Control de cambio: más deterioro económico
El “gobierno revolucionario” ha añadido cuatro años perdidos para la economía. No ha hecho nada trascendental por la misma. No ha mejorado las instituciones: las ha deteriorado. No ha diversificado la economía: ha profundizado la dependencia y el rentismo asociado al petróleo. No ha estabilizado la economía: ha presentado condiciones adversas a los derechos de propiedad y la inversión. No ha mejorado las condiciones y la calidad de vida de los trabajadores: les ha deteriorado el salario real. No ha presentado una estrategia de desarrollo creíble, entendible y ejecutable: se ha mantenido en -lo que hemos llamado de nuestra parte- la trampa de los planes de ajuste y estabilización.
Más aún, ha generado y profundizado perversiones en el manejo del ingreso y gasto público. La primera, la politización del gasto para la defensa de los intereses políticos de los grupos gobernantes y para sus derivados en corrupción. La segunda, la limitación de toda forma de transparencia que le permitiese a la sociedad ejercer los mecanismos de control y supervisión y se faciliten, correspondientemente, procedimientos como el atinente al esclarecimiento y sanción de los desvíos de los fondos del FIEM, que como caso se encuentra prácticamente sepultado. Tercera, el aprovechamiento del secuestro de los poderes públicos. El déficit fiscal, la profundización de la problemática del endeudamiento público y la reforma del Estado pasan a ser temas intrascendentes para un gobierno con tal perfil. Más dramático aún es el hecho de que estas perversiones pasarán a ser usadas, desarrolladas y potenciadas con el control de cambio que se avecina.
El Presidente entregó su informe a la Asamblea el 17 de enero, como si se encontrase en el mejor de los mundos. Lo cierto es que a una alteración considerable de la gobernabilidad se le añade la erosión creciente de la legitimidad del gobierno y las realistas manifestaciones de deterioro en las condiciones de vida de los sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso.
Se trata de un gobierno sin éxitos donde el ministro de Cordiplan se dedicó a buscar el momento exacto en el que se iba a estabilizar el tipo de cambio -pues, según sus apreciaciones, las alteraciones cambiarias derivaban de conspiraciones y rumores y no de los agudos problemas fiscales, monetarios, recesivos y de falta de confianza en las condiciones económicas y en los conductores del actual gobierno-, mientras se fue conteniendo, solo temporal y relativamente, una aguda crisis cambiaria y de inversión.
Los resultados de la gestión de este gobierno, contrarios a lo ofrecido hasta 1998, están a la vista y afectarán el bolsillo de los ciudadanos. Después de haber negado y criticado políticas neoliberales y de control de cambio, el Presidente y los ministros actuales, han llevado la economía de manera abrupta a una situación de control cambiario -igual que el mismo Presidente y otros ministros lo hicieron en febrero de 2002 con la también abrupta y significativa devaluación-, aunque sin abandonar su ejecutorias neoliberales y prorrogar la aplicación del IDB desde marzo hasta diciembre 2003. Esto coloca la economía venezolana, en nuevas versiones de episodios por los cuales ya se ha transitado, como el caso de los dos años de control de 1994-1996, que dieron paso a un agotamiento de los agentes económicos, una profunda devaluación y al fortalecimiento del sector bancario en detrimento de numerosos ahorristas; más aún, apuntala la poca seriedad y rigor que desde 1999 se ha tenido en la elaboración de la política económica y una estrategia de desarrollo. La “revolución” de los grandes cambios se ha convertido, así, en una expresión curiosa que combina improvisaciones, confusiones, populismo y neoliberalismo militarista (este último representado por el Presidente, una camarilla y una porción no mayoritaria de los agentes productivos y de comercio). En realidad el presidente Chávez ha terminado siendo un populista neoliberal y militarista. Dice él que, dado que no hay quinto malo, este año de su gobierno será exitoso, cuando, de mantenerse en el poder, será el terrible quinto año de su gobierno.
No se trata ya solamente del deterioro alcanzado y en curso para consumidores y empresarios. Unos, por deterioro de su salario real, inflación y ausencia de oportunidades de nuevos y mejores empleos, y otros por disminución y alteración de lo que el economista P. Baran llamaba el excedente económico real o magnitudes reales de inversión. Se añaden, ahora, las dificultades que vendrán para la economía venezolana durante la ejecución del control cambiario y una vez que se supere la experiencia -la llamada selección adversa de cartera o fuga de capitales para el caso del período 1999-2003 bordea los 30.000 millones de dólares.
Todos seremos afectados por la dinámica cambiaria y la inflación. Menos, por supuesto, el “Gran Líder” y su camarilla.