Apagones, reestructuraciones y promesas
Nuevamente revientan apagones en varias partes del país generando desconcierto y rabia en la ciudadanía. Se queman oficinas y vehículos de las filiales de Cadafe como respuesta desesperada de la gente. Lo peor de todo es que las explicaciones que se dan son siempre las mismas: “Esto es el resultado de más de 20 años de falta de mantenimiento y desinversión en el sector”, a veces se agrega la coletilla: “porque lo querían privatizar”. El cuento aburre, se hablaba de 20 años de desinversión en 1999 y hoy, apelando a la baja memoria colectiva, se sigue manteniendo el período de 20 años, cuando debería decirse 27.
Lo peor es que los montos de recursos para el sector que se mencionan son superiores a todo lo que se haya invertido en el sector eléctrico en la historia. El año pasado se habló de US$ 1.000 millones, este año se menciona US$ 1.154 millones. En Monagas hace nueve meses se prometieron US$120 millones y promesas similares se han hecho en otras regiones. Todo parece indicar que los recursos abundan, FONDEN da para todo. Hay que decir que Edelca, empresa que con sus proyectos hidroeléctricos del Bajo Caroní ha evitado el colapso definitivo del servicio eléctrico, ha invertido en los mencionados 20 años entre US$ 400 y 500 cada año, recursos que permitieron incrementar el parque de generación del país con Macagua y Caruachi, y también ampliar la red de transmisión. Ahora se habla de US$1.000 millones y no se ven. Un trabajo llamado «Vulnerabilidad del Sistema Eléctrico Nacional», reseñado el lunes en El Universal, dice que sólo se han ejecutado un 24% de las inversiones planeadas en transmisión.
Para aderezarnos las promesas se menciona la reunificación de las filiales de Cadafe, como si tal unión fuera una panacea. Hay que repetir que en la práctica dichas filiales nunca han funcionado como empresas autónomas, simplemente porque no manejan recursos. El control del flujo de caja es mucho más que un mecanismo de acumulación como parece pensarse, es una condición indispensable para programar acciones futuras, establecer prioridades y formular presupuestos. Desde que se crearon dichas filiales han vivido solicitando recursos a Cadafe para todas sus iniciativas, obteniendo como resultado un goteo que apenas alcanza para algunas emergencias. Por eso es que periódicamente el problema se agudiza y vuelven los apagones.
¿Qué podemos esperar esta vez? ¿Tendrá Cadafe, con o sin sus filiales, la capacidad de respuesta para solventar el problema? Hay muchos indicios que nos dicen que la capacidad no existe y no es mucho lo que se puede esperar. Cadafe parece estar dominada por una inercia paralizante, pasan los años y sus viejas ideas no cambian, aunque algunas resulten hoy por hoy obsoletas. Siguen hablando del segundo desarrollo del proyecto Uribante-Caparo, a pesar de sus problemas geológicos, ambientales y económicos, y sin considerar su escasa contribución a la solución de las necesidades del país. Para ilustrarlo basta recordar que el aporte de La Vueltosa no alcanza para el crecimiento de la demanda en un trimestre y el segundo desarrollo todavía es menor. Algo similar ocurre con la conversión a gas de Plana Centro, Cadafe sigue manteniendo tercamente el proyecto aunque para nadie es un secreto que hay un déficit de gas y sería mejor reservarlo para las nuevas plantas con mayor eficiencia. En planta Centro bastaría mejorar la disponibilidad y decidir de una vez si las unidades N°1 y N°5, que llevan años paradas, se pueden reparar o hay que desincorporarlas con honestidad.
Pero las cosas no cambian en Cadafe, ni afloran las ideas. Parece que el tiempo se hubiera detenido ¿Podrá Cadafe, ahora reunificada, mejorar el servicio eléctrico? O tendremos que seguir escuchando promesas y, mientras tanto, comprando velas.