ALCA no versus ALCA como sea
Hace algunos años, cuando los mexicanos estaban más recientes en su participación en un arreglo comercial formal con EE.UU. y Canadá (TLCAN), señalaba algunos de ellos que ALCA entraría realmente en operaciones cerca de 2015 o 2018. Por su parte, un funcionario venezolano recomendaba, en tiempo cercano, que se considerara el año 2015 en vez del 2005.
La reunión de Miami, finalizada el 21-11-03, recoge los frutos y desventuras del largo período transcurrido desde 1990, cuando el Presidente Bush (padre) entusiasmó a algunos, puso a fantasear o a pelear a otros, según el caso, al ofrecer la Iniciativa para las Américas, en un discurso de tan solo unos cuantos minutos.
La posición de un no al ALCA puede presentar dos matices. La de los que, por un lado, rotundamente ven en el proyecto y parcial proceso de negociación en curso, un resultado de las ansias de la nación imperial por abordar e inundar los mercados y ciudadanos de las naciones latinoamericanas con sus productos y factores. Y la de los que, por otro lado, le tienen criticas del tipo de la posición anterior o más suave, pero no quieren mantenerse alejados de los acuerdos comerciales y las propias iniciativas atinentes a los mismos.
Los de este segundo matiz, dentro de la posición de un no al ALCA, son los que, en algunos casos, han empezado a resaltar la valiosa opción que se tiene dentro de la propia integración regional tipo MERCOSUR o Comunidad Andina. La administración iniciada en 1999 en Venezuela, no puede ubicarse en este segundo matiz pues, en nuestra opinión, ha carecido de una política de Estado en cuanto a la integración y, el Presidente y variados funcionarios, se han ocupado de criticar cualesquiera de las opciones de integración, reservándose las iniciativas y entusiasmos solamente para solicitar desde 2001 –ratificándolo en 2003- el ingreso de Venezuela a MERCOSUR.
También, piensan algunos -¡ahora!- que se debería iniciar un proceso de difusión y discusión de la propuesta y proyecto atinente a ALCA, que incorpore la sociedad civil –y con ello al ciudadano- para, democráticamente, poder cernirse las mejores valoraciones sobre su viabilidad y conveniencia. Y, para reforzar esto, se destaca la prudencia de mexicanos, cautela de centroamericanos o firmeza y pautas de brasileños.
Las lecciones desprendidas de un proceso como el de la participación de México en el TLCAN con Canadá y EE.UU., se relacionaron con perfiles como los siguientes: a) el proceso no lo podían llevar una o dos personas sino equipos preparados para tal actuación; b) el conocimiento tenia que adecuarse a la cadencia y velocidad de negociación de los estadounidenses, y, en razón de ello, desde numerosos espacios y ámbitos de la sociedad mexicana se solicitaron y propusieron, según los casos, estudios y propuestas que hiciese realmente operativa la participación, y c) tal propuesta de integración, se convirtió en un objetivo nacional y no en uno impuesto por un gobierno autoritario o un grupo que pueda creer que tiene la razón. Tomando en cuenta sólo estos tres elementos, Venezuela se encuentra bastante desviada.
La posición del ALCA como sea, se identifica con aquellos que han propuesto un ALCA light o un ALCA pragmático. En fin, a falta de pan buenas son tortas. Hay de todo en este perfil. Desde los que en América Latina consideran que marcan la pauta, los que tienen sus negociaciones por su lado o los que piensan que la negociación está signada por los miles de corchetes de puntos que no están ni claros ni acordados.
Esta posición para interpretar ALCA, se debe relacionar con los matices y diferencias claramente observables en la realidad de Latinoamérica. Los brasileños y los mexicanos son efectivamente grandes pragmáticos para defender sus intereses. Los centroamericanos, por su parte, tienen ojos –fundamentalmente- para México y los Estados Unidos. Mas aún, esta posición para interpretar ALCA ya se podía avizorar desde la Cumbre de Santiago en 1998, cuando muchos se alegraron porque ALCA había pasado, supuestamente, a tocar problemas de la vida diaria de la gente sencilla e incluso había pasado a incorporar temas adicionales a los del comercio. Puro entusiasmo, pues para ese momento nada permitía advertir que hubiese un planteamiento distinto a crear una zona de libre comercio. Los estadounidenses, en la voz del Presidente Clinton lo dijeron claro: la labor real de Santiago comenzaba al partir cada quien para su país.
Es de ahí que, problemas fundamentales en la actitud comercial de los EE.UU. y Brasil –como los subsidios y mecanismos de protección-, han quedado congelados.
El ALCA seguirá intentándose, pero no dejarán de estar presentes sus desventuras.