América Latina: del mercantilismo al mercado
La broma de los brasileños acerca de su propio futuro podía hasta hace poco aplicarse a toda la América Latina: es la región del futuro y siempre lo seguirá siendo. Pero la llamada década pérdida de los años 80, dominada por la crisis de la deuda -fenómeno latinoamericano por excelencia-, fue también una época donde se iniciaron transformaciones radicales en los sistemas políticos y económicos, impensables pocos años antes. Esa transformación continuó durante los años 90 y prosigue aún.
Paul Craig Roberts y Karen LaFollette Araujo llenan, con su libro recién publicado en español, el enorme vacío que existía. Para ellos, el proceso de transformación de la región es fundamental y, correctamente, lo catalogan como una verdadera revolución: “La Revolución Capitalista de América Latina”. Así, nuestras naciones dejan atrás siglos de tradiciones estatistas y de alergia al mercado, por medio de cambios en política fiscal, sistema monetario, precios, privatizaciones de las empresas del estado y de los quebrados sistemas de pensiones, desregulaciones y la reforma estelar, la apertura comercial.
Los autores no se limitan a describir la reciente revolución latinoamericana, sino que exploran además la herencia intervencionista que mantenía estancadas a nuestras economías. Se trata de una herencia lastrada que no sólo -argumentan los autores- puede adjudicarse a estructuras coloniales y tradiciones españolas, sino también a la influencia e injerencia negativa de instituciones financieras multilaterales, como el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, las cuales fomentaron las estructuras que habrían de derribarse o reformarse en los últimos años. Los críticos que abusan del horror semántico llamado “neoliberalismo” se ven refutados por este análisis, que expone la falacia de identificar a las organizaciones multilaterales como campeones del mercado.
El libro explora en gran detalle las semillas intelectuales dentro y fuera de la región que en tiempos no muy lejanos germinaron en programas económicos estatistas y en afán programático, de planeación económica, del que las naciones latinoamericanas no se han librado aún por completo. Es una ironía que la ayuda financiera de esos organismos multilaterales y de los Estados Unidos impidiese, en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, que se desarrollaran en la región economías de mercado. De hecho, la prescripción de Roberts y LaFollette Araujo es que esos organismos financieros multilaterales deben privatizarse… o mejor todavía, cerrarse.
El libro analiza lo que los autores califican como “sociedades bloqueadas”, naciones que no podían avanzar, paralizadas por gobiernos intervencionistas, los cuales estaban siempre rodeados de grupos oligárquicos y mercantilistas opuestos a cualquier reforma que perjudicara sus privilegios. Por consiguiente, no habían mercados funcionales ni verdadero respeto y protección a los derechos de propiedad. En esa clase de sociedad, a menudo la forma de prosperar es por medio de contubernios con los gobernantes de turno, lo cual a su vez provoca el surgimiento de una corrupta red de intereses cruzados entre el sector público y partes del sector privado. Un corolario muy valioso de este análisis es la determinación del verdadero origen de la corrupción: la compleja red de trámites, reglas, concesiones y disposiciones que discriminan jurídicamente a amplios sectores y a ciudadanos, obligándolos a “aceitar” los mercados burocráticos de rentas y privilegios con la figura más representativa de la pobreza y del atraso latinoamericano, la corrupción.
Como bien argumentan los autores, la única manera de avanzar era a través de sórdidos arreglos con funcionarios y políticos. A lo largo del libro nos presentan numerosas anécdotas con las que los autores apoyan sus argumentaciones, ilustrando los puntos en forma más humana, pero no menos lógica, que el argumento conceptual que desarrollan.
En el último capítulo de su libro, Roberts y LaFollette Araujo analizan las consecuencias de la revolución capitalista latinoamericana para los Estados Unidos mismos. No, como pudiera pensarse, desde una perspectiva de las infinitas oportunidades que la región representa ahora para los inversionistas estadounidenses, sino como un incipiente pero potencialmente fuerte competidor para una economía interna en la que también campean las regulaciones económicas. Se trata de un competidor que podría lograr gran éxito si Estados Unidos no reforma esa estructura que paraliza parte de la iniciativa de sus ciudadanos. Así, América Latina finalmente cumpliría la promesa de lograr alcanzar su brillante futuro. ©