El anclaje cambiario
Uno de los rasgos importantes de la actual política económica es el anclaje cambiario para reducir la inflación. Aparentemente existe la idea de ir hacia un régimen de tipo de cambio fijo en el futuro.
La literatura sobre la escogencia del régimen cambiario tiende a enfocar el problema como un trade-off entre credibilidad y flexibilidad. Por ejemplo, este es el enfoque de Edwards en un trabajo relativamente reciente, Exchange Rates in Emerging Economíes: What Do We Know?. What Do We Need To Know?, el de Frenkel, Rodrik, o los de Frieden y Stein para América Latina.
Polarizando los posibles tipos de régimen en uno flexible y otro fijo (lo cual está lejos de la realidad), se supone que el régimen de tipo de cambio flexible permite tener una política monetaria independiente y dar a la economía flexibilidad para adaptarse a shocks internos y externos, incluyendo cambios en los términos de intercambio y las tasas de interés. Sin embargo, esta flexibilidad tiene un costo: perdida de credibilidad, lo cual está asociado con tasas más altas de inflación. Alternativamente, en el régimen de tipo de cambio fijo se reduciría la flexibilidad para amortiguar el ciclo pero se ganaría en credibilidad (con relación a las políticas económicas) debido al alto costo de abandonar el régimen. Adicionalmente modera las expectativas de precios y salarios, y por tanto tiende a reducir la inflación a su nivel internacional.
La «economía política» que podría sustentar este tipo de «política económica» es la legitimación que se podría conseguir al mejorar simultáneamente los salarios reales y la situación de empleo en una situación de auge en el sector externo. Aparentemente, esto fue lo que se intento el año pasado, basados en el importante shock positivo del petróleo, con resultados muy modestos. Según los análisis de Frieden y Stein, los regímenes políticos de corte autoritario en América Latina se inclinan a adoptar un tipo de cambio fijo para obtener legitimidad, sobre todo si en la estructura económica el sector transable distinto al exportable de materias primas es débil, por lo que su poder de lobby es reducido.
El régimen de tipo de cambio nominal fijo para Venezuela tendría dos problemas centrales. En primer lugar, sí no existe sostenibilidad fiscal, la situación no es dinámicamente estable. Este es uno de los aportes interesantes de R. Hausmann en su libro de hace diez años, Shocks externos y ajuste macroeconómico.
Por ejemplo, sí las condiciones externas cambian en forma negativa por una reducción importante de las exportaciones petroleras, lo cual podría ocurrir en el 2001-2002, puede aumentar en forma importante el déficit fiscal, y conducir ulteriormente a un serio deterioro en el sector externo. En concreto, el tipo de cambio nominal fijo requiere que la economía se ajuste a los shocks externos vía fuertes ajustes fiscales y en el nivel de actividad, lo cual implicaría una potencial tasa de desempleo alta en presencia de un contexto externo negativo.
El segundo problema es el nivel del tipo de cambio real y la producción de transables, es decir la «enfermedad holandesa». Sí el nivel del tipo de cambio real está apreciado respecto a un nivel de equilibrio interno con poco desempleo y una producción de transables no petroleros significativa, el tipo de cambio nominal fijo implicaría mantener con una tasa de desempleo «natural»muy alta y escaso desarrollo del sector transable, lo cual tendría consecuencias negativas sobre el potencial crecimiento de largo plazo. Adicionalmente, las estimaciones econométricas sobre el tipo de cambio real de «equilibrio» tienen numerosos problemas, sobre todo sí el intento de evaluar la desalineación del tipo de cambio real se hace a través de un sistema uniecuacional donde sólo existe la condición de equilibrio externo.
En resumen, habrá que esperar cual será en definitiva la decisión que toman las autoridades. Existe una inclinación por el tipo de cambio fijo, pero la pregunta es, ¿existe sostenibilidad fiscal?
(%=Link(«mailto:[email protected]»,»[email protected]»)%)