Economía

El conflicto de PDVSA y la política petrolera para el futuro

Por si faltaran sorpresas en la Venezuela convulsionada de estos tiempos, somos testigos del conflicto planteado entre el personal de PDVSA y el presidente Chávez por el nombramiento de una nueva junta directiva que viola la tradición de meritocracia tan cara a esta empresa. Ciertamente, es cómo nombrar un capitán, por más bueno que sea su desempeño, Comandante del Ejército. Hay quienes tienen, sencillamente, más “méritos”, conforme a los criterios de la institución. De manera que la verdadera discusión es en torno a la legitimidad o no de los criterios con los cuales (%=Link(«http://www.pdv.com»,»PDVSA»)%) ha construido esta meritocracia.

Hasta ahora la gerencia de PDVSA se ha cuidado de objetar la potestad legal del Presidente de designar esta Junta Directiva. Tampoco se ha criticado en público el nombramiento de Parra Luzardo como Presidente de la empresa o de Carlos Mendoza como director externo, a pesar de que sus respectivas carreras académicas coinciden en su obsesión por censurar la conducción de la empresa estatal. Otra cosa, empero, ha sido la posición frente al nombramiento de los directores internos. ¿Cómo explicar que se haya tomado una decisión abiertamente contraria a los valores corporativos de PDVSA, que haya provocado tanto conflicto?

El empeño por imponer una directorio “monocolor”, que no exprese opiniones divergentes con la visión que de la empresa tiene Chávez, no parece obedecer a la simple torpeza. Como no pudo encontrarse en la gerencia máxima quien compartiese la visión que, en materia petrolera, tiene la “revolución” chavista, hubo de hurgar hacia abajo hasta conseguir quienes pudieran llenar este requisito. Se impone así un criterio político-partidista que rompe con el sano equilibrio que debería existir entre las pretensiones de política petrolera que pudieran reflejar los nombramientos externos a PDVSA, y la visión gerencial experimentada de quienes alcanzaron las máximas posiciones luego de décadas manejando facetas diversas del negocio petrolero. En fin, ¿Para qué sirve PDVSA? ¿Cuál es su misión? ¿Qué debe orientar su gestión?

La visión que emerge de las declaraciones de (%=Link(«http://analitica.com/bitblioteca/hchavez/default.asp»,»Chávez»)%) es clara: PDVSA ha reservado para sí una proporción creciente del ingreso petrolero, mermando su aporte fiscal. Estos ingresos pertenecen a todos los venezolanos. Como el Estado representa a la Nación le toca velar por nuestros intereses, enfrentando los gastos dispendiosos de la empresa –“los groseros privilegios de sus ejecutivos”- para maximizar el ingreso fiscal petrolero. Esta visión se inspira en Francisco Mieres, académico jubilado, quien ha viene insistiendo desde hace décadas en la necesidad de develar la “caja negra” que es la gestión de PDVSA. Los ambiciosos proyectos de inversión diseñados por la empresa ante los desafíos que plantea el negocio petrolero en la economía globalizada de hoy, no serían sino “invenciones” para incrementa el poder de los altos ejecutivos y restarle dinero al país. Aquí entrarían los emolumentos internos que premian la meritocracia –“mitocracia” en palabras de Mieres.

Sin duda, la eliminación de gastos aumenta las ganancias que, en el corto plazo, declara la empresa y, con ello, se pagan más impuestos y dividendos al Estado. Este año, evitar la caída del ingreso fiscal petrolero pudiera convertirse en la tabla de salvación del gobierno, por razones de todos conocidos. Por demás, dada la necesidad de mantener los recortes de la producción para defender los precios, muchos de los gastos de PDVSA no se justificarían.

El problema está en que este argumento contradice abiertamente los planes corporativos de PDVSA, aprobados a su vez por el (%=Link(«http://www.mem.gov.ve/»,»MEM»)%). La ampliación de la capacidad productiva petrolera a 5,8 millones de b/d para el 2009 –3,9 millones a cargo de la propia PDVSA- la atracción de inversiones extranjeras para actividades exploratorias y la explotación de campos marginales y el desarrollo de la ORIMULSIÓN, entre otros objetivos plasmados en estos planes oficiales, no tienen sentido alguno si, en la práctica, el país se compromete de manera recurrente a mantener niveles bajos de producción. Así como no se puede generar escenarios de crecimiento económico en el largo plazo a partir de una sucesión de ajustes contractivos de corto plazo, no puede pretenderse desarrollar capacidad productiva conforme a los planes de expansión aprobados si se subordina la actividad petrolera a la defensa de los precios.

Por demás, la simple manutención de la capacidad productiva actual requiere de considerables gastos, dado el envejecimiento de nuestros yacimientos. Reabrir pozos cerrados es casi como empezar de cero: en absoluto se trata simplemente de “reabrir el grifo”. Aprovechar la reactivación de la demanda mundial por crudos que traerá la recuperación de la economía estadounidense y de otros países desarrolladas, requiere de capacidad de respuesta instalada que no se crea de la noche a la mañana. Ser un proveedor energético estable y confiable del mercado estadounidense amerita inversiones en exploración y desarrollo de campos, así como en la logística de bombeo, refinación, distribución y envío. Si queremos más “valor añadido”, hay que invertir en tecnologías, en mayor capacidad (y profundidad) de refinación, en el desarrollo de productos más “limpios”. Todo ello requiere una gestión calificada, identificada con objetivos claramente definidos de desarrollo para el largo plazo. Eso no se improvisa.

¿A qué obedecen los criterios meritocráticos de PDVSA? Precisamente a la necesidad de fomentar una cultura empresarial capaz de desempeñar, con la máxima eficiencia y el mayor beneficio posible en el tiempo, las tareas que demanda el cumplimiento de las metas que conforman la visión de la empresa, arriba expresadas.

Nadie discute la necesidad de reducir gastos. Cada nuevo Presidente designado bajo Chávez para dirigir PDVSA llegó a la empresa con una lupa para examinar los gastos y cada uno se fue convenciendo, en la medida en que la alta gerencia les informaba de los “intríngulis” del negocio, que los “gastos dispendiosos” no eran tales. Chávez no hace sino expresar su frustración cuando afirma que ninguno de los designados supo cumplir su misión.

Forzar un recorte de gastos para aumentar impuestos, declarar dividendos y cubrir el hueco fiscal de este año, simplemente inicia la muerte lenta de “la gallina de los huevos de oro”. Utilizar el sueldo de Bs. 15 millones que tiene un ejecutivo máximo para incitar la indignación de tanto pobre que las políticas de éste y de los gobiernos anteriores ha generado, es una maniobra baja. Cualquier empresa de clase mundial paga DIEZ VECES esa cantidad para sus ejecutivos en jefe. Simplemente crean muchísimo más valor para la compañía. Cabe recordar que PDVSA ha sido “rankeada” reiteradas veces por parte de revistas especializadas, entre las mejores empresas petroleras a nivel mundial en razón de diversos indicadores que miden desempeño y capacidad de generar beneficios hacia futuro. Esto habla muy bien de la capacidad profesional de los empleados petroleros. Podría argumentarse, empero, en alusión a las enormes rentas que depara la venta del petróleo, que “en el país de los ciegos, el tuerto es rey”. Sin embargo, esta situación ha venido cambiando de manera acelerada. Se evidencia una competencia creciente en la industria energética: para el futuro las empresas que no estén bien posicionadas saldrán perdiendo. En fin, ¿A que se deben las mega-fusiones recientes (Exxon-Mobil, BP-AMOCO y tantas otras)? ¿Podemos seguir confiados en que, sin mayores esfuerzos, continuaremos cosechando los ingresos petroleros a que estamos acostumbrados?

La situación planteada hace pensar que los propósitos del gobierno llevarán a descabezar la alta gerencia de PDVSA. Ello permitirá desmontar los planes de expansión en ejecución y producir ahorros inmediatos. Pero si esta visión triunfa, habremos presenciado el entierro de la capacidad competitiva de nuestra empresa líder. No tengo la menor duda de que la imposición de un directorio totalmente incondicional a Chávez habrá de generar ineficiencias, oportunidades perdidas y fuga de talentos -capital humano- cuyo costo es inconmensurablemente mayor que los “ahorritos de pulpero” que traerán los recortes esperados.

Todo lo anterior se inscribe, evidentemente en la discusión sobre la política que debe instrumentar el país. ¿Es preferible seguir con la actual política de recortes, sacrificando producción y participación de mercado? La respuesta a esta pregunta amerita examinar los siguientes datos:

    1° El promedio histórico del barril de petróleo venezolano entre los años 1974 y 2001 está en torno a los USA $ 17/barril. Ello indica que el de la canasta OPEP no llegaría a los 20 dólares. Intentar mantener la actual banda de precios (22 a 28 $/barril), ignora esta realidad.

    2° Pero tampoco este precio histórico parece poder mantenerse en el tiempo. Desde el lado de la oferta, los desarrollos tecnológicos han abaratado la extracción de campos de alto costo, como los del Mar del Norte, ampliando el acceso a la explotación de muchos yacimientos que antes no se justificaba económicamente. Por otro lado, muchos países están flexibilizando sus regímenes fiscales para “rentabilizar” operaciones petroleras otrora marginales y atraer inversiones extranjeras. Venezuela jugó esta carta cuando negoció la rebaja de la regalía para algunos proyectos marginales, pero la nueva Ley de Hidrocarburos eleva este tributo. Por último, la política de precios de la OPEP no hace sino hacer más atractiva la incorporación de nuevos yacimientos a la producción. Cabe mencionar, en particular, la expansión agresiva de la producción Rusa, que amenaza con desplazar a Arabia Saudita como principal exportador de petróleo en tan sólo cuatro años.

    3° Desde el lado de la demanda, los altos precios aceleran la sustitución de petróleo por otras fuentes (ver abajo) y el ahorro energético. La elasticidad ingreso de la demanda ha pasado de ser 1,6 a principios de los 70 a sólo 0,7 a mediados de los ‘90. Es decir, por cada aumento de un 1% en el ingreso mundial, la demanda crece ahora menos que proporcionalmente -0,7%- cuando hace veinte años aumentaba en un 1,6% (más que proporcionalmente). Es obvio que estas tendencias, tanto desde el lado de la oferta como de la demanda, presionarán los precios hacia la baja. Definitivamente, cualquier noción de precio de equilibrio de largo plazo sitúa al barril de OPEP bastante por debajo de las metas expresadas en la actual banda.

    4° Los recortes de producción impiden aprovechar el enorme efecto multiplicador que tiene la explotación y refinación del petróleo en Venezuela sobre las actividades industriales, fundamentalmente química y metalmecánica, como de la construcción, la ingeniería y los servicios. Basta con recordar la enorme expectativa positiva que motivó los planes de Desarrollo Armónico de Oriente (DAO) durante los años 96 y 97 motivados por la cuantiosa inversión petrolera programada para esa parte del país. Este efecto multiplicador es decisivo para la tan anhelada reactivación del aparato productivo venezolano. ¡Y pensar que TODAVÍA hay quienes hablan de la actividad petrolera como una de “enclave”!

    5° La defensa de los precios a cómo de lugar simplemente refuerza la política rentista que ha mostrado de manera tan fehaciente su fracaso. A menor producción, mayor precio y mayor renta, lo cual genera mayores ingresos fiscales. La monetización de esta mayor renta a través del gasto público sobrevalúa aun más el bolívar -no hay contrapartida productiva a esta mayor capacidad adquisitiva- y deteriora la capacidad competitiva de los sectores transables no petroleros. Mientras que la actividad petrolera y la manufactura tenían pesos similares en el PIB total del país en 1987 (19 y 18%, respectivamente), hoy el petróleo más que duplica el peso de la manufactura (29% vs. 14%). A su vez, el desempleo no baja del 13%. Nos hemos hecho cada vez más dependientes del petróleo y, por ende, cada vez más vulnerables ante la volatilidad del mercado mundial de este producto.

    6° No podemos vivir sólo de petróleo. De distribuirse en Venezuela TODO el ingreso petrolero, le tocaría sólo 2$ y pico diarios a cada habitante. El ingreso fiscal petrolero reduce esta cifra a poco menos de un dólar por venezolano. O desarrollamos nuevas fuentes de empleo -al lado del petróleo- o nos resignamos a ser por siempre pobres.

    7° Asusta que, finalmente, se asomen alternativas energéticas que sí podrán significar el fin del petróleo como fuente energética principal. Me refiero al desarrollo de pilas de hidrógeno anunciadas por varias empresas automotrices (GM, Daimler-Chrysler, entre otras). Si bien cada vehículo con esta tecnología costaría producirlo hoy varios millones de dólares, ya se desató la carrera para resolver los problemas técnicos que permitan su producción competitiva en el tiempo. Pongámosle un horizonte temporal de 10 años, de 20 años, de 30 años antes de que ello sea factible. El 70% del petróleo que se consume en EE.UU. es en forma de gasolina para automóviles. La producción venezolana de petróleo, al ritmo actual, da para unos 60 años, si sólo se consideran las reservas probadas convencionales. Con las reservas probables y la faja del Orinoco, da para todos los años del mundo. ¿Dónde vamos a colocar ese petróleo, sobre todo si nos negamos a realizar las inversiones que permitan un mayor procesamiento aguas abajo para generar productos de más valor agregado? La defensa de precios altos de petróleo sólo acelerará la aparición de esta nueva tecnología en el mercado. Una política más inteligente, de precios menores, puede hacerla no competitiva durante un tiempo todavía considerable.

Una política petrolera alternativa no tiene por qué reducirse a “abrir los grifos” al máximo. Pero está claro que a los venezolanos nos sale pensar y discutir cómo pasar de la actual trampa de sacrificar mercado para aumentar renta -porque este es nuestro único ingreso ya que el país ahorita no es competitivo en más nada- a una estrategia basada en mayor producción, mayores efectos multiplicadores y bases menos vulnerables al ciclo petrolero para un crecimiento sostenido hacia el futuro. ¿Cómo realizar esta transición con el menor costo posible en términos de descalabro de precios? Para eso necesitamos los mejores talentos en PDVSA y el gobierno. ¡Queda al lector la interpretación de lo que esto significa!

Economista, Profesor de la UCV E-mail: (%=Link(«mailto:[email protected]»,»[email protected]»)%)

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