Brasil: nueva potencia petrolera
Un nuevo descubrimiento de petróleo en Brasil se suma al ya anunciado el año pasado para convertir a ese país virtualmente en la octava potencia petrolera del mundo.
Primero fue del pozo Tupi en el 2007 considerado clave por su potencialidad calculada entre 5 y 8 millardos de barriles; ahora es el Carioca con un estimado de 33 millardos de barriles. Estos y la posibilidad de nuevos descubrimientos, permiten vislumbrar la transformación de un Brasil, que es ya la gran potencia productiva de Suramérica, en una potencia mundial petrolera que además competirá por mercados en nuestra región.
Estos descubrimientos, al menos necesitarán un lustro para poder estar operativos, amén de que por su situación-mar abierto y grandes profundidades- su extracción requiere grandes inversiones y el desarrollo de una tecnología que la haga rentable en el mediano plazo cuando probablemente el precio del petróleo sino baja al menos detendrá su crecimiento.
Esto debe preocupar a Venezuela, pues de concretarse su producción, el Brasil tendría ventajas competitivas que lo pondrían en mejor posición que nuestro país. Por una parte, Venezuela se ha convertido en un suplidor poco confiable, para el mayor demandador de petróleo del continente, que seguramente preferirá voltear su mirada hacia un Brasil capitalista y estable. Por otra parte, las compañías petroleras volcarán su inversión a ese país por la inseguridad que produce la creciente ola de estatizaciones y el aumento de impuestos- o contribuciones en Venezuela.
Además, el ascendente deterioro de PDVSA no nos permitirá enfrentar una competencia de PETROBRAS. Por una parte, nuestra producción viene en decadencia por falta de inversión y el manejo inadecuado de la industria. Por la otra, al menos existe aprensión por parte de las compañías petroleras de invertir en exploración, producción y tecnología para Venezuela por la posición hostil del gobierno, hacia las empresas privadas y extranjeras, concretada en las compras compulsivas y las expropiaciones. A lo que se suma la inseguridad jurídica que se refleja en el constante cambio de las reglas del juego.
Si éste o un nuevo gobierno se propusiera reconvertir a PDVSA en la mejor empresa petrolera del continente, tendríamos que esperar varios años, perdiendo el costo de oportunidad para competir con Brasil. Nuestra influencia en la región caería frente al monstruo verde y podríamos incluso sufrir de cierta redundancia en lo que siempre fue nuestra ventaja: el petróleo