De la recesión al estancamiento
Esta entrando la economía venezolana en una fase de letargo. Es la venezolana una economía postrada, sin fuerzas para crecer de forma sostenida. Ha estado y está desaprovechado el país de nuevo una oportunidad de oro que le brinda la economía mundial para que Venezuela reencuentre el camino de la estabilidad de precios y la expansión de su economía. Los mercados mundiales disfrutan de alta liquidez y tasas de interés excepcionalmente bajas que le permiten a los países donde su economía se administra seriamente, tomar préstamos a tasas de interés muy favorables. Un bono emitido por Brasil o Uruguay le cuesta a esos países aproximadamente 5% o 6%, lo que permite incluso refinanciar deudas viejas colocadas a tasas más elevadas. La reciente emisión de deuda por parte de Venezuela se hizo con un rendimiento sideral de 12,75% la deuda más cara del planeta. Es la percepción de riesgo de Venezuela y su pésimo manejo macroeconómico lo que impide gozar de condiciones financieras más decentes para levantar fondos. Junto con ello se aprecia el repunte de los precios de las materias primas. El petróleo, el acero y aluminio siguen cotizándose a lo largo de 2010 con precios muy positivos. En el caso del petróleo, la cesta venezolana que cerró 2009 con un precio de US$ 57 por barril, registra un promedio para 2010 de US$ 71 por barril, es decir un aumento de 35%. De esta manera el cuadro de recensión y estancamiento que ha padecido la economía durante este año no puede ser imputado a los bajos precios del petróleo, amuleto este al cual siempre apelan los ministros de economía para ocultar su fracaso.
Igualmente, ya los mercados mundiales se abrieron de nuevo. Asia mantiene su ritmo imparable de crecimiento al igual que naciones de América Latina como Brasil, Colombia, México, Argentina, Perú, entre otros. Estados Unidos crece aun que a tasas modesta pero crece. Nada de ello es aprovechado por Venezuela. El ciclo recesivo de Venezuela se comenzó hacer evidente desde finales de 2008 cuando ya la economía comenzó a bostezar, exhausta por años de malas gestiones y la crisis mundial lo que vino fue a reforzar una tendencia que ya era manifiesta. Esa fase de recesión se ha agudizado por una política cambiaria sin sentido, que privilegia el anclaje del tipo de cambio pero que no logra contener la inflación al tiempo que contrae la generación de oferta interna. Es entonces la economía venezolana prisionera de un esquema cambiario que desincentiva la producción local y que exporta el empleo hacia aquellos países donde recae la acción del gasto vía las masivas importaciones que realiza Venezuela.
Algunos indicadores prelimares, ante la ausencia de estadísticas oficiales que ya a mediados de noviembre reflejan un atraso de más de un trimestre, reflejan que la contracción ha cedido para dar paso aun etapa de estancamiento. Lo que debería ser un vigoroso crecimiento y expansión de la actividad económica se expresará en el tercer trimestre de 2010 en apenas un crecimiento máximo del PIB de 0,5%. Pero también puede ocurrir una caída cercana a 0,5%. En otras palabras, la tasa de variación porcentual del PIB para el tercer trimestre de 2010 puede moverse en el intervalo de -0,5% a 0,5%. Ello obedece a un fenómeno estadístico debido a que el tercer trimestre de 2010 se estaría comparando con similar lapso de 2009 cuando la economía acusó una contracción de de 4,6%. Con ello oficialmente acabaría la recesión, pero se entraría en la etapa de estancamiento tal como se aprecia en el gráfico adjunto. Este es un comportamiento absolutamente insatisfactorio para las oportunidades con las cuales se ha topado la economía venezolana. Y de la pérdida de estas oportunidades es responsable directo un esquema de política económica depredador, que en lugar de procurar crear nuevas riquezas, toma la existente para destruirlas. De esta manera no es posible un crecimiento económico sólido y autosustentado. ¿Cuando será que el presidente Chávez le exija cuentas claras a los ministros del área económica? Tal vez nunca, porque ello implicaría perdérselas a él mismo.