El Banco del Mundo
Desde los acuerdos de Bretton Woods (1944), el nombramiento de los jefes del BM y del Fondo Monetario Internacional ha recaído en un estadounidense y en un europeo, respectivamente. El arreglo es insostenible en el siglo XXI.
La institución nunca ha sido propiamente mundial. Es más bien un banco del G-7 que responde a sus intereses estratégicos. No hay correlación entre el desarrollo de los Tigres Asiáticos y el monto de los préstamos otorgados. Brasil, China, India y Rusia, que hoy están entre las 11 primeras economías del mundo, están sub-representados. Las reformas del organismo marchan a paso de morrocoy.
Aunque hubo un simulacro de designación por mérito, Norteamérica y Europa hicieron uso de su poder de voto para nombrar como nuevo presidente al candidato de la Administración Obama, el profesor de salud pública, Jim Yong Kim; pero hasta la revista conservadora británica The Economist estimó que éste, sin demeritarlo, no reunía las credenciales del cargo, y respaldó a la economista nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala, ministra de Finanzas, a quien se le acredita el haber ordenado las finanzas públicas y haber sido exitosa funcionaria y directora ejecutiva del Banco en representación de su país.
La designación ha favorecido al profesor coreano-americano, como antes ocurrió con el nombramiento de la europea Christine Lagarde al frente del FMI, en lugar del calificado economista mexicano Agustín Cartens. Se perdió otra oportunidad para dar un golpe de timón en los anquilosados organismos multilaterales, cuyas reformas no deben postergarse más.