Economía

EDC: ¿Estatización gloriosa o venta leonina?

Es curioso escuchar los discursos en el acto de adquisición de la EDC por el estado venezolano. Paul Hanraham, presidente de AES, declara, “Hemos tenido una gran experiencia en Venezuela” y “No era nuestra intención salir de aquí”. Si le agregas que compraron EDC por 1.600 MM$, invirtieron 600 MM$ y ahora la venden por 740 MM$, no queda otra cosa que afirmar que el estado venezolano hizo un gran negocio y AES salió con tablas en la cabeza ¡Que brava es la revolución! ¡Como recuperamos la soberanía sobre una empresa estratégica!

Pero si observas con más cuidado verás que este acto de recuperar soberanía no es tan beneficioso, inclusive verás que se ha “recuperado” la EDC a un altísimo costo para la nación. El gesto soberano de la revolución ha sido pagado por todos los venezolanos sudando tinta y lo peor es que apenas empezamos a pagar. En los próximos años será cuando entenderemos lo que nos ha costado este gesto nacionalista. Veamos la realidad punto por punto.

Es cierto que AES compró EDC en 2000 por 1.600 MM$, pero no compró la empresa que ahora esta vendiendo, compró un conglomerado empresarial mucho mayor. Parte del acuerdo que hizo AES con algunos de los grandes accionistas de EDC fue venderles los activos de EDC en Colombia. Así, la participación de EDC en EPSA, Electrocosta y Electricaribe, fue vendida a Unión Fenosa, por una cifra que en su momento se mencionó en 235 MM$; mientras las inversiones en El Salvador se las vendió a su propia casa matriz, por una cifra que no se conoció. Con estas operaciones AES recuperó una parte de los 1.600 MM$ invertidos al comprar EDC.

También vendió Domegas y otras empresas que tenía en el país, de modo que lo que le está vendiendo ahora al gobierno venezolano es mucho menos de lo que compró. Que nadie se engañe con la cuenta simple de que compró a 1.600 y vende a 740, que quede claro que lo que está vendiendo es otra cosa.

Pero mucho más que eso, AES tiene por lo menos 4 años oyendo a nuestros patriotas revolucionarios decir que los van a estatizar. Nadie puede esperar que sean tan zoquetes que no se hayan preparado para el acto que tuvo lugar el jueves 8 de febrero. En tal sentido AES ha venido aplicando en estos años una política de descapitalización de la empresa y transferencia de recursos a sus accionistas del norte que disminuye el valor de lo que ahora están vendiendo. En primer lugar han venido deteriorando el servicio de forma inteligente, sin que se traduzca en apagones que la gente sienta, pero reduciendo el personal y sus costos asociados en áreas de atención al cliente, medición, facturación y mantenimientos no esenciales. Preservando siempre la repatriación de divisas a la casa matriz. Al mismo tiempo han liquidado un conjunto de activos que EDC reservaba para el futuro: terrenos valiosos preservados para construir subestaciones y muchos otros inmuebles que servirían para la prestación del servicio. Por eso señalo que en el futuro veremos realmente lo que nos está costando esta gloriosa estatización.

En 2003 compraron dos turbinas de gas a ser instaladas en un lugar llamado La Raisa, para ello se ampararon en un decreto de emergencia que surgió como respuesta al déficit que se esperaba en aquel año y que no se materializó por razones que escapan a este análisis, pero que les permitió el acceso a dólares preferenciales y exención de aranceles para adquirir unos equipos de segunda mano que le compraron a la casa matriz. De modo que ellos mismos fijaron el precio, se pagaron y se dieron el vuelto. Hoy, después de tres años, dichas turbinas todavía no se han instalado, por diversas razones que también escapan a este análisis.

Si bien hay que reconocer que AES ha sido castigada por la congelación de tarifas que sufren las empresas del sector desde 2002, y que esto ha sido aleccionador para entender que debían raspar la olla lo más rápido posible ante la acometida socialista, también hay que decir que EDC ha sido una de las pocas empresas que ha recibido alguna consideración por parte del gobierno. En tal sentido, el MEP decidió en 2006 reducir los precios del gas natural, en una medida imposible de entender, y cuyo único objetivo era complacer a EDC por sus quejas sobre lo insostenible de la congelación tarifaria. De tal manera que en vez de corregir las tarifas de la electricidad el gobierno decidió reducirles los costos vía menor precio de gas para hacerles soportable su situación. Hay que decir que las reglas tarifarias establecen que cualquier variación del precio del combustible debe ser traspasada al consumidor, tanto hacia arriba como hacia abajo, pero en este caso el gobierno se hizo la vista gorda y permitió que AES se apropiara el beneficio del descuento.

Todas estas cosas permitieron que, a pesar de la situación hostil, AES lograse mantener un flujo de transferencias, por vía de dividendos o por mecanismos de distintos tipos, hacia su casa matriz. Pero la gota que rebasa el vaso y constituye el negocio del siglo fue la emisión de bonos por 1.000 MM$ que hizo EDC hace dos años. Cuando se realizó la transacción los relacionados con el sector nos preguntábamos ¿Qué van a hacer con tanta plata? Y la respuesta era muy clara: Endeudarse. La única razón para emitir bonos por 1.000 MM$ era aumentar los pasivos de la empresa. Ahora, en el momento de la venta, reconocen que invirtieron 600 MM$, y entonces ¿Qué hicieron con los otros 400? ¿Pagar gastos corrientes? Para nada, no les hacía falta, esos reales se los llevaron. La única razón del endeudamiento era aumentar sus pasivos con una deuda que ahora le están pasando al estado venezolano. De modo que nuestra revolución soberana paga 740 MM$ y se queda con una deuda de 1.000 MM$, total 1.700 MM$ ¡Que gran negocio! ¡Como recupera Venezuela sus sectores estratégicos!

En 2006 continuaron tomando medidas para protegerse y en tal sentido emitieron nuevas acciones para el público en general. Con la medida lograban dos propósitos, primero, disminuían su exposición al riesgo ante la anunciada estatización, y segundo, le ponían más difícil la decisión al gobierno, ya que así no se estatizaba a una empresa extranjera sino a miles de ahorristas venezolanos. Apenas pudieron llegar a 13% del capital accionario y, como vimos, el gobierno hizo caso omiso de los accionistas venezolanos, salvo anunciar que se respetarán sus derechos.

En su afán mediático por “recuperar un sector estratégico” para la nación, nuestros brillantes líderes revolucionarios han enterrado un montón de recursos que bien podían haberse destinado a atender a tantas necesidades perentorias de nuestro pueblo que ya aburre repetirlas, pero que a la larga pasarán factura. La situación es lamentable, pero es la consecuencia natural de poner por delante los objetivos políticos y olvidarse de los técnicos.

Asumiendo la responsabilidad del servicio eléctrico en Caracas la revolución se ha metido en un berenjenal y lo lamentable es que nos meten a todos sin preguntarnos. Porque el estado revolucionario, que ha venido deteriorando la capacidad gerencial del sector eléctrico público, al priorizar el compromiso con la revolución por encima de la capacidad profesional de los gerentes del sector, no tiene el músculo necesario para mantener la calidad del servicio que ha sido tradicional en la capital desde hace más de un siglo. AES tuvo la habilidad de reducir los costos al máximo para repatriar beneficios sin afectar la continuidad del servicio. Deterioraban la calidad, pero sólo en el trato a los clientes en las oficinas de atención al público y aumentando la facturación sobre la base de estimados en vez de mediciones. Pero tuvieron el cuidado de no afectar la continuidad del suministro que es en definitiva lo que determina el juicio que se le hace a la empresa. Hay que decir que hacer esto requiere una habilidad que nuestros gerentes revolucionarios no tienen.

Por eso es que por encima de lo costosa que nos ha resultado esta transacción a todos los venezolanos, apenas ahora es que comenzamos a pagar. En el futuro es que nos daremos cuenta de lo que verdaderamente nos ha costado, cuando todos los caraqueños tengan velitas en alguna gaveta y los apagones se hagan una costumbre igual que pasa en tantas otras regiones del país. Por suerte el servicio eléctrico es intensivo en capital y esto demora el colapso total. Pero a mediano plazo los caraqueños clamarán que les devuelvan su empresa, no la de AES, sino la viejita en la cual confiaron por un siglo y les prestó un buen servicio, tanto en momentos estratégicos como en otros normales.

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