Venezuela, en fuera de lugar
A los hermanos Castro les gustaba bailar pegado con Hugo Chávez y con su relevo, Nicolás Maduro. El baile era tan fluido y cercano, que se empezó a hablar de un solo cuerpo, ‘Venecuba’ o ‘Cubazuela’. Pero el bolero cambió el pasado miércoles, cuando Estados Unidos y Cuba anunciaron que reanudaban sus relaciones diplomáticas, y cuando la Casa Blanca aprobó el jueves la ley que sanciona a funcionarios del gobierno venezolano que participaron en violaciones de los derechos humanos.
Las dos noticias llegaron en el peor momento para el gobierno en el Palacio de Miraflores. El presidente Nicolás Maduro cuenta con menos del 25 por ciento de apoyo entre los venezolanos, según la más reciente medición de Datanálisis. Su descenso en las encuestas obedece, en parte, a su incapacidad para frenar la inflación y resolver la escasez de varios productos. A esto se suma que los precios del petróleo bajaron en las últimas semanas hasta menos de 55 dólares el barril, lo que reduce un 40 por ciento los ingresos del país. Los bonos venezolanos se desplomaron en el mercado y las agencias calificadoras de riesgo ven con mayor temor lo que puede suceder en Venezuela que en Ucrania o la Argentina. Dudan que pueda cumplir los pagos de su deuda externa, que se vencen en los próximos dos años.
Estos son solo algunos factores que probablemente contribuyeron a que el coqueteo entre La Habana y Washington se concretara más rápidamente. El timing no deja de llamar la atención en Caracas. Los acercamientos se iniciaron justo después de que Nicolás Maduro asumiera como presidente. Un alto funcionario del gobierno de Estados Unidos, que participó en las reuniones, dijo que la relación entre Cuba y Venezuela ni siquiera fue un tema de conversación durante la ronda bilateral de negociaciones. Además, si Castro hubiera mantenido al tanto a Maduro del avance de los diálogos, quizás el gobierno venezolano habría evitado hacer tanto teatro en el que amenazó quemar sus visas y convocó dos días antes a una multitudinaria marcha contra “el imperialismo”, en la que gritaron “Arriba, abajo, los yanquis al carajo”.
A pesar de que los jefes de Estado de los países del Mercosur manifestaron por escrito su “profundo rechazo” a las sanciones, Obama no se demoró en firmar la ley. Es una jugada que sirve para neutralizar a los republicanos como el senador Marco Rubio, uno de los principales defensores de las sanciones contra los venezolanos y quien “interpreta el acuerdo de Estados Unidos con Cuba como una concesión del presidente a un gobierno dictatorial”, como dice David Smilde, profesor de la Universidad de Tulane y analista del Washington Office on Latin America.
Es imposible predecir cómo serán las relaciones a partir de ahora entre Venezuela y Cuba, que ha sido el principal aliado político del chavismo en la última década. Esta se forjó por el vínculo personal que floreció entre Hugo Chávez y Fidel Castro. Estos firmaron en 2000 los primeros acuerdos conjuntos de cooperación. A cambio de petróleo a precios subsidiados, Cuba ha enviado médicos, profesores, entrenadores a trabajar en las misiones sociales y asesores en áreas más controversiales, entre ellas, la de inteligencia militar. Para 2012 había 44.804 cubanos trabajando en las siete misiones sociales, según reveló el propio Chávez. El negocio le resultó bastante bien a los Castro, pero ante la caída de los precios petroleros Raúl habla de la necesidad de una “actualización del modelo económico” para la isla.
Pese a la pregonada multipolaridad y el antiimperialismo como ejes de su postura internacional, Venezuela depende de Estados Unidos, que sigue siendo hoy su principal socio comercial. Los ataques, las amenazas, la expulsión de funcionarios diplomáticos entre ambos países jamás han llegado a perturbar de manera definitiva las relaciones económicas entre ambos. El ‘antiyanquismo’ en Venezuela le ha dado réditos políticos a Chávez y a Maduro, especialmente entre los sectores más radicales. Pero como es, ante todo, retórica, es retractable y acomodaticia cuando las circunstancias lo exigen.
Y así lo exigieron los anuncios de Castro y Obama. Luego de enterarse de las sanciones el jueves, Maduro dijo vía Twitter que era “un paso en falso” de Obama y que evidenciaba las contradicciones del Imperio. Pero terminó a regañadientes haciendo un spin en el que exaltó al pueblo cubano, a Fidel y a Raúl, por doblegar a los gringos y resistir 50 años de embargo y luego reconoció que el gesto de Obama era “valiente” y anunció que continuaría buscando el rumbo para retomar las relaciones con el norte. Como están las cosas, al presidente salsero le tocará seguirles el paso a Cuba y a Estados Unidos.