Economía

El maquillaje económico vía la manipulación estadística

La ciencia estadística nos proporciona herramientas para manejar colecciones de datos, hacer estimaciones y proyectar tendencias. De esta forma, podemos calcular el consumo promedio, cuando se espera que una variable crezca o decrezca; y hasta permite predecir valores futuros.

Sin embargo, como dicen los contratos de adhesión bancaria, “ciertas limitaciones aplican”. Es decir, las herramientas estadísticas no son muy “elásticas”, porque no siempre las podemos estirar hasta donde nos interesarían proyectar al futuro, o interpretar el presente.

Tal vez el ejemplo más fácil de entender, de cuando se estira la herramienta, haya sido la atribuida al político británico, Sir Winston Churchill. Él decía que la estadística era comerse cuatro panes, y al sacar el promedio de los que comían cuatro personas, decir que cada quien se comió un pan.

Es así que repartir el consumo –estadísticamente- puede ser una manera de maquillar la realidad. Como lo que sucede con el supuesto consumo de alimentos de la cesta básica. Los promedios se calculan, incluyendo las toneladas de alimentos que se perdieron en los almacenes; los que se fueron de contrabando hacia países limítrofes; o los que se pagaron, pero nunca ingresaron al país.

Otra manera de manipular las cifras, es subdividir el universo de la población a conveniencia. Eso que los encuestólogos llaman clases socioeconómicas A, B, C, D y E. Si una clase se vuelve demasiado abultada o disminuida, se elimina una clase y se reparte en otras dos; o se incluye la clase F, y se divide aún más.

Esto ocurre porque siempre la clasificación es de alguna manera arbitraria, y queda al juicio o conveniencia de quien maneja el cálculo estadístico. Lo curioso de estas manipulaciones, es que se parte de datos que son ciertos. Solo que la agrupación o la estimación de promedios puede llevar a conclusiones que no son siempre ciertas. Tales como ejemplo de comerse una sola persona cuatro panes, en un grupo de cuatro personas, y luego estimar el promedio de que cada persona se comió un pan.

En este caso, es verdad que había cuatro panes, y que los cuatro panes se los comieron. Es correcto el cálculo, que el promedio fue un pan comido por cada persona. Pero, no es verdad que cada persona se comió un pan.

Otros niveles de manipulación

En el manejo que suelen hacer los gobiernos, destaca uno muy utilizado en las comparaciones. Sobre todo cuando se quiere hablar de disminución o aumento de ciertos indicadores de desempeño económico. Tales son los casos de la inflación y el desempleo.

Cuando crece la inflación con respecto al mes anterior, se compara con la que existía en el mismo mes del año anterior, y se publica la comparación más favorable. Por ello, a veces se lee que la inflación es menor que hace un año; cuando se siente en el bolsillo que todo costó un poco más caro.

Igualmente se recurre a este estratagema cuando se revelan los índices de desempleo. Aunque cuando la cosa se pone difícil se ha visto en tiempos recientes cómo se recurre hasta a comparaciones semestrales o trimestrales.

Paradojas del maquillaje

Otra manera de maquillar las cifras y conducir a conclusiones erradas, es realizar cálculos utilizando datos que no se corresponden. Algo así como sumar peras con manzanas, pero diciendo que son manzanas.

En esta modalidad de manipulación, propia del cuello blanco, se utilizan números a conveniencia en un caso, para compararlos con otros números. Como por ejemplo, lo que sucede con el aumento de gasolina en el Táchira; o lo que sucede con los precios de los vehículos nuevos.

En el caso de la gasolina, si se va a comparar el precio en dólares, se debe utilizar como tasa de cambio en Venezuela, aquella a la cual cambia sus dólares por bolívares por Pdvsa, es decir 6,30. Si se vende el litro a 50 bolívares, los tachirenses que ganan en bolívares, pagan a casi 8 dólares el litro.

En cuanto al bachaquero, que la compra a 50 bolívares para venderla en Colombia a 0,62 dólares, hay que utilizar el dólar a 611, 25, que es la tasa a la cual él la venderá. Por que ese bachaquero viene a comprar, habiendo cambiado dólares a 611,25 bolívares.

¿Es que un cálculo es verdad y el otro es errado?. No, los dos cálculos son ciertos, todo va a depender desde qué lado de la frontera se realice. Lo que no se puede hacer es decir que los bachaqueros compran a 7,92 dólares el litro en Venezuela, y venden en 0,62 dólares el litro en Colombia. Los bachaqueros a lo mejor no tendrán mayor educación y linaje, pero nadie va a creer que son tan tontos como para vender bajo pérdidas.

Percepción real de las cifras

La realidad sentida y vivida en el bolsillo y en el estómago, es la mejor prueba que se necesita para saber si las cifras e índices que se presentan son verdad o mentira. Por ello, quienes llevan la estadísticas recurren en casos extremos a ocultar los principales indicadores. Tal ha sido el caso del llamado desabastecimiento de productos de la cesta básica, un índice que últimamente está tan escaso, como los productos que pretende reflejar.

Cuando el desabastecimiento es abierto y generalizado, caracterizado por grandes colas a las puertas de abastos, mercados y supermercados, y los estantes están vacíos, el índice de desabastecimiento no se publica. Algo brutal, pero sencillo.

Aunque el más tradicional recurso, al que recurren los gobiernos autoritarios o con el talante de querer serlo, sea simplemente inventar las cifras. Nadie sabe de dónde las sacaron. Pero esas son “las que son”.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba