleo en Venezuela -el siglo XX-, en comparación con los dos anteriores, el Siglo del Cacao, el XIX, y el Siglo del Café, el XVIII.
No hay circunstancia o hecho clave en la historia del petróleo en Venezuela que escape de la consideración precisa de Simón Alberto Consalvi. Desde la primera exportación del “licor” para curar la gota del Emperador Carlos V, aquel 30 de abril de 1539, hasta que el Presidente Carlos Andrés Pérez firmara, el 25 de agosto de 1975, el ejecútese a la Ley que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos, la obra de Consalvi no sólo consulta a los actores venezolanos que defendieron con tenacidad y valentía los intereses de Venezuela, sino los testimonios e investigaciones de especialistas e historiadores internacionales, como Edwin Lieuwen, Charles Edgard Carrearas, Brian S. McBeth, Daniel Yergin, Stephen Rabe, Embert Hendrickson y Franklin Tugwell, sin cuyas obras no se podría tener una visión de conjunto del petróleo venezolano en el contexto mundial.
Si hermosas son las descripciones que cronistas y científicos hacen del medicinal “jugo de la tierra” en las obras de Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés y Juan de Castellanos en el siglo XVI, o del “betún de Judea” o “pez mineral” en la pluma de José María Vargas en el siglo XIX, dramáticos y emocionantes son los testimonios de los venezolanos que con acuciosidad científica aplicaron políticas de Estado que hicieron posible que Venezuela ejerciera finalmente la soberanía plena sobre su principal recurso natural, después de un largo y escabroso proceso que comenzó con el Decreto para reglamentar las concesiones petroleras de 1918 y la promulgación de la primera Ley de Hidrocarburos, el 19 de junio de 1920, elaborados por Gumersindo Torres, Ministro de Fomento, y su cercano colaborador, el Ing. Luis Francisco Calvani, fundador de la Oficina Técnica de Hidrocarburos en el Ministerio de Fomento.
La titánica tarea iniciada por el médico Gumersindo Torres es completada por el Dr. Juan Pablo Pérez Alfonzo, cuyo Pentágono Petrolero se constituyó en paradigma no sólo en Venezuela sino en todos los países sub-desarrollados exportadores de petróleo.
Con el equilibrio analítico y la rigurosidad histórica que caracteriza su obra, Consalvi exhibe un claro compromiso con el paradigma perez-alfoncista, el cual presenta una visión más orgánica, innovadora e integral de la representada por otros actores de la epopeya del petróleo en Venezuela. El autor subraya el rol protagónico que Rómulo Betancourt tuvo al propiciar la creatividad conceptual y pragmática de un hombre con un intelecto privilegiado como fue el del Dr. Pérez Alfonzo, su Ministro de Fomento en 1945 y su Ministro de Minas e Hidrocarburos en 1959.
Este compromiso no es óbice para que Consalvi reconozca las contribuciones de Presidentes de la República como Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Rómulo Gallegos, Raúl Leoni, Rafael Caldera y Edgar Sanabria, quienes también brindaron el apoyo político indispensable para que los programas nacionalistas de sus ministros se convirtieran en políticas de Estado. No deja Consalvi de distinguir también las ejecutorias y advertencias oportunas de otros estadistas de excepción, como Carracciolo Parra Pérez, Alberto Adriani, Mariano Picón Salas, Manuel R. Egaña y Manuel Pérez Guerrero.
Son varias las consideraciones que nos merece la obra de Consalvi en el marco de las realidades nacionales e internacionales de hoy y de los desafíos del futuro. En primer lugar, el elevado nivel intelectual y el alto grado de civilidad de quienes, por ejemplo, discreparon cuando el Congreso de la República discutió la Ley de Hidrocarburos de 1943, cuya vigencia no sólo sobrevivió la Ley de Nacionalización de 1975, sino que sólo fue derogada casi sesenta años más tarde por la Ley de Hidrocarburos de 2001.
Destaca el libro de Consalvi cómo, a pesar del nacionalismo revolucionario prevaleciente entonces –a propósito de la nacionalización del petróleo por parte del Presidente Lázaro Cárdenas en México-, el joven presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Rómulo Betancourt, de 37 años, y su brillante ministro de Fomento, de 44 años, Juan Pablo Pérez Alfonzo, no sucumben ante la tentación del nacionalismo ciego e infantil, sino que optan sabiamente por mejorar la participación nacional en el reparto de la renta petrolera, preservando, inclusive, la plena vigencia de la Ley de Hidrocarburos del 43, tan lúcidamente adversada por el propio Pérez Alfonzo en su célebre Voto Salvado en representación de la minoría parlamentaria.
La ponderación con que actuaron los revolucionarios del 45, sin duda orientada a preservar la seguridad jurídica de los contratos vigentes, queda claramente expresada por Betancourt en su obra fundamental Venezuela, Política y Petróleo:
“Habíamos pronunciado centenares de discursos y escrito montañas de papel exigiendo rectificaciones en las relaciones entre el Estado y ese sector fundamental de la economía. Pero ya en el gobierno dejamos de hablar y de escribir, con acento polémico, en torno del petróleo, porque…cuando se tienen responsabilidades de gobierno e instrumentos de ejecución en las manos, resulta preferible la acción a las palabras.”
Nos recuerda Simón Alberto Consalvi que el gobierno del 45 echó las bases de una política petrolera que puso en práctica “una elevación de los impuestos hasta el límite que entonces se consideró razonable dentro del sistema capitalista y la economía de mercado.”
La discusión de la Ley de Nacionalización de 1975 fue también un ejemplo de civilidad pluralista. La Comisión Presidencial de Reversión, integrada por expertos de renombre y personalidades de todas las tendencias políticas, produjo un texto legal que hizo posible el éxito de la nacionalización, a pesar de la discrepancia que hubo en torno del polémico Artículo Quinto, que permitía la celebración de asociaciones de capital mixto con empresas privadas en función del interés nacional y previa aprobación del Congreso de la República.
El Artículo Quinto probó ser efectivo dos décadas más tarde cuando fueron autorizados por el Parlamento los contratos marco para las asociaciones estratégicas de la Faja del Orinoco y para los convenios de exploración a riesgo y ganancias compartidas, que, en conjunto, atrajeron ingentes inversiones que, hasta la fecha, han alcanzado a más de $16 millardos. Hoy Venezuela cuenta con una producción de 600 mil barriles diarios de crudo sintético a partir de los crudos extra-pesados de la Faja del Orinoco, con el consecuente impacto positivo sobre la transferencia de tecnología, la generación de empleo, la inversión social y el desarrollo sustentable de las comunidades locales y del país en su conjunto.
Consalvi concluye su trabajo en el preciso momento en que Venezuela clausura la etapa concesionaria en 1975. Se cumple en 2005 el trigésimo aniversario de la nacionalización de la industria petrolera. No está exento de insuficiencias el balance de la nacionalización, pero si fuésemos a resumir sus indiscutibles logros, deberíamos mencionar los siguientes:
1.- La constitución misma de Petróleos de Venezuela (PDVSA) y la constatación de que con un sistema de gerencia profesional en la administración de los recursos humanos fue posible que los venezolanos asumiéramos íntegramente la conducción estratégica y operativa de las actividades de exploración y producción, refinación, transporte, distribución y mercadeo nacional e internacional.
2.- La realización oportuna y exitosa de los cambios de patrón y modernización de las refinerías nacionales.
3.- El dominio del mercadeo internacional del petróleo y sus derivados mediante una política de diversificación de las exportaciones.
4.- La integración vertical de PDVSA, que permitió acceder directamente a los mercados de consumo a través de la adquisición de facilidades de refinación, distribución y mercadeo al detal en los mercados de Estados Unidos y Europa.
5.- La constitución del Instituto Tecnológico Venezolano del Petróleo (INTEVEP), el órgano de investigación y desarrollo de la industria petrolera nacional, el cual cuenta hoy con más de mil patentes registradas.
6.- La recuperación y expansión de Petroquímica de Venezuela Pequiven, rescatada de la quiebra y la obsolescencia por PDVSA.
7.- El desarrollo del proyecto carbonífero del Zulia a partir del traspaso de las acciones de Carbozulia a PDVSA.
8.- La apertura petrolera de los años noventa, que permitió acometer cuatro grandes proyectos de mejoramiento de los crudos extra-pesados de la Faja del Orinoco, recuperar más de treinta yacimientos maduros y explorar nuevas áreas por medio de los tres convenios de exploración a riesgo y ganancias compartidas. Todo lo cual generó un extraordinario flujo de nuevas inversiones nacionales e internacionales que, para fines de 2004, alcanzará la suma total de $27 millardos y un volumen de producción de 1,2 millones de barriles diarios.
9.- La activación de un ciclo de inversiones para la explotación de las ingentes reservas de gas natural no asociado de Venezuela, a partir de la promulgación de la Ley de Hidrocarburos Gaseosos de 1999.
10.- La aplicación de estrictos estándares de higiene, seguridad y conservación ambiental, de inversión social y desarrollo sustentable y de fomento de las compras de bienes y servicios nacionales y la formación de operadores venezolanos en las actividades de exploración y producción de petróleo crudo y gas natural; actividades antes reservadas a las empresas estatales nacionales.
La empresa petrolera del siglo XXI ha acometido ya en Venezuela, dentro del ciclo de inversión de los años noventa, proyectos innovadores de inversión social, entre los cuales cabe destacar el programa de emprendedores en Tucupita, la construcción del Centro de Educación José Ignacio Cabrujas en Caricuao, el plan de capacitación en pesca, educación y salud en Pedernales, Guiria e Irapa, el programa de desarrollo de microempresarios del Estado Monagas, el proyecto de granjas familiares sustentables en Cerro Negro, el programa de formación de enfermeras Warao en Delta Amacuro, el proyecto de micro-créditos para albergues rurales en el Estado Mérida, la construcción del Hospital de Barranquitas en el Estado Zulia y la red de economía social en el oriente venezolano, que incluirá a 69 nuevas cooperativas agrícolas.
Si el XX fue el Siglo del Petróleo en Venezuela, el XXI será el Siglo del Petróleo Sintético y el Gas Natural, desarrollado bajo principios del desarrollo sustentable y responsabilidad social por una PDVSA plenamente recuperada y por empresas nacionales e internacionales capaces de aportar capital, gerencia, tecnología y mercados.
Para que Venezuela pueda contar con una nueva generación de estadistas y gerentes del petróleo de la talla de Gumersindo Torres y Juan Pablo Pérez Alfonzo, la lectura del libro de Simón Alberto Consalvi será una referencia necesaria y útil para la construcción ya en marcha de un nuevo paradigma petrolero de bienestar incluyente para todos los venezolanos.
Muchas gracias.