¿Crece la economía realmente?
El crecimiento económico es una función de un conjunto de variables económicas e institucionales, unas muy obvias, otras no tanto. De las obvias, la mayor sorpresa que puede conseguir un analista desprevenido emerge del análisis superficial, muy común dentro de la nomenclatura – gobierno- y en especial su clientela política y económica, es suponer que el marco de confianza, el que define reglas de juego que marcan el rol del Estado en la economía, la seguridad jurídica y el ejercicio pleno de libertades económicas y de derechos de propiedad, están dados. En nuestro caso, todo lo contrario, la precariedad de su existencia, resultante del proceso revolucionario en curso constituye una severa limitación al crecimiento económico.
Una mirada al pasado reciente nos muestra un desempeño económico que durante la administración Chavez no ha superado en términos de actividad económica el crecimiento vegetativo de la población; es decir, el ingreso per capita es negativo en cada uno de los cinco años desde 1999, pese a que en ese periodo el gobierno ha dispuesto de recursos fiscales, digamos de origen petrolero, en magnitudes superiores a la suma de lo que recibieron los gobiernos anteriores desde Caldera hasta Betancourt, unos cuarenta años!!!.
Sin embargo, como desideratum de la crisis política creada por la “revolución” el quiebre de la confianza institucional que define la seguridad jurídica sin el la cual no es posible crecimiento económico por expansión de la capacidad de crear riqueza de la gente, está signado política y socialmente por un grado de desobediencia civil representado en paros y protesta generalizada de los sectores más productivos de la sociedad, lo que en conjunto con el paso de la revolución política y la restricción de los mercados ha impulsado un intenso proceso de desinversión y descapitalización de la economía.
La respuesta del gobierno a la reacción de la sociedad ante el demoledor paso de la revolución política ha sido torpe e ideológicamente sesgada, anticapitalista en esencia, ha sido reprimir los mercados, controlando precios de bienes y servicios incluido el de la divisa, lo cual introduce en estos tiempos severas restricciones a la actividad económica privada, a la eficiencia en el comportamiento económico de la gente.
De hecho, y por confesión del propio Presidente de la República en ocasión de su presentación de Memoria y Cuenta en febrero pasado ante la Asamblea Nacional, la reacción social y política de la sociedad ha sido enmarcada en una continua provocación de parte del gobierno. Lo mismo respecto de la instrumentación de los controles de los mercados, bien sea por decretos por vía administrativa y por leyes por vía legislativa, considerando también la jurisprudencia resultante en la aplicación de justicia por parte del TSJ, donde el común denominador de fuerte ascendencia marxista es el debilitamiento de los derechos de propiedad. En conjunto, todo ello contribuye a reprimir políticamente la economía, ignorándose o desconsiderando que se restringe el crecimiento económico y se traumatiza el comportamiento económico de la gente; a no ser que la agenda revolucionaria comprenda conscientemente descapitalización y empobrecimiento; o ambas cosas.
Por todo ello, la reacción de los sectores más productivos y en frontal oposición ha estado caracterizada, inclusive hasta por una suerte de suicidio colectivo, desesperanza y pesimismo, comportamiento cuyo desenlace final mengua y empobrece a la gente dado que destruye la capacidad emprendedora y eficiencia económica de la gente.
En esas condiciones, la política económica –contenida en políticas publicas- restringe el crecimiento económico, llevando a la economía privada, a la gente, incluidos aquellos sectores sujetos a represiones y regulaciones directas a buscar un espacio -equivalente a llenarse de aire los pulmones para aguantar debajo del agua- que permita detener tanto la autodestrucción y el suicido colectivo como la tierra arrasada que induce el proceso revolucionario; lo que en cierto modo, ha provocado recuperación y/o rebote de algunos sectores, y ello a pesar de que la política económica y la economía política marcan una acción del gobierno contractiva en esencia.
A ese comportamiento del sector privado, contamos la recuperación que se aprecia en algunos sectores de la economía; sin embargo, es necesario acotar que ese proceso está preñado en el mediano plazo de insostenibilidad, dado que la quintaesencia en materia de política económica reside en la expansión del gasto público, y esta ocurre o se desenvuelve en medio de un agotamiento y depreciación del ahorro nacional, en un marco de presión inflacionaria -de los mayores del mundo- y de colosal endeudamiento y crecimiento en los impuestos, cuyo resultante es una menor actividad económica privada, lo que a todo evento perfila una costosa crisis fiscal en la medida que esa expansión fiscal no pueda sostenerse frente a la acumulación de pasivos y deuda por parte del gobierno. Es el karma de la revolución.
*Economista, PhD (London)
TecnoEconomica
Economía y Finanzas
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