Economía política vs. política económica
En el 2001 se hicieron claros los problemas del anclaje cambiario para reducir la inflación y de la política fiscal expansiva como motor del crecimiento. La desaceleración de la inflación fue pequeña, como lo reconoce el propio Mensaje de Fin de Año del Banco Central de Venezuela. “A diferencia del proceso de desaceleración de la inflación observado en los cuatro años anteriores, en 2001 se evidencia un estancamiento, el cual ha ocurrido no obstante la existencia de una política cambiaria que ha favorecido la estabilidad del tipo de cambio.”
También se desaceleró el crecimiento, al pasar de 3,2% en el 2000 a 2,7%. en el 2001. En forma acumulada en el último trienio el producto no ha crecido y el crecimiento per capita ha sido negativo, a pesar del miniboom petrolero. Según la información del BCV, el producto de 1998 fue de 602.558 millones de bolívares. Cayó 6.1% en 1999, colocándose en 565.888 millones, creció 3.2% en 2000 para alcanzar 584.195 millones y el crecimiento de 2,7% del 2001 lo llevaría a 599.968 millones de bolívares en términos constantes. Es decir, el producto del 2001 tuvo un ligero decrecimiento (0,4%) respecto al de 1998. Si se estima un crecimiento poblacional cercano (pero menor) al 2% anual, la caída del producto per capita es significativa.
En el último trimestre del 2001 se hizo visible el estancamiento. El crecimiento respecto al cuarto trimestre del 2000 habría sido de 1,65%. Al mismo tiempo, prácticamente desapareció el superávit de cuenta corriente, continuó la salida de capitales y se dispararon las tasas de interés. Las importaciones anuales crecieron 12% respecto al 2000, un ritmo 4 veces superior al crecimiento del producto.
Si se descuenta el financiamiento monetario, el déficit fiscal del 2001 supera el 5% del producto. Algunos estiman que el financiamiento monetario habría sido de aproximadamente 1,9% del producto, lo cual colocaría el déficit fiscal en 5,9% del PIB. La presencia del déficit en una situación petrolera positiva es indicativa de los problemas que existen en el área fiscal. En el trienio ha aumentado el endeudamiento interno en forma acelerada, y el alza de las tasas de interés hace muy oneroso el servicio de la misma.
Para el 2002 se estiman exportaciones petroleras alrededor de 20% menos que las del 2001 y necesidades de financiamiento bruto muy altas, más de 12.000 millones de dólares. Las exportaciones petroleras del 2001, según la información del BCV, habrían sido 21.710 millones de dólares y las del 2000 27.885 millones. Suponiendo un escenario caracterizado por un precio promedio de la cesta venezolana de 17 dólares por barril y volúmenes de exportación alrededor de 5%-6% inferiores a los del 2001, las exportaciones serían algo más de 16.700 millones de dólares; inferiores en más de 20% a las del 2001 y 40% menos que las del 2000.
El rumbo económico no ha sido satisfactorio y es claro que se están acumulando problemas. Se corre el riesgo de una recesión y no se puede descartar una crisis cambiaria. Cabría preguntarse, ¿por qué se mantiene el mismo rumbo, sobre todo el anclaje cambiario?
Existe consenso en que el tipo de cambio real está sobrevaluado en forma importante respecto a su nivel de equilibrio, lo cual tiene efectos tanto para el crecimiento de largo plazo como para el comportamiento de la economía en el corto plazo.
Una respuesta al interrogante se encuentra en la “economía política”. Las políticas económicas dependen de una u otra manera de consideraciones políticas. Un cambio preventivo de la política macroeconómica tiene un costo que el Gobierno parece no estar dispuesto a correr. Existe mucho temor a un espiral “devaluación-inflación”, que se ha presentado en otras oportunidades, y su repercusión en el apoyo que el Gobierno cree que necesita. Sin embargo, si se instrumentase un cambio de rumbo coherente y global pueden minimizarse los costos a corto plazo y mejorar las perspectivas de mediano plazo.
Aparentemente se prefiere apostar a una recuperación del petróleo e intentar manejar la situación con los recursos del FIEM, reeditar el impuesto al débito bancario y controlar los gastos. O un potencial control de cambios si se presentan problemas serios en la balanza de pagos, opción que posiblemente se escogería por la evidente inclinación del Gobierno al Estatismo.
Sin embargo, puede suceder lo que señalara Dornbusch en 1977 respecto a México, “La estabilización basada en el tipo de cambio pasa por tres fases: La primera es muy útil, la estabilización del tipo de cambio ayuda la estabilización general. En la segunda fase la apreciación real creciente se hace visible, y es reconocida como tal, pero es inconveniente hacer algo. Finalmente, en la tercera fase, es demasiado tarde para hacer algo. La apreciación real ha llegado a un punto donde una devaluación de gran envergadura es necesaria. Pero la política no lo permite. Algún tiempo se gasta en negaciones, y luego – en algún momento – se acumulan suficientes malas noticias para provocar el estallido.”