Valverde, el eslabón más débil del Barcelona
La continuidad en el banquillo del FC Barcelona del entrenador Ernesto Valverde, con contrato hasta 2020, vuelve a aparecer como un enorme interrogante, después de la debacle de los barcelonistas anoche en la Liga de Campeones en Liverpool (4-0).
La profunda crisis que ha originado la eliminación, que se suma a una de similares características el año pasado contra el Roma, han puesto en el centro de la diana a algunos jugadores, pero especialmente a Ernesto Valverde, cuyo respaldo en el vestuario y directiva es posible que se resientan por la erosión que ya ha empezado a producir este nueva hecatombe en el club catalán.
En el Barcelona no se espera que haya ningún movimiento brusco para evitar causar más males mayores con vistas a la final de la Copa del Rey de dentro de unas semanas, aunque todo queda a expensas de la reacción que pueda tener el aficionados este fin de semana en el Camp Nou, donde el Barça pondrá punto final a la temporada en su estadio.
El año pasado trascendió que un sector de la directiva había sentenciado a Valverde por la eliminación del Barça en la Liga de Campeones por un equipo claramente inferior como fue el Roma, al que los azulgrana habían ganado en la ida del Camp Nou por 4-1 y que acabaron eliminados por una derrota en Italia por 3-0.
A pesar de aquel manifiesto malestar, ya que los argumentos se concentraban en que a Valverde le venía muy grande el banquillo del Barça, el conjunto azulgrana reaccionó de la mejor forma, al sentenciar la Liga y recoger un doblete en la final de la Copa del Rey en un inconmensurable partido contra el Sevilla (5-0).
Los severos tropiezos en la Supercopa de España, en la que Valverde debutó en la banquillo con un vapuleo del Madrid por 5-1 en el global de los dos partidos, y en la Liga de Campeones en manos del Roma, fueron atajados al final del curso por un doblete que satisfizo a un mayoritario sector azulgrana, que acabó viendo cómo el Madrid enlazaba su tercera Copa del Europa seguida en cuatro años.
Con el nuevo curso, más que Valverde y la directiva, acabó siendo el nuevo primer capitán del equipo, Lionel Messi, tras el adiós de Andrés Iniesta, quien marcó el camino del grupo en el presente campeonato, obtener la que denominó como «la linda Copa».
A Messi, que realizó anoche un más que gris partido, poco o casi nada se le puede reprochar por el recorrido azulgrana en la presente Liga de Campeones, pues ha empujado a los suyos y ha llegado (con sus goles) donde otros siguen estancados (Luis Suárez, un solo gol en dos años).
Hasta el fatídico partido de anoche, el Barcelona ha sido un equipo solvente en la presente Champions, volviendo a ser primero de grupo y llevándose con amplitud los octavos (contra el Lyon, 5-1 en el cómputo general) y cuartos (Manchester United, 4-0), pero igual que el año pasado contra el Roma, al Barça de Valverde se le ha achacado cobardía para medirse contra un Liverpool que amenazaba con ser un torbellino en el campo.
La apisonadora que pasó anoche en Anfield sobre el Barcelona no fue ninguna sorpresa, ya que en la ida hace seis días en el Camp Nou pasó algo parecido, con la única diferencia que el Liverpool fue del todo ineficaz ante la meta de Ter Stegen, y en el Barça, Messi acabó haciendo lo de siempre: echarse al equipo a la espalda y sacarlo del atolladero.
Para el vuelta, Valverde repitió once y filosofía: «Tenemos que atacar. Pensar en tener el control es un error, porque es lo que ellos esperan», sentenció el preparador en la víspera, una declaración de intenciones que presumía un suicidio, ya que desde el propio banquillo se le volvía a dar una patada al libro de estilo del Barcelona.
Valverde presumió que el Liverpool no iba a permitir que el Barcelona desplegase su juego de control, como habitualmente intenta la totalidad de sus rivales.
Igual que en la ida, dotó de músculo el centro del campo, con la alineación del chileno Arturo Vidal, quien se movió en su salsa y acabó siendo uno de los mejores del Barça anoche en Anfield, y envió al banquillo a Arthur Melo, un mediocentro que sabe darle pausa al fútbol azulgrana con el que pretende tener el control desde la medular.
Así, Valverde propuso un pulso contra un especialista en este estilo de fútbol intenso de ida y vuelta, como es el Liverpool de Jürgen Klopp.
En la ida, sólo se salvó el resultado, mientras que en la vuelta, al grupo de Valverde no le valió de nada pretender igualarse en músculo con su rival, e intentar a la desesperada recuperar el control del partido con la incursión en el último tramo a Arthur. No obstante, el Barça tuvo casi media docenas de claras ocasiones de gol.
A Valverde de le ha tachado de haber traicionado el estilo y el método del Barça y contar con la complicidad no sólo de la directiva, sino del principal responsable de la confección del primer equipo, el mánager Pep Segura.
Los resultados lo han aguantado todo, especialmente gracias a Messi, pero ahora en el segundo tropiezo en Europa, el dolor por la humillación del 4-0 parece que no a quedar sólo en otro mal día, como sucedió en Roma.
El técnico del Barça aparece como el eslabón más débil en la decepción que abraza a la entidad, al achacársele cobardía en partidos de mucha altura y por alejamiento de la filosofía futbolista azulgrana, cuyo conocimiento se le suponía.
En esta tesitura, Valverde no se encuentra solo, pues la directiva con su elección y renovación ha avalado al técnico como un preparador capaz de llevar al club a las más altas cotas de éxito.
Hace media docena de temporadas, cuando parecía que una grave crisis en el vestuario padecida por el que fuera entrenador del Barcelona Luis Enrique Martínez, llevó al por entonces presidente en funciones Josep Maria Bartomeu a atajar la oleada de indignación en el club adelantamiento de elecciones.
Al final, el Barça hizo un triplete y en las elecciones Bartomeu barrió con una mayoría absoluta inapelable, en la que concurrió el expresidente Joan Laporta.
Ahora a Bartomeu sólo le quedan dos temporadas, sin poderse presentar a la reelección, y deberá calibrar cómo reconduce la crisis que se le va a echar encima, pues tiene visos de ser bastante más rotunda que la del año pasado, tanto la que observe en el exterior como en su junta.
El manual de supervivencia de una directiva siempre apunta a cortar por el eslabón más débil, pero a su favor también están algunos golpes de efecto de Bartomeu que han acabado por convencer a la mayoría de la parroquia azulgrana, sin llegar a sacrificar al entrenador.