Edmundo González: Un diplomático jubilado alcanzado por la historia
Un victoriano, descendiente de un canciller y que tuvo una larga carrera diplomática, se convirtió sorpresivamente en una importante opción presidencial
Aquella mañana de noviembre de 1997 era un momento estelar en la carrera profesional de Edmundo González Urrutia (La Victoria, 29 de agosto de 1949).
Habían pasado 26 años desde que egresó de las aulas de la Universidad Central de Venezuela (UCV) como internacionalista. En aquellos pasillos de la casa que vence las sombras, había participado de la lucha estudiantil en plena efervescencia del movimiento de Renovación Académica. Su simpatía con el partido socialcristiano Copei era evidente así como la admiración por su figura histórica: Rafael Caldera.
Pero noviembre de 1997 lo tomó como director general de Política Internacional del Ministerio de Relaciones Exteriores, el tercer cargo en importancia en esa cartera y por ello, había viajado al estado Nueva Esparta. Tenía a su cargo, en su rol de secretario pro témpore, la organización de la VII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, y por Venezuela, el anfitrión era el presidente Caldera, así que se puede decir que los sueños profesionales de quien fuera un joven soñador victoriano y ucevista, se habían concretado.
Aquella Cumbre significó un reto desde todo punto de vista, desde el alojamiento para los 23 jefes de Estado o de Gobierno con sus equipos o el consenso para llegar a la declaración final tras varios meses de consultas, sobre todo porque el tema escogido para la reunión era “Los valores éticos de la democracia”, y entre los participantes se contaban personajes con poco aprecio por este sistema político, como el dictador cubano Fidel Castro Ruz. La Cumbre transcurrió en forma exitosa y fue uno de los aspectos de brillo en el plano exterior del segundo gobierno de Caldera.
Sin duda que Wenceslao Urrutia, quien fue canciller durante el Gobierno de Julián Castro en 1858, hubiera estado muy orgulloso de la carrera diplomática de su tataranieto.
Venezuela gira a la izquierda
Hugo Chávez llegaba a la Presidencia de la República en 1999 y Caldera en lugar de tomarle el juramento al mandatario electo, sirvió como una especie de testigo atónito de las palabras del nuevo Presidente que juraba sobre “la moribunda Constitución”.
Desencajado y serio, el mandatario saliente entregaba la banda presidencial, consciente de los riesgos que se asomaban para la democracia, aunque había sido él quien años antes había indultado a Chávez por su intentona golpista.
Pero Edmundo González Urrutia era un diplomático de carrera, estaba formado para servir al Estado y no a una parcialidad política, así que continuó en el servicio activo.
González recuerda que con Chávez tuvo muy poca comunicación directa. Él había sido designado como embajador en Argentina y recuerda que en ocasión de una visita del mandatario venezolano a Buenos Aires, le correspondió buscarlo en el aeropuerto. “Chávez había llegado muy cansado, y mientras iba en el camino venía como dormido, yo necesitaba explicarle algunos temas que se abordarían en su visita, pero él me decía que le siguiera hablando. Mi sorpresa fue que cuando llegamos a la reunión, él repitió exactamente lo que yo le había dicho. Era como una esponjita”, recordó en una entrevista de César Miguel Rondón.
Ya en aquel entonces la carrera diplomática de Edmundo González estaba llegando al final. Se cumplía el tiempo de servicio y podía optar a la jubilación. La última vez que visitó la sede administrativa del Ministerio de Relaciones Exteriores en Carmelitas, no imaginó el rol que le tocaría jugar años más tarde.
La nueva etapa
La jubilación significaba un bálsamo en la vida de la familia González-López y es que la vida de un embajador tiene las complicaciones de tener que rotar constantemente de país de residencia por sus misiones. Así la familia compuesta por doña Mercedes López de González y sus hijas Carolina y Mariana, se acostumbraron a las mudanzas permanentes, con los consiguientes cambios de colegios y de amistades. Por la misma razón, Mercedes no pudo ejercer su profesión de odontóloga (UCV).
Edmundo salía jubilado, pero no pretendía permanecer en pijama y cholas en su casa. Junto a un grupo de diplomáticos retirados funda el Grupo Ávila, un think tank sobre asuntos internacionales que se reúnen periódicamente para debatir e influir en la opinión pública sobre temas internacionales y la política exterior venezolana.
También escribe en 2008 Caracciolo Parra Pérez, una biografía sobre este ilustre diplomático e historiador merideño y en el año 2013 publica el libro Democracia, Paz y Desarrollo, del cual es el compilador y que “reúne los aportes de 22 expertos venezolanos en torno a un diagnóstico de la situación de Venezuela en el mundo, que va desde el uso del negocio petrolero hasta los eventos electorales, los diferendos limítrofes y por supuesto la relación Caracas-La Habana, así como con relación a lo que el país debe hacer para restablecer una política exterior conveniente para los intereses nacionales”.
Pero la dinámica política lo va atrayendo. En 2008 se crea una alianza de partidos llamada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que surge tras la extinción de la llamada Coordinadora Democrática.
Al frente de esta organización como secretario ejecutivo se designa a Ramón Guillermo Aveledo, también de pasado socialcristiano, quien invita a Edmundo González a que se convierta en el director de Asuntos Internacionales de la alianza y a desarrollar actividades académicas en el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro, que también dirige Aveledo.
Parte del trabajo en la MUD ya lo venía haciendo González Urrutia en el Grupo Ávila, monitorear el entorno internacional y sus implicaciones para Venezuela y establecer recomendaciones. Pero ahora, debía visibilizar en el plano internacional la lucha por la recuperación de la democracia y para ello, entrar en contacto con políticos y diplomáticos de todo el mundo.
Pero tras divergencias internas, la MUD desaparece como institución de coordinación de los partidos de oposición, pero permanece su vigencia legal y con ello su derecho a postular candidatos.
La historia alcanza a Edmundo González en 2024. La MUD debía inscribir a María Corina Machado, electa en las elecciones primarias del año anterior para ser la candidata unitaria y el CNE lo impide, luego intentan inscribir a Corina Yoris, quien tampoco tuvo el visto bueno del régimen, pero a último minuto se aceptó la inscripción de un “candidato tapa”, que luego debía ser sustituido (quizás por Manuel Rosales). González fue el seleccionado para cuidar el puesto del aspirante definitivo.
Machado se niega a respaldar al gobernador del Zulia y este opta por renunciar a su aspiración. La líder opositora con el respaldo de la Plataforma Unitaria deciden que “la tapa, sea el frasco”, es decir impulsar la opción presidencial de Edmundo y así se lo propone.
Entonces hay tensión en la casa de los González-López ante la insólita propuesta. “¿Candidato presidencial?”, se preguntan con sorpresa en el hogar, pero tras un debate familiar le dan apoyo pleno, a pesar del miedo que no amaina.
Edmundo, o “Cucho”, como lo llaman sus amigos de La Victoria, aceptó ser candidato presidencial y este domingo 28 de julio podría convertirse en presidente electo, con la promesa de abrir el cauce para la democracia venezolana.