El control de precios viola la ley
What is the species of domestic industry which his capital can employ, and of which the produce is likely to be of the greatest value, every individual, it is evident, can, in his local situation, judge much better than any statesman or lawgiver can do for him. The statesman who should attempt to direct private people in what manner they ought to employ their capitals would not only load himself with a most unnecessary attention, but assume an authority which could safely be trusted, not only to no single person, but to no council or senate whatever, and which would nowhere be so dangerous as in the hands of a man who had folly and presumption enough to fancy himself fit to exercise it.
Adam Smith
The Wealth of Nations
New York: Random House, Inc., 1994, p. 485
¿Cuál es la especie de industria doméstica cuyo capital puede emplear, y cuya producción es probable que sea del mayor valor?; cada individuo, es evidente, puede, en su situación local, juzgar mucho mejor que lo que cualquier estadista o legislador puede hacerlo por él. El estadista que intentase dirigir a las personas privadas en cuanto a las maneras que ellas deberían emplear sus capitales, no sólo se cargaría a sí mismo con una atención de lo más innecesaria, sino que asumiría una autoridad que podría ser confiada con seguridad, no sólo a ninguna persona, sino a ningún consejo o senado cualquiera; y que no sería más peligrosa en ningún lugar, que en las manos de un hombre que fuese lo suficientemente tonto y presuntuoso como para fantasear que él es competente para hacerlo.] Adam Smith
La Riqueza de las Naciones
Nueva York: Random House, Inc., 1994, pág. 485
El famoso libro de la cita de arriba fue publicado originalmente en 1776, y constituye el primer tratado verdaderamente científico, sobre las ciencias económicas—las leyes que descubrió Adam Smith y que explicó en ese texto, son tan rígidas como las leyes de la Física, la Química o la Biología—porque no son inventos (como las supercherías “económicas”—muy entre comillas—que inventó el pensador alemán Karl Heinrich Marx—y plasmó en tres gruesos mamotretos titulados: “Das Kapital” [El Capital], y que fueron publicados; respectivamente en 1867, 1885 y 1894)—sino que son descubrimientos obtenidos de la meticulosa observación y análisis de la realidad económica, por lo que contrariar las leyes de la economía que descubrió Adam Smith, es equivalente a contrariar las leyes de la física descubiertas por Isaac Newton, Albert Einstein y muchos otros científicos.
Si un ingeniero aeronáutico volase un avión diseñado por él contraviniendo las leyes de la física no tendría otro destino que estrellarse y perder la vida por culpa de su arrogancia y necedad—exactamente lo mismo ocurre con los gobiernos que dirigen la economía de sus países contraviniendo la Ley de la Oferta y la Demanda:
Esta ley es mostrada en el gráfico de la próxima página; donde, el precio (P) de un producto es determinado por el balance entre la producción a cada determinado precio (suministro S) y los deseos de aquellos con el poder de compra a cada precio (demanda D). El gráfico muestra un incremento en la demanda desde D1 hasta D2 simultáneamente con incrementos en precio y cantidad vendida (Q1 y Q2) del producto.
Los venezolanos llevamos ya más de nueve años experimentando en carne propia, las nefastas consecuencias que produce el gobierno nacional al violar la ley de la oferta y la demanda, mediante la fijación de precios por decreto y el control de esos precios; compulsivamente, usando a la fuerza pública (INDECU, Guardia Nacional, Policías, etc.).
El Control de Precios Viola la Ley de la Oferta y la Demanda: y por más que el gobierno se empeñe en bajar los precios desde P2 hasta P1—en el gráfico de arriba—la curva de la demanda, se mantendrá en el nivel D2—del gráfico de arriba—y será satisfecha por los contrabandistas, y los expendedores de productos que venden a precios más altos que los fijados por decreto—y ni el mayor ejército del mundo podrá obligar a los vendedores y consumidores a vender y comprar a los precios que fija el gobierno, porque todos los soldados de ese ejército también son consumidores que están obligados a poner en los platos de sus familiares y de ellos mismos los alimentos que necesitan, y a cubrir sus cuerpos con el calzado y vestuario que necesitan y a pagar el alquiler o el precio de las viviendas que necesitan—y así con todo otro bien o servicio que necesiten.
Lo más tenebroso de esa Ley de la Oferta y la Demanda, es que ella se cumple siguiendo el poder de compra de los consumidores, lo que quiere decir, que mientras menor sea el poder de compra de un consumidor, más profundo se sumirá en su pobreza y miseria, mientras el gobierno siga empeñado neciamente en violar la Ley de la Oferta y la Demanda.
El lunes 26 de mayo de 2008, el diario 2001, publica un reportaje de la periodista Lisa Robles, quien citando Presidente del Instituto Nacional de Estadística (INE), Elías El Juri, informó que éste declaró, que: “la canasta básica, que incluye gastos de salud, transporte, recreación, entre otras erogaciones, alcanza los 1.400 bolívares Fuertes, es decir, 1 millón 400 mil bolívares.”—una cantidad muy superior al salario mínimo que acaba de ser aumentado el 1ro. de mayo a 799.000 bolívares—lo que evidencia indiscutiblemente, que los venezolanos de menores ingresos continúan hundiéndose cada día más en la pobreza y la miseria—como pronostica inequívocamente la Ley de la Oferta y la Demanda, que el gobierno nacional sigue empeñado en violar, mediante el control de precios.
El gobierno nacional no es el único culpable, sino también todos los políticos de la oposición, quienes en vez de estar luchando por imponer sus candidaturas para los cargos públicos que se repartirán en las elecciones regionales del próximo mes de noviembre, deberían estar alzando sus voces por los millones de niños venezolanos que sin duda están padeciendo de desnutrición—calamidad extrema—porque esos niños no serán capaces de desarrollar normalmente sus cerebros, los que continúan desarrollándose en el ser humano desde que nacen hasta aproximadamente los 22 años de edad, como acaban de comprobar recientemente los científicos.