Desigualdad y globalización
Zbigniew Brzezinski en su último libro “Second Chance”, afirma que se está dando en el sistema internacional un despertar político global. Las poblaciones de buena parte del mundo en vías de desarrollo están políticamente agitadas. Por siglos, la humanidad vivió separada por la distancia geográfica, pero sobretodo por la distancia cultural. Actualmente, vivimos en una sola comunidad global interdependiente e interconectada por el acceso universal a medios de comunicación, como la radio, la televisión y el internet. En el pasado, las distancias geográfica y cultural permitieron que la desigualdad entre los pueblos fuera tolerada. En la actualidad, esta desigualdad “vista” cotidianamente en las pantallas de la televisión y el internet se hace cada vez más intolerable. La ostentación de la riqueza de los pueblos desarrollados, proyectada globalmente por los medios de comunicación, ha creado en el Sur una enorme carga de envidia y resentimiento en contra de lo que Brezezinski llama la “cornucopia permisiva” del Norte. El desenfrenado hedonismo cultural, el materialismo y el vacío espiritual, dominantes en los países industrializados, están creando fuertes síntomas de rechazo al modelo de sociedad “occidental”, en los sectores desposeídos de la humanidad. El resentimiento y la envidia socioeconómicos y el rechazo cultural, aunados a la creciente movilización política de las masas, son el caldo de cultivo para el surgimiento de nuevas y viejas formas de irracionalismo político y nacionalismo populista . El fundamentalismo islámico, militantemente antioccidental, es una de sus manifestaciones más destructivas. El crecimiento demográfico es muy disparejo y afecta más a las regiones pobres del mundo. El crecimiento económico también es desigual, pero favorece a los sectores más ricos de la humanidad, aunque las más recientes tendencias en China, India y en buena parte de Asia, indican una importante reducción de la pobreza. Desafortunadamente no puede decirse lo mismo en el resto del mundo subdesarrollado. Además, la población de los países más ricos tiende a “envejecer”, mientras la población de los países pobres es mayoritariamente joven. Islas de riqueza, con poblaciones relativamente menores y envejecidas, rodeadas por “océanos” hiperpoblados de jóvenes desocupados, frustrados y resentidos por la “visión”, vía satélite, del insultante despilfarro de recursos globalmente escasos, hacen prever tiempos “difíciles” en el escenario internacional.