Economía

El drama de los gerentes de la nueva PDVSA

Ahora que PDVSA es del pueblo, yo me quedo abismado por la calidad y versatilidad que tienen sus gerentes. No sólo tienen que afrontar la gigantesca tarea de hacer funcionar una empresa que perdió de golpe 20.000 profesionales que acumulaban más de 300.000 años-hombre de experiencia, que ya de por sí es un reto monumental que requiere trabajar mucho más que las ocho horas hábiles de cada día, sino que ahora tienen que afrontar un montón de tareas sociales que les ocupan la mayor parte de su tiempo. Hacer que PDVSA sea del pueblo implica ciertos sacrificios.

Pero por encima de convertir a PDVSA en una empresa del pueblo, la labor más difícil es convertirla en una empresa de los pueblos. Me explico. Para hacer obras sociales hay que organizarse, asignar recursos y administrarlos, todas éstas son tareas gerenciales y se pueden realizar, pero cuando se pone sobre los hombros de estos pobres gerentes la tarea de ser la vanguardia de la lucha contra el imperialismo a escala mundial, el objetivo rebasa todas las capacidades técnicas y gerenciales.

Porque hay que reconocer que nuestro liderazgo en la lucha contra el imperialismo es ante todo un liderazgo petrolero. Así, nuestro adalid va por el mundo ofreciendo un nuevo modelo de desarrollo, que no sea competitivo sino que busque las complementariedades y la solidaridad, pero a la hora ofrecer solidaridad lo que nosotros ponemos en la mesa es fundamentalmente petróleo.

Así nuestros gerentes se tienen que ocupar de instalar una refinería en Uruguay, otra en Recife, otra en Jamaica y otra en Cuba, si no se me olvida alguna más; tienen que afrontar la construcción de un gasoducto a la Guajira colombiana y otro hasta la Patagonia; operar una red de estaciones de gasolina en Argentina y otra en Brasil; refinarle crudos a Ecuador y suministrar diesel a Bolivia. Apenas unas cuantas tareas nuevas que tienen que sumar a su ya larga lista de obligaciones.

Lo peor es que cada vez que nuestro iluminado se da un nuevo viajecito, que es a cada rato, surgen otros retos inéditos. El último fue en Panamá, en donde construiremos una refinería para 150.000 barriles y un poco más adelante un gasoducto. No quiero ni imaginarme los dolores de cabeza del gerente de planificación de PDVSA, debe estar desesperado pensando que ahora viene un viaje a Corea del Norte y a lo mejor resulta que tenemos que planear una nueva refinería en Pyongyang.

Lo peor es que sólo en el ámbito interno las tareas ya son monumentales. Al trabajo de levantar y mantener el nivel de producción petrolera y echar a andar los viejos proyectos gasíferos costa afuera, se suma actualmente manejar los convenios operativos que ahora son empresas mixtas con mayoría de PDVSA y, por lo que se oye, pronto se agregarán las asociaciones estratégicas de la faja. Al mismo tiempo tendrán que construir una refinería en Caicara y otra en Barinas, simples nimiedades. Con razón no han tenido tiempo para interconectar las redes de gas por medio del ICO y atender al déficit interno de este combustible.

Son tareas que nuestros gerentes atienden en los ratos libres, mientras organizan la Misión Ribas y el conjunto de obras sociales que permiten que la empresa ahora sea del pueblo. Con todos estos conejos en el asador, a nadie le puede extrañar que de vez en cuando se les queme alguno, como lo han demostrado hasta la saciedad la cantidad de accidentes fatales que están ocurriendo en nuestras refinerías.

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