Economía

Economía política y creación de conciencia

Una de las ideas más seductoras -a la vez que decepcionante- que existe para los revolucionarios verdaderos o de pacotilla (como muchos que pululan hoy día en Venezuela), es la de la creación de conciencia. Se trate de esto último, de concientizar o conducir o guiar procesos, nos encontramos es con el principio de que a la gente -o ese concepto ya hoy demasiado genérico que se expresa como pueblo- debe ayudársele, orientársele o transmitirle ideas que le hagan libre y a su vez ayudar a los otros a que alcancen el mismo camino. Creo entender o digerir hoy día más a (%=Link(«plato.stanford.edu/entries/russell/»,»Bertrand Russell»)%), que lo que lo hice hace tiempo, cuando ubica al comunismo dentro de las religiones.

La idea más trascendental en el plano político que, al parecer, ha producido la humanidad en estos asuntos, es la de (%=Link(«http://analitica.com/bitblioteca/marx/default.asp «,»Carlos Marx»)%), en lo que él entendía era el papel histórico de lo que llamaba proletariado y la cual deriva de sus análisis de economía política (recuerdo haberle leído a un entendido de estos menesteres que hoy en día no hay sujetos revolucionarios per se). La base que brindaba su idea, permitió albergar el relevante criterio de la emancipación general para la sociedad. Pero los resultados sociales, al parecer, han enseñado a variados revolucionarios de verdad, y no de pacotilla, que la gente no quiere que la salven.

Por supuesto que, pensando con criterios de libertad, cada quien tiene derecho a plantearse la misión que considere pertinente para su vida. Pero, lo que nos pareció comprender con la evolución de la política y de las sociedades mismas, es que el marxismo y las ideas de Marx eran básicamente autoritarias. Guardando las distancias, terminan sus planteamientos o, para ser más precisos, los resultados de su aplicación práctica, en base al desconocimiento y no consideración de la individualidad psico-social, en una posición similar a la de alguna corriente religiosa que obligaba -en lo que es el perfil de su devenir histórico- al individuo a creer en lo que ella profesaba.

En los asuntos de crear conciencia, recuerdo alguna vez, por ejemplo, haberle dicho a un político universitario con desempeños académicos, que mi función académica no era la de crear conciencia en el sentido político, sino, más bien, se relacionaba, entre otras cosas, con lo que alguna lectura de Einstein -que me había estimulado a realizar un profesor universitario- me dejó en cuanto a que las universidades debían enseñar a la gente a pensar, y el personaje respondió, categóricamente, que eso no lo discutía porque esa era una cuestión de principio para él.

Las discusiones actuales que en Venezuela se llevan a cabo sobre asuntos de política y educación, como el caso del famoso Decreto 1011, de alguna manera están teñidas de las ideas que tienen los «revolucionarios bolivarianos» de salvar a la gente. Pero lo que es más, nos retrotraen a la discusión planteada por L. Althusser, de quien leí, tiempo atrás, un texto riguroso sobre la ideología y los aparatos ideológicos de Estado en el capitalismo, en donde concluía que, en este último, la educación era el principal aparato ideológico de Estado. Tengo en mis registros mentales, haber escuchado de labios de una profesora universitaria -hoy con posiciones favorables a la actual «revolución» y de quien aprendí varias cosas sobre historia y otros asuntos- un planteamiento que -por su trayectoria- para ella era relevante y que consistía en que, entre otros problemas que observaba en la universidad cubana, estaba el de que no se leía a autores como Althusser. Pues bien, mi obvia conclusión es que la «revolución» en curso, quiere usar la educación en el sentido que el autor referido le adjudicaba al capitalismo. Claro, la ideología de los gobernantes actuales en Venezuela, siempre nos señalará que, en este caso, se trata de una acción conveniente.

Otro ámbito de la actual creación de conciencia es, obviamente, la atinente a la economía y a los valores colectivos. Demasiados fracasos y resultados negativos tuvo la planificación centralizada en los campos económicos y sociales, derivando en estratificaciones sociales particulares y bastante conocidas así como en mecanismos curiosos de ejercicio del poder y de toma de decisiones -como aquellos de decisiones idénticas en lugares disímiles y distantes dentro de un mismo país-, como para pensar que las confusiones que tienen nuestros «revolucionarios» nacionales, puedan enrumbar la economía en base a esos criterios o los de mercado (que esgrimen cuando les conviene o interesa). El ciudadano venezolano promedio de distintos estratos, no quiere colectivismo; quiere empleo, educación y seguridad. Pero tampoco quiere el credo neoliberal extremista.

Las evaluaciones, la literatura especializada, la economía política y otras ramas, brindan hoy la posibilidad de no caer en ninguno de estos extremos, aunque tengan que haber espacios donde algunos agentes salgan ganando y otros perdiendo. La pregunta mortificante para los «revolucionarios» de la actualidad es si, en la Venezuela actual, están perdiendo los que siempre han ganado o si, para instrumentar mecanismos de equidad, tiene que haber esta parafernalia e imitación de otras revoluciones que, aun siendo más verdaderas, tampoco le brindaron tranquilidad, sosiego y poder a los ciudadanos, en lo que pudieron ser sus propuestas iniciales de liberación y salvación.

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