Economía

A B C Capitalismo (IV)

Según Jeremías Bentham, por el contrario, los hombres son en esencia iguales, lo cual lleva a la comparación de satisfacciones y a la elaboración de una única gráfica de satisfacción social.

En el modelo Pareto, una sociedad alcanzaba la máxima satisfacción posible cuando ya no se le podía dar nada a nadie sin quitarle algo a otro. Por lo tanto, no existía ninguna distribución óptima de la renta. Un óptimo de satisfacción de una distribución absolutamente injusta sería, a nivel social, tan válido como uno de la más absoluta igualdad.

No obstante, para igualitaristas como Bentham, no valía cualquier distribución de la renta. El que los humanos seamos en esencia iguales y la comparación de las satisfacciones llevaba necesariamente a un óptimo más afinado que el modelo Pareto. Este nuevo óptimo, que es necesariamente uno de los casos de óptimo Pareto, surge como conclusión lógica necesaria de la ley de rendimientos decrecientes.

Estas dos concepciones radicalmente diferentes dividen al liberalismo en dos corrientes: por un lado, una corriente igualitarista y progresista, abanderada por la teoría de Bentham y, por el otro, aquella otra corriente que no persigue la igualdad, pues considera natural que hombres diversos actuando en función de sus propias motivaciones y empleando libremente los medios de que disponen lleguen a fines diferentes.

Entre los seguidores de Bentham destacan las tesis del social-liberalismo, mientras que de Pareto surgen otras como la escuela austríaca, si bien, para esta última corriente, no es necesario en absoluto basarse en idealizaciones y estudios de equilibrios inexistentes en la realidad. De hecho, dicha escuela considera un auténtico error epistemológico pretender llevar a cabo el estudio de la economía como si se tratara de una ciencia natural. Por tanto, propone un acercamiento distinto, completamente opuesto al de los clásicos y neoclásicos, al liberalismo.

Otra visión. Otro punto de vista. El capitalismo se basa en la observación de las causas de la riqueza. Para Henry Hazlitt, 1894 – 1993, quien era un filósofo liberal y libertario estadounidense, economista y periodista del The Wall Street Journal, el New York Times, Newsweek y The American Mercury, etc., y a quien se le reconoce haber llevado la economía ‘austríaca’ a las audiencias angloparlantes, las instituciones básicas de la economía capitalista las observo en cinco aspectos fuertemente relacionadas:
Propiedad Privada: Sin propiedad no puede haber libertad individual, pues coloca al colectivo que posee ese derecho (el Estado, el gobierno, la comunidad local) en posición de ejercer la mayor de las coacciones: el hambre.

Mercados Libres: El libre mercado no es más que la libertad de cada uno de disponer e intercambiar como mejor desee su propiedad privada. Son inseparables de la propiedad privada las personas, escogiendo y consumiendo, forman a través de sus elecciones lo que se ha dado en llamar sistema de precios, que no es más que el resultado de millones de decisiones comerciales individuales
Competencia: En cualquier sistema de libre comercio las preferencias de los consumidores crean la competencia entre los productores. Éstos bajarán los precios y sus propios costes e intentarán aumentar la calidad de su producto, no de servir al público, sino de no ser echado del mercado por él y poder seguir obteniendo un beneficio. De hecho, cuanto más mejora un rival en el mercado, más obliga a sus competidores a mejorar
División del trabajo: El recurso fundamental más escaso es siempre el trabajo, el quehacer, del hombre. Y para aprovecharlo mejor está la división del trabajo. La mejora tecnológica y la existencia de dinero permiten a cada hombre realizar un trabajo más específico, compartiendo el producto del mismo con los demás, en lugar de dedicarnos todos a hacer de todo. El aumento en la productividad y la riqueza casi siempre puede estudiarse como un aumento de la división del trabajo. De este modo, la agricultura y ganadería, casi la única actividad productiva durante la mayor parte de la historia de la humanidad, ahora emplea a una ínfima parte de los trabajadores en un país desarrollado. Esa fuerza de trabajo extra ha ido a parar a la creación de nuevos bienes y servicios que mejoran la vida de sus conciudadanos
Cooperación social: Es evidente que la división del trabajo no podría existir sin la cooperación social, pues ésta sólo es practicable cuando las personas pueden compartir el fruto de su trabajo. Además, permite que esa cooperación se produzca, no por el desinteresado amor hacia la humanidad que no cabe suponer en toda persona, sino por el propio interés. Esto lo hace más efectivo y realista.

Dejamos aspectos sin recordar. Por favor, hágalo usted.

Notas: 01. ¿Soberanía? ¿De quien? Si es del ciudadano, del pueblo, toda decisión gubernamental debe ser sometida a referéndum. ¿Del hombre o de la ley? ¿De la voluntad o de la razón? Aquí, por ahora, las pasiones sustituyeron al derecho. En una democracia se supone que la razón prevalece sobre la voluntad; pero en el gobierno dictatorial y despótico como el presente no puede haber ninguna innovación porque precisamente el pueblo rey no puede ejercer la soberanía por si mismo: la delega en el o los encargados del poder, quienes responden a sus intereses particulares y a su corrupción, no al interés del pueblo. 02. ¿La ley debe ser la expresión de una voluntad o de un hecho? Oímos: la ley es la expresión de la voluntad del soberano. Pura demagogia. Porque, entonces, en una monarquía, la ley es la voluntad del rey; en una republica, la voluntad del pueblo; igual error: afirman ambos que la ley es expresión de voluntad debiendo ser la expresión de un hecho. Pero aquí, por ahora, las pasiones sustituyeron al derecho, la ley, la soberanía. ¡Que barbaridad!
“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”. Marco Tulio Cicerón 106 AC-43 AC. Escritor, orador y político romano.

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