El consumo de electricidad no sólo mide el progreso económico
La electricidad no sólo se usa para hacer funcionar las cajas registradoras de los expendedores y las computadoras que manejan la contabilidad de las empresas; prácticamente se usa en todos las actividades de la vida moderna, y por ello también mide el progreso social, el estado de la salud de la nación, y hasta los niveles de felicidad de que disfrutan los habitantes de cualquier país, región, ciudad, pueblo, aldea o caserío.
Hasta cuando una persona pasea por algún lugar silvestre de la naturaleza; acuático, terrestre o aéreo, llevar consigo artefactos que funcionan con baterías eléctricas (como linternas, radios, cámaras, marcapasos, y otro largo etcétera), mejora su seguridad personal, protege a su salud y lo hace más feliz—y las baterías no “crecen en los árboles” son producidas mediante procesos industriales muy complejos.
Cuando un hogar, oficina o fábrica se queda sin electricidad, se incrementan los riesgos sanitarios y de incendio; ya que por ejemplo, en vez de usar bombillos para iluminar los ambientes y plaquitas antizancudos que funcionan en dispositivos que se enchufan en tomacorrientes, deben usar velas, antorchas, chimeneas, insecticidas en forma de aerosol o de espirales combustibles, que proporcionan no sólo un mayor riesgo de inhalación de gases tóxicos por parte de niños, jóvenes, adultos, ancianos y sus mascotas, y de iniciar un incendio, sino que incrementan las posibilidades de que puedan ser infectados por zancudos portadores de enfermedades como el dengue, el paludismo, y muchas otras.
De igual manera; cuando se interrumpe el servicio de energía eléctrica no sólo dejan de funcionar los aparatos acondicionadores de aire, sino también los ventiladores más asequibles a las personas menos pudientes y las neveras y cavas donde resguardan sus alimentos tanto pobres como ricos—sin distinción.
Y ni hablar con lo que ocurre en un hospital, en un sistema de transporte masivo, y hasta en hogares con personas con necesidades especiales de salud, cuando éstos se quedan sin electricidad.
Por ejemplo, el peso promedio de la pierna de una mujer de 58 kilos de peso, está entre 4 y 5 kilos—que su corazón debe levantar cada vez que sube un escalón de su barrio, edificio, casa o urbanización—es decir, es como si estuviera en un gimnasio, y si su edad es avanzada; o muy tierna, y su salud tiene alguna debilidad, este esfuerzo físico podría resultar peligroso y un “calvario” que puede subirle la tensión arterial y angustiarla, haciéndola infeliz.
Por ello, toda nación debe manejar con mucha seriedad los censos de población y vivienda y los programas de ampliación de las fuentes de energía eléctrica y de su mantenimiento a lo largo de su vida útil. Los censos le dicen a los gobernantes el nivel de crecimiento demográfico (del número de niños, jóvenes, adultos y ancianos), y con ello pueden calcular las futuras demandas de energía y los presupuestos que serán necesarios para atender esas demandas—tanto de construcción, instalación y puesta en servicio de nuevas fuentes de energía eléctrica, como los que se destinarán para su mantenimiento.
Las actuales y nuevas generaciones de venezolanos, necesitan saber operar las computadoras y sus software desde la escuela primaria—y no sólo para que aprendan a navegar por la red y usar las páginas de TouTube, Facebook y Twitter; o los buscadores Google y Yahoo, por ejemplo, sino para poder desempeñarse en cualquier ocupación laboral que escojan o se vean obligados a desempeñar—y las computadoras no funcionan con leña ni con bosta de ganado.