Comentarios a un controversial ensayo sobre Venezuela y el petróleo
El ex-presidente de (%=Link(«http://www.pdv.com/»,»PDVSA»)%), hoy empresario, Dr. Andrés Sosa Pietri ha publicado en (%=Link(«http://analitica.com»,»VENEZUELA ANALITICA»)%) (miércoles, 16 de mayo de 2001) un ensayo sobre “el desempeño económico de Venezuela y su política petrolera” que la misma califica controversial (énfasis mío) en su presentación del artículo. Como considero acertada la calificación del ensayo cuyos errores pueden confundir y equivocar la apreciación histórica de los lectores, me propongo aclarar y corregir los puntos controversiales.
El Dr. Sosa Pietri se deja llevar por una pasión tan vehemente que lo ofusca ante los hechos reales. Todo porque quiere insistir que al país le conviene más sacrificar barriles de petróleo vendiéndolos a bajos precios que defender los precios y conservar petróleo vendiendo a precios altos, para lo cual además de exponer una teoría del desarrollo económico que no por novedosa deja de ser equivocada, también analiza en forma novedosa e igualmente equivocada el desempeño económico del país. Un ofuscamiento producido quizás por su energía empresarial.
La historia de Venezuela y su petróleo comprende hechos reales no sujetos a ser alterados ni manipulados por voluntad de interesados que hoy quisieran ver una política petrolera distinta a la actual, que sea acorde con su ideología, no obstante, las consecuencias negativas para el resto de los venezolanos. Alteraciones de los hechos, medias verdades por omisión o comisión, o simples inventos, presumen que los lectores sufren del mismo alzheimers económico que podrán sufrir los responsables. Confrontemos las controversias.
Política petrolera entre1920 y 1960
Un primer conjunto de errores los encontramos en la sección II sobre “La Política Petrolera entre 1920 y 1960”. El primero, es pretender que el país tuvo una sola política petrolera entre 1920 y 1960 (más adelante otra controversia es repetirlo para el período 1960-2000). El segundo, es referirse a la llamada fórmula de participación 50/50 como producto aislado de una ley sobre el impuesto sobre la renta. El tercero, es ignorar a los respectivos Ministros y atribuirle a la diplomacia venezolana la formulación y ejecución de las políticas petroleras de los diferentes gobiernos que tuvo el país durante esos 40 años. El cuarto, es atribuirle a la diplomacia venezolana y a los compradores de petróleo capacidad especial para fortalecer la supuesta ventaja competitiva y comparativa petrolera del país.
No hubo continuidad de una sola política petrolera durante este periodo de 40 años, debido a discontinuidades y rompimientos políticos Fueron varias, cada una con su impacto específico y diferente sobre el país. La política petrolera vigente a fines de los años 30 y comienzos de los 40, cambió radicalmente con la Ley de Hidrocarburos de 1943. Volvió a cambiar significativamente con el cambio de gobierno en 1945 y hasta finales de 1948, con ajustes a dicha ley para poder aplicarla correctamente y poder hacer efectiva la participación no menor al 50% en los beneficios de la industria (posteriormente popularizada como la formula “fifty/fifty” o 50/50), la declaración por primera vez del principio de no mas concesiones, y recibir en especie la regalía petrolera para subastar ese petróleo en el mercado internacional demostrando con ello las manipulaciones de los precios por las empresas petroleras, entre otros aspectos de la política petrolera que sirvió para incrementar la presencia del Estado en el manejo y las decisiones referentes al petróleo, aumentando con ello los ingresos públicos significativamente. La política volvió a cambiar a partir de 1949 con la dictadura militar, manifestándose especialmente en 1956 con el otorgamiento de nuevas concesiones. Finalmente, con el derrocamiento de la dictadura en 1958 y nuevamente antes de 1960 vuelve a cambiar la política petrolera, especialmente con el aumento a 60% en la participación del Estado. Me he limitado a señalar algunas características resaltantes de esas políticas, que contienen muchas otras diferencias importantes.
Quizás la única característica común ( y no crucial) de todas las políticas petroleras (salvo la vigente durante el gobierno del Presidente Caldera con su Apertura Petrolera) ha sido lo que algunos gustan en llamar política rentista o “rentismo de estado”. Esta condición rentista es intrínseca al país y nada tiene que ver con ideologías económicas ni políticas, tanto por la condición hegemónica y dominante de su origen (sangre vital de la economía y sus finanzas), como por la naturaleza misma de la actividad petrolera (extracción del subsuelo de un recurso [no-renovable] cuyo valor tiene poco que ver con su costo de producción al estar determinado por la necesidad [demanda inelástica] frente a una oferta monopolística) que en nuestro caso significa recibir más divisas de las que la economía puede utilizar productivamente (transformarlas en recursos productivos con relativa eficiencia), ya que producimos mucho más de lo que el desarrollo económico del país necesita (por razones que no viene al caso especificar aquí).
Es un error considerar esta condición rentista intrínsecamente negativa para el país, cuya naturaleza misma es contraproducente para el desarrollo. El error se multiplica cuando además concluye que el rentismo debe evitarse bajo cualquier condición y a cualquier costo, incluyendo sacrificar los precios mediante la sobreproducción, bajo el argumento (falso y ya comprobado muchas veces), que es la única manera de lograr el desarrollo o la manera menos costosa e ineficiente. Las divisas petroleras en exceso pueden mantenerse esterilizadas, fuera de circulación, invertidas en el exterior, tal como estaba planteado en 1975 cuando se creó el Fondo de Inversiones con ese objeto. Los apetitos de enriquecimiento de los empresarios venezolanos convencieron a los políticos para que se modificara el estatuto del FIV y permitir el gasto de las divisas en el país, con los resultados que menciona Sosa Pietri, pero que equivocadamente atribuye al rentismo y los altos precios del petróleo, en vez correctamente atribuirlos a la corrupción (pública y privada) que los produjo, conjuntamente con las malas políticas económicas.
Por otra parte, nuestro principal cliente del norte intensificó su interés en Venezuela sólo después que México nacionalizó su petróleo en 1938 (y no me parece que la diplomacia venezolana tuviera algo que ver con este evento trascendental). Sin embargo, podría ser cierto lo que nos insinúa el Dr. Sosa Pietri sobre la diplomacia venezolana, en cuanto a que esta podría haberle servido de instrumento de apoyo y ayuda a EUA para que nos convirtiera en su “proveedor preferido y aliado estratégico”, debido a las conocidas características del gobierno de turno y del país en su conjunto. Dicho cliente, percatándose de nuestra docilidad y subdesarrollo, logró “participar” en la redacción de la Ley de Hidrocarburos de 1943 a través de sus verdaderos aliados (las concesionarias petroleras). Las implicaciones y connotación del contenido de esa ley fue resaltada en el Congreso durante su discusión y proceso de aprobación, a través del famoso llamado ‘Voto Salvado” de la oposición y que también parece ser objeto del alzheimer económico de ASP.
Adicionalmente, fue la Segunda Guerra Mundial (no la diplomacia venezolana) la que contribuyó a “fortalecer nuestras ventajas competitivas y/o comparativas”. Y fue la paz que vino después (no la diplomacia venezolana) la que produjo las condiciones propicias para el crecimiento de la demanda petrolera y el interés de las empresas petroleras en Venezuela y el medio oriente. Interés que tomó fuerza y penetración en nuestro país a partir de 1949, culminando con la obtención de concesiones petroleras en 1956, después de tener éxito con el fortalecimiento de FEDECAMARAS y la creación de la Cámara de la Industria Petrolera
Concuerdo con ASP con que la docilidad y “conducta amistosa” de Venezuela facilitó a las compañías concesionarias considerarnos su “país preferido” y permitirles se dieran su gran fiesta llevándose todo el petróleo que podían a cambio de migajas, unos cuantos dolaritos para gastarlos en el exterior, manteniendo los precios tan bajos como posible, como bien lo han demostrado estudiosos de la industria petrolera mundial y sus siete hermanas controladoras del mercado internacional (el mas reciente y quizás también más conocido siendo Daniel Yergin, autor del libro The Prize (El Premio). Una segunda fuente de información es el menos conocido libro escrito por George J. W. Goodman bajo el pseudónimo Adam Smith, titulado Paper Money. Y otra tercera fuente de información podrían ser los textos que analizan los juicios anti-monopólicos en EUA, incluyendo el de la empresa ESSO.
Según Yergin (p. 473-73 de su libro) en 1949 un informe de la Agencia Federal de Comercio, que tenía bajo su responsabilidad la supervisión de la industria petrolera, preparó el “análisis histórico más detallado y extensivo de las relaciones internacionales de las compañías, jamás antes preparado, que todavía es utilizado hoy por los estudiosos de la industria, con el título El Cartel Petrolero Internacional”, que demuestra cómo y por qué las empresas petroleras hacían y deshacían a su antojo sin tener que acatar ni adaptarse a las políticas y dictámenes de los gobiernos de los países petroleros. El informe fue tan impactante que el Departamento de Justicia consideró necesario adelantar un juicio criminal antimonopólico contra la “conspiración existente”, incluyendo a la Shell (entre otras), lo que enfureció al gobierno británico por considerarlo violación de su soberanía y extraterritorialidad indebida. En 1953, por razones de política de estado y seguridad nacional, el Presidente Truman ordenó parar el juicio criminal y convertirlo en juicio civil, el cual se canceló bajo el gobierno Eisenhower en 1954 a cambio de obtener el apoyo de las compañías para entrar en Irán (después de haber logrado derrocar al gobierno nacionalista de Mossadegh y a pesar de la diplomacia venezolana que ASP tanto elogia). No veo que tenga que ver lo expuesto con la “cultura tercermundista” y demás comentarios de ASP cuando se refiere a como “nace la política petrolera de 1960”.
En cuanto a la Ley de 1943 y la política petrolera de 1945, no obstante lo esperado y anunciado por el gobierno referente al reparto de beneficios, el Voto Salvado reveló la “realidad” de la hipótesis de reparto de beneficios 50/50, que se comprobó posteriormente al no producirse en 1944 esos resultados. Fue necesario recurrir primero a un decreto administrativo el 31 de Diciembre de 1945 (No.112) para corregir temporalmente la situación, dándole solución permanente a la participación 50/50 el 12 de noviembre de 1948, apenas 12 días antes del golpe militar, con el establecimiento de un sistema impositivo adecuado. Entonces, fue la política petrolera de 1945, antecesora de la política petrolera implantada en 1960, la que hizo realidad la participación 50/50.
Producción petrolera entre 1920 y 1970
La Sección III, sobre “La Producción Petrolera Venezolana entre 1920 y 1970”, contiene un segundo conjunto de errores. El primero, es repetir la pretensión anterior al presentar el período 1960-1970 como si no hubo cambios importantes en la política petrolera y en el impacto de esta sobre la economía nacional. El segundo, es premiar la producción de barriles de petróleo y los bajos precios, sin considerar los bajos ingresos obtenidos por el país frente a las altas ganancias de las concesionarias, ni el manejo monopolístico del mercado controlado por las concesionarias hasta la creación de la OPEP. El tercero, es insinuar que “los más genuinos y legítimos intereses de la nación” se identifican con los de las concesionarias petroleras.
ASP no considera el carácter de enclave de la industria y su bajísimo impacto sobre la economía, tanto en términos de generación de empleo como en términos de generación de actividad económica (el multiplicador petrolero). El altísimo contenido importado de las inversiones petroleras minimiza sus efectos sobre la economía nacional. El impacto del petróleo prácticamente se limita a los ingresos que recibe el Estado por concepto de regalía e impuesto sobre la renta y al aumento de la capacidad de compra en el exterior (importaciones) por las divisas que se acumulan en el Banco Central. Es el gasto público, el que mueve la economía nacional, no las inversiones de las concesionarias. Es el empleo en la industria de la construcción la que alimenta la demanda global, no el empleo petrolero. Cuando aumentan las divisas petroleras, lo usual ha sido monetizarlas para aumentar los ingresos y financiar un mayor gasto público. Son muy pocas las divisas petroleras que van directamente al sector privado para estimular sus actividades. El aumento de la oferta monetaria produce un aumento en la demanda de bienes y servicios que se ve satisfecha fundamentalmente por la vía de importaciones, siendo limitados los respectivos aumentos en la producción. Así, por ejemplo, hacia fines de la dictadura perezjimenista, en 1957, importábamos una altísima proporción del consumo global (alrededor del 50%), con productos como huevos, pollos, hortalizas, mantequilla y hasta helado, entre tantas otras cosas, principalmente (aunque no exclusivamente) de EUA. También era muy alto el coeficiente importado de la inversión global (y lo continúa siendo hoy). Para mediados de la década siguiente, 1964/65, ya ninguno de estos productos (entre otros) se importaba y hasta exportábamos varios de ellos, mientras que se duplicaba el volumen de importaciones de bienes de capital e intermedios.
Durante este mismo período se restablece en la política petrolera el principio de no más concesiones, se pone en funcionamiento la Corporación Venezolana de Petróleo, aumenta la participación del país en los beneficios de la industria y se crea la OPEP, cuyo primer logro es detener la perniciosa reducción de los precios internacionales del petróleo, introduciendo modificaciones importantes de comportamiento por las concesionarias en sus países miembros. La política petrolera va cambiando paso a paso con los cambios de gobiernos y ministros, de modo que ya para mediados de los años 70 la política petrolera de los años 60 había sido enterrada casi en su totalidad y la OPEP había perdido su rumbo original. No es la política petrolera del 60 la que rige en el país a partir de los años 70, como quiere hacer creer ASP.
ASP tampoco considera los desmesurados esfuerzos de las concesionarias por defender sus intereses (y combatir la OPEP, por supuesto), reclutando conocidos venezolanos para hacerlos pasar como coincidentes con los “genuinos y legítimos intereses de la nación”. Fueron muchos los debates públicos por la radio, la televisión y la prensa nacionales. Fueron también muchas las luchas internacionales por acabar con la OPEP y la defensa de los legítimos derechos de los productores de petróleo. La creación de la Agencia Internacional de Energía fue a instancia de los EUA, con el objeto de combatir la OPEP hasta acabar con ella. Nuevamente, son muchos los libros útiles para quienes desean ampliar sus conocimientos.
Producción petrolera y desarrollo económico
Un tercer conjunto de errores los encontramos cuando ASP relaciona la producción petrolera con el crecimiento de la economía venezolana en la Sección IV. El primero, resalta cuando asocia la producción petrolera con el trabajo y los requerimientos de la producción. El segundo, salta a la vista de sus comentarios destinados a establecer que la economía nacional sólo crece con bajos precios del petróleo, mientras que por el contrario, no crece o crece muy poco con altos precios del petróleo. El tercero y más resaltante es la apreciación de ASP que mientras más bajos estén los precios petroleros mejor para los venezolanos, por lo que parece presentar una nueva teoría del desarrollo, basada en los bajos precios del petróleo, que requiere una política petrolera que promueva el sacrificio de las reservas petroleras a través del aumento de la producción y desprecie la conservación y defensa de los precios del recurso no-renovable.
En primer lugar, aclaremos que la tecnología empleada en la industria petrolera es altamente capital intensiva, por lo cual genera muy poco empleo nacional y obtiene del exterior la mayor proporción de insumos y equipos que requiere tanto para la inversión como para la producción (un alto contenido importado en sus funciones de inversión y producción). El multiplicador petrolero en Venezuela siempre ha sido bajo y continúa bajo hoy día, aunque más alto que antes. No tengo cálculos actualizados para el 2000, pero en los años 70, de cada bolívar gastado en el sector, menos del 25% impactaba la economía no petrolera. El resto beneficiaba a las economías extranjeras y sus agentes económicos.
No fue el aumento de la producción petrolera la que produjo el aumento del PIB “en la década 61-70”. Fue un evidente coadyuvante, pero el motor principal fue el dinamismo impartido por el gasto público en infraestructura física, educación, salud y vivienda; junto con una política económica apuntando a la industria y la agricultura, para aprovechar la capacidad de sustitución de importaciones [todo esto, por supuesto, financiado con divisas petroleras]. Posteriormente, a partir de 1974, fue igualmente la política económica la responsable de producir un crecimiento menor al que podría haberse esperado del aumento en los precios del petróleo (y la que produjo los desastres conocidos), no los altos precios del petróleo.
El mal manejo de la economía y el uso excesivo de divisas petroleras, bajo la creencia de que la capacidad de absorción de la economía no estaba excedida o que no tiene límite, produjo los resultados conocidos por todos y que el mismo ASP menciona. Pero no fue el alto precio del petróleo la causa, lo cual sería equivalente a considerar que cuando se es gordo la causa es el exceso de dinero que se tiene para comprar comida y no el exceso de comida que se ingiere porque se gasta en exceso el dinero que se tiene.
Si no hubiésemos gastado las divisas, y para colmo además endeudarnos, más bien pagando la deuda de entonces y esterilizando el resto a través del Fondo de Inversiones, como fue la intención inicial, la historia hubiese sido otra. Ejemplos exitosos los tenemos en Alaska y Noruega, cuyos gobiernos hicieron (con el amplio consentimiento de sus pueblos) lo que el nuestro pudo hacer y no hizo.
La enfermedad holandesa es un fenómeno temporal que muchos han querido aplicar a Venezuela para explicar lo sucedido a mediados de los años 70 y nuevamente a mediados de los años 80. En realidad, nuestra enfermedad es mucho más grave y profunda, porque es un fenómeno permanente con consecuencias estructurales que padecemos desde que el petróleo se apoderó de la economía a partir de la segunda guerra mundial. Desde entonces, han sido muy breves y esporádicos los momentos (o períodos cortos) en que nuestra moneda no ha estado sobrevaluada, haciéndose muy difícil (y en algunos casos casi imposible) establecer actividades económicas eficientes, capaces de competir con las importaciones y en el mercado internacional. No significa que sea imposible y por lo tanto tengamos que sacrificar los precios del petróleo para lograrlo. Sí significa que no podemos aplicar las políticas económicas que normalmente aplican otros países, porque presentamos un caso económico de comportamiento muy particular, especial (similar al de los otros países petroleros).
Otro factor a considerar es el enorme tamaño relativo del sector petrolero en la economía del país. Significa que cualquier cambio en el sector petrolero repercute sobre el resto del país y muy particularmente sobre las estadísticas globales, sin que por ello signifique que existan relaciones de comportamiento explicativas. Es natural que el PIB muestre cualquier alza en la producción petrolera, pero como la mayor parte de esa producción es exportada, el indicador relevante no es el PIB sino el PNB, o en todo caso el INB, para reflejar únicamente lo que retiene el país.
Tiene razón ASP cuando afirma que “el trabajo no puede ser sustituido por la renta”, pero no la tiene en la aplicación que le quiere dar. No tiene razón cuando asocia inversión en producción petrolera con trabajo y concluye que esta tiene un efecto locomotora que dinamiza la economía no petrolera. Tiene razón cuando dice que el precio es volátil, pero no la tiene cuando limita “los dictados del mercado” a mantener los precios bajos, como si el mercado petrolero fuera competitivo, en vez de monopolístico. ASP parece no percatarse que en un mercado de competencia imperfecta como el petrolero, los precios se rigen por los costos de oportunidad, no por los costos de producción. Hay un dicho en economía que explica la fijación del precio en mercados monopolísticos – “what the market will bear”, que se puede traducir – “lo que aguante el mercado”.
La política petrolera implantada en 1960 y el rumbo del país
Encontramos el cuarto conjunto de errores en la Sección V con sus explicaciones sobre la política petrolera de 1960 en adelante y sus efectos sobre los siguientes cuarenta años, hasta 2000. El primero, salta a la vista cuando le atribuye a la política petrolera de 1960 espontaneidad “tercermundista tan en boga en la época” y vigencia continua durante los 40 años siguientes, hasta la actualidad. El segundo, cuando le atribuye incompetencia y fracaso a la CVP por ser empresa pública. El tercero, cuando le atribuye a la OPEP la pérdida de rumbo del país. Y el cuarto, corresponde a la afirmación que las estrategias de precios contraen al PIB porque no dan trabajo, no abren fuentes de empleo y exacerban la ‘enfermedad holandesa’.
La política petrolera de 1960 no nació ese año, nació en 1945 y representó su continuación actualizada. Contrariamente a lo expuesto por ASP, y como sabe toda persona informada, fue la política de 1945 la que planteó por primera vez “no más concesiones”, la defensa de los precios, la necesidad de una empresa propia y, además, engendró la idea de cooperación entre países productores. La razón es muy sencilla. Su autor (también autor del “Voto Salvado” sobre la Ley de 1943) fue también el autor de la política petrolera de 1960 y un crítico insistente de las que le siguieron a partir del primer gobierno de Rafael Caldera hasta su muerte en 1979 – Juan Pablo Pérez Alfonzo. Además de haber estudiado la problemática petrolera durante muchos años (desde los años 40), JPPA pasó los años del exilio perezjimenista estudiando a la industria en todas sus manifestaciones y escribiendo sobre lo que eventualmente constituiría su política petrolera en 1960. A pesar de haberse propuesto en 1949 nunca más ejercer función de gobierno, se vio precisado a continuar la labor iniciada en 1945 y truncada por la dictadura en 1949, para retomar en 1960 donde había dejado en 1949.
Es muy cierto que tenia una visión socialdemócrata y tercermundista, y la idea de la OPEP la vio cristalizada cuando estudió la Comisión Ferrocarrilera del estado de Texas, EUA (Texas Railroad Commission), que le fue asignada en los años 30 la tarea de intervenir (para reglamentar) en el desorden petrolero que estaba destruyendo la industria estadal por la manera alocada en que se estaban explotando las reservas petroleras (algo parecido a lo que le estaba sucediendo años mas tarde a los países petroleros).
También es cierto que JPPA consideró disparatado e insensato, al borde de criminalidad, permitir la extracción de nuestro petróleo sin obtener a cambio un valor cónsono con el valor que le asigna la sociedad industrial y sus consumidores, independientemente de la cantidad de petróleo bajo tierra. Siendo el petróleo una riqueza de gran valor y propiedad de los venezolanos, le dio prioridad al interés de los dueños sobre el de los empresarios (extranjeros y venezolanos). Para JPPA, era inaudito que las decisiones sobre el petróleo, de vital importancia para el país, fuesen tomadas por concesionarias extranjeras en vez del gobierno democrático. Le era igualmente inaudito que el petróleo se vendiera tan barato que los consumidores lo derrocharan y malgastaran en tecnologías y productos ineficientes y despilfarradores de energía.
No es acertado, por lo tanto, pensar que su política petrolera fuera un brote espontáneo y momentáneo en boga o de moda. Como es razonable, la Constitución ordenaba la defensa y conservación de los recursos naturales. Siendo el petróleo el recurso natural por excelencia y sangre vital de la economía, la política petrolera no hizo otra cosa que plantear su defensa y conservación, respondiendo a las realidades como consecuencia lógica. No fue invento caprichoso ni improvisación política. Fue el camino lógicamente necesario para confrontar la realidad. Los informados conocen su fundamentación por la gran cantidad de información escrita y filmada existente. Y quienes deseen informarse desinteresada y genuinamente, con sinceridad y sin prejuicios, pueden hacerlo acudiendo a libros y artículos en revistas del mismo autor, además de los escritos por terceras personas.
También existen muchos libros sobre la industria petrolera internacional, en donde cualquiera puede enterarse cómo manipulaban el mercado internacional las siete hermanas que lo controlaban para fijar los precios del petróleo, como también los hay sobre los precios de los recursos naturales exportados por los países subdesarrollados y el problema general de los términos de intercambio. [Refiero al lector al comentario de Daniel Yergin en su libro The Prize que cito arriba]
En cuanto a la CVP, su desaparición del escenario nacional no se debió al fracaso por incompetencia, sino a un cambio en la política petrolera, que se rindió ante intereses poderosos y una nacionalización chucuta, cortando las últimas conexiones que aun podría haber mantenido con la política petrolera de 1960. ASP tiene edad suficiente para recordar las opiniones y posiciones públicas de JPPA frente a la política petrolera de los años 70 y los temas que trata en su ensayo, o bien sabe donde acudir para refrescar su memoria. Con el alza de los precios petroleros y la creación de PDVSA en los años 70, se inicia en el país una nueva etapa y con ella otra nueva política petrolera, contradictoria en muchos aspectos con la implantada en 1960, por lo que es incomprensible que pudiera siquiera pensar en asignarle a la política de 1960 responsabilidad alguna sobre lo acontecido a partir de los años 70.
>Conclusiones y recomendaciones
Aclarados los errores y comentarios controversiales, no me parece necesario, ni atinado, comentar las conclusiones y recomendaciones que se desprenden de los mismos, lo cual extendería injustificadamente este comentario que ya es largo. Además, en otros artículos publicados en esta misma revista y la prensa nacional, he comentado la insensatez y peligrosidad de las tres conclusiones y recomendaciones que el Dr. Sosa Pietri ha presentado en otras oportunidades y repite aquí. Son: privatización de PDVSA, abandono de la OPEP y la apertura petrolera para producir a cualquier costo y vender a cualquier precio.
Sobre la privatización de PDVSA, en varias oportunidades he comentado sobre la incongruencia de la propuesta y sus inconveniencias (en particular, la propuesta Monaldi/Quiroz Corradi). No tiene sentido porque no asegura ni logra nada positivo. No asegura mayor eficiencia, ni eficacia, mientras expone al país a mayores conflictos y riesgos, dada a la importancia crítica que tiene para el país. Existen mejores alternativas para incorporar el sector privado venezolano a la actividad petrolera y para pagar la deuda externa. Y en el caso de la participacion accionaria de los venezolanos, es preferible iniciar el proceso con empresas de menor importancia económica y política para el país, que las hay. El aprendizaje no conviene hacerlo con cosas tan críticas y sensibles para el futuro de los venezolanos. En el proceso, podríamos matar al medico y de paso también al enfermo. .
Aquí solo añado un comentario sobre la privatización de la empresa petrolera STATOIL por el gobierno noruego actualmente en marcha. La prensa europea informa (Financial Times, Wall St. Journal Europe, etc.) que en la valoración de las acciones a venderse, el gobierno se ha visto precisado a reducir el precio de oferta por debajo del esperado (aspiraba a igualar la valoración de empresas petroleras privadas europeas) debido a que el mercado ve con precaución y cierto temor el hecho que el gobierno retendrá el control por medio de la propiedad de una gran proporción de acciones y las implicaciones que esto tiene desde el punto de vista político y gerencial. Una vez cumplida la privatización, no obstante que la mayoría de las acciones podrían estar en manos privadas, la presencia del gobierno como el accionista individual más grande causa preocupación, no obstante que la empresa es muy rentable y sus acciones estarán inscritas en las bolsas de valores de New York y Oslo. Si esto le ocurre a Noruega, en donde el gobierno es serio y el petróleo no tiene la importancia que tiene aquí, ¿que puede esperarse en el caso de Venezuela?
Sobre el abandono de la OPEP, también ya he comentado esto. Lo único que corresponde añadir en esta ocasión es que en mi lectura de las informaciones que vienen de otros países miembros de la organización, como también las que preparan las fuentes tradicionales, esta ocurrencia no la tiene nadie (pienso que por su falta de sentido práctico). Por otra parte, hasta el momento, nadie en Venezuela, ni ASP en su ensayo, ha dado razones de peso para justificar la recomendación. Todas las razones expuestas son ideológicas, emotivas e interesadas. Ninguna es analítica o técnica, por la sencilla razón que no las hay. No hay ventajas que pudieran exponerse. Nuestra membrecía no nos quita autonomía ni soberanía. Y no pertenecer a la OPEP tampoco garantiza que no vayamos a coincidir con sus objetivos, políticas y acciones. Son varios los países que sin ser miembros coinciden con la OPEP y apoyan sus acciones desde afuera, porque después de todo es positivo que exista la OPEP y positivo que pertenezcamos a ella.
Finalmente, sustituir la defensa de los precios con producción a cualquier costo para vender a cualquier precio, que es equivalente a minusvaluar nuestro petróleo (¿con la apertura petrolera?) y transferir a los consumidores de los países ricos industrializados una gran parte de su valor de mercado, para que lo puedan comprar en grandes cantidades a precio de baratija, mientras nosotros hagamos como quiere y propone ASP y nos pongamos a trabajar duro y mucho para aumentar el empleo y el PIB (teniendo que hacerlo para poder abastecer de petróleo barato a nuestros clientes), pudiéndonos finalmente librarnos de la enfermedad de los holandeses que tanto nos agobia, tiene tanto sentido como lo tiene pretender corregir el problema del Gordo (citado arriba) que come en exceso porque tiene dinero en exceso, quitándole el exceso de dinero para que no tenga como gastar en comida y en cambio tenga que ponerse a trabajar si es que quiere mantenerse gordo (siempre que coma el doble para compensar por la energía consumida por el trabajo productivo y gane lo suficiente para comprar esa cantidad de comida).
Por otra parte, ¿cual es el sentido de reducir precios que no están altos, o al menos los afectados no actúan como si los consideraran altos? A principios de mayo, el precio promedio de un galón de gasolina de alto octanaje costaba en Inglaterra US $ 4.18, en Holanda US $ 4.17, en Alemania US $ 3.77, en Francia US $ 3.75 y en Italia US $ 3.72; mientras que en EUA era menos de la mitad, alcanzando apenas US $ 1.87. De acuerdo con un conocido comentarista estadounidense, los “americanos” no se preocupan por la energía en lo mas mínimo, ni siquiera por los problemas de contaminación y calentamiento, debido a los bajos precios relativos de la energía, en comparación con los demás países industrializados. Combaten el costo de la energía insistiendo que los productores aumenten la producción para bajar los precios, en vez de hacer como los europeos y mejorar la eficiencia y la conservación. En Europa, por ejemplo, controlan individualmente los calentadores y acondicionadores de aire en edificios y casas para poder usarlos únicamente cuando y donde se requieren. Usan autos pequeños y eficientes en el consumo de energía, y además utilizan diesel limpio que les permite transitar con un galón de combustible casi cuatro veces mas que los “americanos”. Estimulan el uso del transporte público manteniéndolo eficiente, oportuno y a costos muy razonables. Estimulan el uso de la bicicleta y el hábito de caminar poniendo al alcance y a distancias razonables los servicios al consumidor como mercados, farmacias, lavanderías, ferreterías, etc. Es decir, que mientras los europeos buscan la solución de su problema energético en ellos mismos, actuando sobre la demanda en vez de la oferta, los estadounidenses optan por buscar la solución en los demás, con lo cual presionan la oferta en vez actuar sobre la demanda, tal como lo hacen en el combate al narcotráfico – presionan la oferta en vez de afincarse sobre su propia demanda.
Termino con el comentario de un empresario de la industria farmacéutica refiriéndose a la formación de los precios en el mercado estadounidense, que bien se aplica al mercado petrolero: los consumidores de medicinas se oponen a cualquier cosa que ponga en peligro las utilidades de la industria y por extensión su capacidad para investigar e innovar, porque comprenden el funcionamiento económico de la industria – que el precio de una medicina nada tiene que ver con su costo de producción, sino con el de investigación e innovación.
[Financial Times del 21 de mayo de 2001]