El dinero bueno y malo del presidente.
Como en la historieta juvenil americana, de F Baum, alegórica y elegía al populismo americano a finales del siglo XIX durante el periodo del bimetalismo, del oro y la plata como dinero, historia que contaba las glorias del populismo americano de esa época, el Presidente Chávez aplica también una curiosa visión del dinero. En aquellos tiempos, el populismo americano favorecía la inflación producida por el dinero expresado en plata, que permitía una expansión sin límites de la oferta monetaria en línea con la abundante plata que depreciaba su valor, para ser gastado por los gobiernos para “resolverle” los problemas a los pobres.
Hoy como ayer, las cosas, al menos en el paraíso bolivariano han cambiado poco en ese terreno; en nuestro entorno, el Presidente llena su alcancía y alforjas del gasto del Estado con dinero, de ambos tipos, el malo y el bueno, que como en la ley de Gresham sabemos que el ultimo se come al primero; del malo –bolívares- que pierde valor día a día por la inflación que su administración produce y con dinero de mucho valor –el bueno en dólares- de las reservas internacionales, tomadas por confiscación y que por ello indujo perdida patrimonial del BCV, sin que nadie reclame responsabilidad para ser juzgado.
A estos flujos de real hay que agregar los que provienen por financiamiento monetario –dinero del malo- que el propio BCV – el banco que soñó el Che Guevara cuando era Presidente del banco de Cuba- le ofrece en volúmenes cercanos al 4.5 % en términos del PIB; a los que provienen del monumental endeudamiento publico –dinero del malo también- que se acumula y crece cinco veces durante su gobierno, y al que provienes del petróleo cuyos precios multiplican por cuatro el ingreso fiscal petrolero –dinero del bueno- todo ello con un pueblo sumiso y atormentado, exprimido por los crecientes impuestos y el autoritarismo de su cobrador; SENIAT.
Todo ese caudal de recursos financieros y monetarios bajo su única responsabilidad fiscal y ejercicio político le ha permitido al Presidente no solo hacer populismo adentro, sino también exportarlo en subsidios petroleros, créditos baratos, muchos de ellos incobrables, compra de bonos emitidos por otros países del área con un historial de default en su haber que, sin embargo no impide al Presidente tomar elevado riesgo al adquirir bonos con dinero que no le pertenece, sin tomar en cuenta que mala administración de dinero públicos por omisión o comisión son causal de juicio por responsabilidad administrativa, por lo menos.
El manejo y la administración financiera de esos fondos y reales públicos realizado son control por parte del poder contralor han destruido las instituciones, el Presidente los reparte – sin contar con mandato legal para ello- a su paso por el mundo, subsidia los precios del petróleo, regala viviendas a otros países, sabiendo o desconociendo que en Venezuela hacen falta para los pobres mas de dos millones de viviendas, financia en Caracas una monumental concentración de comunistas jóvenes, regala medicinas, hospitales y otra vitualla bolivariana en exterior cuando en Venezuela se llega a extremos que se mueren enfermos en hospitales públicos por falta de oxigeno, cuando las escuelas se caen y sus maestros devengan salarios que los corroe la inflación que el mismo gobierno transforma en impuesto –inflacionario- para incrementar sus ingresos fiscales.
La ultima excentricidad financiera del Presidente Chávez lo constituye los anunciados subsidios a ciudadanos norteamericanos de bajos ingresos, para el uso de combustibles, por intermedio de reconocidos buscadores de renta de la política americana asentados tanto en el Congreso como en Hollywood, sin que nadie de su entorno le informe que el presupuesto americano dispone de partidas especiales para esos gastos en el extremo.
El mínimo común denominador de esta readaptada versión del Mago de Oz la constituye el hecho de que el Presidente anuncia reparto de dinero, casas, petróleo, vitualla, sin contar con las reglas legales ni poderes que pidan cuenta de los reales públicos.
