El país se está quedando sin dólares
En los actuales momentos, el país vive una situación de crisis de divisas. El petróleo se vende a la mitad desde finales del año pasado y los altos funcionarios de las finanzas del gobierno pegan carreras para tratar de cubrir el déficit.
Como consecuencia, el barco comienza a hacer aguas, con la profundización del desabastecimiento de todo tipo de productos. Lo que se refleja en las colas a las puertas de supermercados y farmacias; y se pone de manifiesto en un generalizado malestar social y colectivo, que ya no conoce fronteras políticas.
La historia se repite
A finales de 1982, como consecuencia de una fuga de capitales, el gobierno se vio obligado a centralizar las divisas en el Banco Central de Venezuela (BCV). Hasta el momento, PDVSA manejaba directamente sus reservas en divisas. Con la decisión, fue obligada a transferirlas al ente emisor.
La interpretación de los economistas y analistas, crítica a la medida, señalaba que su ejecución restaba la autonomía que había tenido la estatal petrolera para operar. Por otra parte, coincidían en observar que una medida de esa naturaleza evidenciaba el desespero del gobierno.
En efecto, entre el momento de la centralización de las divisas, y el llamado viernes negro (en febrero de 1983) que acabó con la convertibilidad del bolívar, se sumaron otros aspectos que agravaron la situación.
Traducido en lenguaje llano, el país se estaba quedando sin reservas internacionales.
Para febrero de 1983, las reservas internacionales estaban contabilizadas en 8 mil 825 millones de dólares. A pesar de que la cifra pudiera parecer alta, los dólares salían a un ritmo tal, que se estimaba que las reservas se agotarían en pocas semanas.
Para evitar que continuara la salida de capitales, fue necesario establecer un estricto control de cambio, y como consecuencia devaluar, por cuanto los ingresos serían menores al ritmo de gasto en dólares que el país llevaba.
En 1989, seis años después, Carlos Andrés Pérez debió enfrentar una fuerte caída de las reservas internacionales, al inicio de su segundo mandato presidencial.
En esta ocasión, antes de él tomar posesión, las reservas internacionales habían bajado inclusive por debajo de las existentes en 1983, al llegar a 6 mil 578 millones de dólares para febrero de 1989.
En ambos casos, la porción líquida, disponible, era muy pequeña. Lo que garantizaba muy pocos meses de importaciones.
Tanto en 1983 como en 1989 el país tuvo de alguna manera un colapso. Aunque con consecuencias distintas.
En 1983, el gobierno debió aplicar un control de cambio y devaluar el bolívar. Esto produjo un caos en los hábitos de consumo del venezolano, acostumbrado a tener un dólar barato, importar y viajar con frecuencia al exterior.
En tanto en 1989, el gobierno debió a aplicar un plan de ajuste y solicitar apoyo al FMI. Esto creó en pocos días un estado de shock en la población, empujado por la liberación de precios y controles, el aumento de la gasolina y del transporte. Lo que desencadenó el llamado “caracazo”.
El economista y profesor Pedro Palma, en ambas ocasiones, llegó a decir que cuando estos tipos de decisiones se tomaban, era porque no había nada más que hacer. Subrayando que “siempre llegaban tarde”.
Otra vez en el 2015
El año 2015 tiene mucha similitud con 1983 y 1989, en cuanto a los niveles de las reservas internacionales, aunque al estado en que se encuentra el país se haya llegado por vías distintas.
Esas vías están para ser estudiadas, para no volverlas a repetir. Aunque en este momento, de crisis del país y de angustia de los gobernantes responsables de la crisis y de las decisiones, lo más importante no es el diagnóstico sino la prognosis. Es decir lo que viene y, en consecuencia lo que hay que hacer, para atajar males mayores.
La cosa es más grave
La situación de la baja en las reservas, se agrava por el gran déficit que tienen las finanzas del país de cara a los compromisos en dólares.
Se ha informado que la nación debe afrontar pagos de deuda externa que están en el orden de los 11 mil millones de dólares.
Economistas conservadores estiman que cuando se suman otros compromisos de pagos al exterior, por importaciones y otras erogaciones, el déficit total se encontraría entre 25 mil y 30 mil millones de dólares.
En tanto la publicación británica The Economics, considera que estaría entre 35 mil y 40 millones. Una cantidad que insistentemente se viene repitiendo en los pasillos del ministerio de Finanzas y del BCV.
Se encienden las alarmas
En lo que va de año, más allá de las filtraciones sobre los niveles de las reservas totales y líquidas, tres decisiones del gobierno han encendido las alarmas.
En abril, el gobierno retiró del Fondo Monetario Internacional (FMI) la cantidad de 380 millones de dólares en derechos especiales de giro (DEG). En los 30 días anteriores a esa fecha, las reservas habían caído 2 mil millones dólares, alcanzado su nivel más bajo desde septiembre del 2003.
Este primer retiro, estuvo precedido de un “swap” del oro que mantenía de sus reservas con el Citibank. Esto con la idea de obtener un mil millones de dólares.
El “swap” es una operación bancaria donde se entrega el oro por un préstamo a plazo determinado. Si el deudor no paga, se ejecuta el oro como garantía.
Hace una semana, el gobierno volvió a recurrir al retiro de derechos especiales de giro, depositados en el FMI. Esta vez por mil 500 millones de dólares.
Estas tres operaciones del gobierno venezolano, han enviado una señal de alarma a los tableros situacionales de la banca internacional, y de los organismos multilaterales.
Las posibilidades de conseguir dinero
Si una persona requiere en una emergencia 5 mil bolívares, probablemente conseguirá quien se los facilite. Si la cifra es mayor, digamos de 10 mil a 15 mil, todavía tienes posibilidades. A lo mejor un grupo de amigos y familiares logra entre todos reunir esa cantidad.
Quien le preste, atenderá a dos aspectos, de los cuales, dependerá la decisión de prestarle. El primer aspecto, es si cuenta entre sus ahorros y disponibilidades, con esa cantidad.
El segundo aspecto, prestará mucha atención a la capacidad de pago de su necesitado amigo. Eso depende del nivel de sus ingresos mensuales.
Contando con la premisa, de que nadie presta para que no le paguen, el préstamo en si se transforma en un problema de magnitudes. Si alguien calza la posición de pagar lo que le prestaron cuando pase la premura, seguramente conseguirá quien le preste.
Es en la magnitud del monto, donde esta el principal problema, por cuanto nadie le pide prestado a quien no tiene.
Si a pesar de que la emergencia sea válida, la cantidad no es de unos pocos miles de bolívares, sino por el contrario de varios millones, probablemente no conseguirá quien lo ayude. Lo que aumentará su angustia, que desafortunadamente puede llevarlo a los extremos del desespero.
Incertidumbre a la vista
La pregunta clave es quién puede auxiliar a Venezuela, frente a estas necesidades de dinero. Al pasar revista por los nuevos amigos del país: Cuba, China, Argentina, Brasil, Rusia, Irán, entre otros, ni todos juntos, pueden llegar a esa cifra. Lo que lleva a la conclusión, de que será muy difícil cubrir la brecha. ¿De dónde saldrán esos fondos?