El extravío del mercado
La crisis del desabastecimiento y de la inflación pretende solventarla el gobierno mediante una directa y masiva importación de insumos, con la correspondiente distribución de Mercal, Pdval u otra entidad existente o por existir. Unicamente por ésta vía, cree garantizada la seguridad y la soberanía alimentarias del país que, al compararla con los años o décadas anteriores, evidentemente ha lesionado.
Lo significativamente político reside en los operativos de colocación de alimentos que están evidentemente subsidiados, atentando contra toda lógica del mercado, pues así lo permiten los súbitos excedentes petroleros insostenibles en el tiempo. Por lo demás, el consumidor accede a los productos y marcas que haya, sin posibilidad de elegir en atención a la calidad y al precio mismo.
El consumidor es apenas un receptor despersonalizado del gesto bondadoso del gobierno: no es cuando lo deseé o quiera, sino cuando los haya y los ofrezcan, aceptándolos a través de esos operativos en masa. Y ocurre así, por ejemplo, con las resonancias magnéticas que gratuita y periódicamente brinda el régimen: deben acudir cuando la suerte y la paciencia favorezcan al usuario.
No hay una mínima interrogación sobre los resultados de las empresas de producción social, ni del resto de las estatizadas o nacionalizadas, pues, incontables, forman parte de las marchas y contramarchas acumuladas en casi diez años. Ineficaces y fuentes idóneas para la corrupción, no existe un adecuado y convincente foro político para ventilarlas, examinarlas y hasta mejorarlas si fuere el caso, porque ni siquiera el parlamento se atreve a una libérrima evaluación de los planes de desarrollo económico y social, por lo menos, parecido al debate suscitado por los otrora planes de la nación.
Asistimos a una pérdida de la noción básica del mercado en una economía campamental, con la importación directa y masiva del Estado de aquellos insumos esenciales que tan sólo distribuirá según políticamente le convenga. De nada valen las experiencias de Europa Oriental, ni la cubana (por cierto, uno de los mercados laborales más criminalmente flexibles, sin sindicatos, contratación colectiva, etc.). Y valga acotar, con parlamentarios que no gozan de inmunidad y se reúnen pocas veces al año.
El extravío llevará a una quizá disfrazada tarjeta de racionamiento, por lo que no tardará en volver Jorge Giordani para enderezar un poco más los entuertos de Haiman El Troudi, como un día le tocó hacerlo después de Felipe Pérez. No obstante, el problema radica en la mentalidad atrabiliaria del Presidente de la República.