Joseph Blatter encarnó durante 17 años casi en solitario todo lo que significa la todopoderosa FIFA, superando infinidad de crisis y acusaciones con su metáfora habitual de «capitán de barco que no abandona en mitad de la tormenta», pero el escándalo de corrupción que sacude la organización ya le costó su puesto y complica ahora su futuro judicial.
Anunció ya que abandonará la presidencia el 26 de febrero de 2016, cuando se elija a su sucesor, aunque ahora queda saber si su camino judicial no fuerza a cambiar los planes previstos.
El conocido como «FIFAGate», el escándalo que estalló el 27 de mayo con la detención de siete dirigentes del fútbol en Zúrich, ya motivó que el 2 de junio, cuatro días después de ser reelegido, anunciara públicamente su marcha, que hará efectiva en febrero, cuando se elija a su sucesor.
Desde su llegada a la cabeza de la instancia suprema del fútbol en 1998, «Sepp» se ha acostumbrado a un tratamiento digno de un jefe de Estado en sus frecuentes viajes y parecía insumergible ante los ataques, pero su situación ha cambiado radicalmente en los últimos meses.
Los cierto del caso es que el ‘sistema Blatter’ se desmorona y la pasada semana ya fue apartado de la secretaría general su número 2, Jérôme Valcke, sospechoso de participar en la reventa de entradas del Mundial-2014.
Ahora la acusación judicial amenaza con poner en serios apuros al hombre que dio un impulso a la FIFA como máquina de hacer dinero gracias al Mundial y como entidad que puede presumir de tener más miembros que la ONU (209 contra 193).
Tras la era Havelange
Su presidencia ha estado marcada casi desde el día uno por escándalos y guerras internas. Fue elegido en 1998 como reemplazo de su mentor, Joao Havelange, y desde entonces tuvo que luchar por imponerse como autoridad en una organización acostumbrada a veinticuatro años de liderazgo del brasileño.
Sobre aquel proceso de 1998, el británico David Yallop escribió un libro, «Cómo han amañado el partido», acusando al equipo de Blatter de prácticas corruptas para asegurarse la victoria sobre el otro candidato, el sueco Lennart Johansson, entonces presidente de la UEFA.
Tuvo un duro reto en 2002 para conseguir la primera reelección, al encontrarse con ataques de varios miembros de su Comité Ejecutivo y del entonces secretario general, Michel Zen-Ruffinen, que hablaron de manipulación de las cuentas del organismo e irregularidades financieras.
Ganó sin problemas (139 votos contra 56) a su rival de aquella elección en Seúl, el camerunés Issa Hayatou, presidente de la Confederación Africana de fútbol (CAF). En 2006, otro libro procedente de Inglaterra, de Andrew Jennings con el título «Tarjeta roja», abordaba de nuevo la corrupción de la ‘era Blatter’ y su publicación incluso llegó a ser prohibida en Suiza judicialmente.
«¿Crisis? ¿Qué crisis?»
Nadie impidió la reelección en 2007, donde fue candidato único, pero hace cuatro años, en el 61º Congreso en 2011, la corrupción fue tema de pasillos y debates antes de la reelección del suizo.
El que iba a ser su rival, el catarí Mohammed Bin Hamman, se vio forzado a retirarse unos días antes de la votación, después de un caso de corrupción por pago de sobornos.
Blatter concurrió en solitario a las elecciones y se autoproclamó «capitán en la tormenta».
«¿Crisis? ¿Qué crisis?», dijo entonces, en una de sus frases más recordadas, que bien podría haber repetido la pasada semana, donde la corrupción volvió a marcar el desarrollo del Congreso de la FIFA, que reeligió a Blatter pese a la crisis y los ataques mediáticos de los días previos.
En los últimos años las sospechas por corrupción en la atribución de sedes de los Mundiales de Rusia-2018 y Catar-2022 ha sido uno de sus grandes quebraderos de cabeza. El autor del informe encargado para evaluar la limpieza del proceso, el estadounidense Michael Garcia, llegó a dimitir el pasado mes de diciembre en desacuerdo con las conclusiones efectuadas de su estudio por la propia FIFA.
En las elecciones de mayo ganó la votación al príncipe jordano Ali y debía ser presidente hasta 2019, pero finalmente su marcha se precipitó en tiempo récord.
Un descenso a los infiernos para este exdirectivo de la Federación Suiza de Hockey sobre Hielo, que entró en la FIFA en 1975, cuando era director de Relaciones Públicas y Deportes de una conocida marca relojera.
Desde 1975 estuvo ininterrumpidamente en la FIFA, primero como director técnico hasta 1981 y luego como secretario general hasta 1998, cuando ascendió a la presidencia.
Tenía pensado irse dentro de cuatro años, con 83 años, pero ahora la gran duda es hasta dónde llegará