Cuando la política acaba con la economía
Los verdaderos marxistas saben que según Marx la economía determina la política y no al revés. Quizás podemos achacar a Lenin, y a otros como Gramci, un cambio de ese paradigma al poner la política como centro de atención del marxismo.
Los revolucionarios han privilegiado la concepción política pues su objetivo es la toma del poder, aunque -según su esquema- la economía no haya madurado lo suficiente para que la clase obrera sea vanguardia revolucionaria. Por cierto que, en ningún país desarrollado las revoluciones comunistas han triunfado. Ni ninguno se ha convertido en país del primer mundo. Y en todos, y en nombre de la revolución, abusan masivamente de los derechos humanos y las libertades de sus ciudadanos.
Nuestros bolimarxistas, han ido más allá, al poner no sólo la política por encima de la economía sino la ideología por encima de la política. Lo que genera tanto el pernicioso voluntarismo como el pensamiento único que ahoga a la sociedad y a ellos mismos.
Lo grave de esta alienación, como diría el mismo Marx, es que olvidan- o confunden- las necesidades de los venezolanos, con las necesidades de la revolución. Por esto es que diariamente vemos que cometen impunemente crímenes contra nuestros ciudadanos en nombre de la revolución.
El militarismo bolimarxista, es capaz de entregar la soberanía si esto asegura la permanencia de la revolución. El caso de los cubanos está bien documentado. Pero ahora, es capaz de no palear la crisis energética para no dar su brazo a torcer y aceptar la ayuda del que considera su enemigo ideo-político, vasallo del imperio norteamericano, es decir, Colombia. Ya lo ha hecho con los alimentos y otros artículos que de allí importábamos. Sin contar la negativa a cambiar el huso horario, según algunos por razones exotéricas.
La falta de electricidad bajará en la calidad de vida, aumentará el caos urbano y la inseguridad, pero golpeará más duramente la economía. Una economía que ya está en terapia intensiva, por tratar de imponérsele un modelo estatista disfrazado de colectivista, que la ha diezmado, aunque la ideología no les permita ver su fracaso. Habría que repetir esa famosa frase de la campaña de Clinton, cuando Bush ganaba la Guerra del Golfo y perdía las elecciones presidenciales: “es la economía estúpido”.
En momentos de crisis lo que está en juego es el bienestar de los venezolanos y esta es responsabilidad del gobierno. Pensar primero en la revolución y en el poder es una traición a la patria.