Después de Río, Tokio espera unos juegos seguros y tranquilos en 2020
Horas antes de la clausura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro y Tokio, que acogerá la próxima gran cita del deporte mundial en 2020, ya se entusiasma: sus Olimpiadas serán seguras, fiables y tranquilas… alejadas de las peripecias brasileñas.
La prensa japonesa no se privó de destacar la serie de robos y agresiones que enturbiaron un poco la gran fiesta en una ciudad que enfrenta niveles crónicos de inseguridad y violencia urbana alimentados por el narcotráfico y la pobreza, los temores ligados al virus del Zika o los problemas en las instalaciones de la Villa Olímpica.
«No hay calma en el frente de los robos», escribió la agencia de prensa Jiji, haciendo un balance de víctimas japonesas: nueve durante la primera semana.
Los aficionados presentes en la ciudad carioca matizaron sin embargo esta imagen. «En Japón la gente piensa que Brasil es un país peligroso, pero en realidad es maravilloso, la comida es deliciosa y los habitantes acogedores», dijo Kazunori Takeshima, citado el viernes por el diario en inglés Japan Times.
Demasiado educados para criticar a los actuales anfitriones, los habitantes de Tokio prefieren ensalzar las ventajas de su ciudad. «Tiene todo, y es una ciudad muy segura», afirma Toshiyasu Furuya, de 45 años.
Capital de la tercera economía mundial, la dinámica megalópolis asiática de 35 millones de habitantes garantiza (o casi) calles sin rateros, trenes puntuales, limpieza impecable y una hospitalidad a toda prueba («omotenashi»).
Sospechas de sobornos
Japón puede también presumir de la ausencia de huelgas y manifestaciones y de sus raros escándalos políticos, una estabilidad que contrasta con la telenovela gubernamental brasileña.
«Estaré encantada si en 2020 la gente se marcha de Tokio diciendo cuán contenta está de haber descubierto Japón», dice Akiko Sasanuma, de 79 años, mientras mira los Juegos de Rio en una pantalla gigante instalada en un parque de la capital.
Los japoneses recuerdan todavía los Juegos de 1964, que marcaron el regreso del archipiélago al concierto de naciones y apoyaron su reconstrucción tras la derrota de 1945. Esta vez muchos ven la oportunidad de dar juventud y vigor a un país en declive, tanto demográfica como económicamente.
A cuatro años de la gran cita, Japón acumula sin embargo los reveses. El estadio olímpico todavía no está construido, después de que se abandonara el proyecto original considerado demasiado caro. La nueva estructura de acero y madera ideada por Kengo Kuma fue diseñada sin lugar para el pebetero que acogerá la llama olímpica. Entre otros problemas, los organizadores tuvieron que cambiar el logotipo de los Juegos, porque el diseñador elegido fue acusado reiteradas veces de plagio.
Más grave aún, la designación de Tokio frente a Madrid e Estambul en 2013 está opacada por sospechas de sobornos que están siendo investigadas por la justicia francesa.
El temor de un megasismo
Tras esta serie de escándalos, Yuriko Koike -elegida gobernadora de Tokio a finales de julio tras la dimisión de Yoichi Masuzoe- anunció la creación de una comisión para controlar la preparación de los Juegos, y limitar un aumento de costos.
«Cuando Japón tiene una deuda pública aplastante que representa alrededor del 245% del PIB, los Juegos Olímpicos de 2020 podrían ser un duro lastre si los costos se disparan», estimó Robert Whiting, autor de libros sobre Japón, en un reciente artículo de opinión publicado en la prensa.
Además, Japón no está a salvo de un atentado como el ataque con gas sarín en el metro de Tokio del 20 de marzo de 1995, incluso si los riesgos son considerados menos importantes que en Europa.
Y no se puede excluir un acto repentino de un desequilibrado como la matanza que se registró en 2008 en el barrio electrónico de Akihabara o, más recientemente, en un centro para discapacitados de la región.
Aunque preparada para los terremotos, Tokio vive por otro lado con la angustia de un gran terremoto en la capital, cuyo gobierno dice que hay un 70% de posibilidades de que se produzca en los próximos 30 años. Incluso con un epicentro más lejano, la ciudad resultaría afectada.
Y para terminar, un pequeño parte meteorológico: En pleno mes de agosto, cuando los tifones se encadenan en Asia, las temperaturas superan fácilmente los 30 o 35 grados a la sombra, con una humedad superior al 80%. «Esta fue la razón que llegó a aplazar los Juegos de 1964 al mes de octubre», recuerda Whiting, preocupado de los «riesgos» para los atletas.