Actualidad Nacional

En Bolívar ahora también mata la difteria, por Marcos David Valverde

Marcos David Valverde 

Un comunicado de unas líneas. Y, a la vez, alarma contundente. El 18 de septiembre, la Sociedad Venezolana de Salud Pública y la Red Defendamos la Epidemiología emitieron un pronunciamiento sobre una situación que les parecía tan descabellada como preocupante: en el estado Bolívar, tres niños habían muerto por difteria.

¿Difteria? ¡¿Pero cómo?! Algo debía ser incierto: la difteria se erradicó de Venezuela en 1992. No había posibilidad de que fuese esa enfermedad. Pero las víctimas tuvieron todas las señales: la membrana blanquecina. Los ganglios inflamados. Fiebre. Muerte.

No fue solo una presunción de los más de 60 médicos que validaron el documento: los tres niños murieron en julio y a los tres cadáveres les hicieron las pruebas de reacción en cadena de polimerasa (PCR). Los tres resultaron positivos. La difteria sí había matado gente en Bolívar.

El origen

Entonces, ¿qué pasó? Los médicos informantes del área pediátrica y de inmunología del hospital de Guaiparo tienen una teoría: el origen radica en el vaivén de venezolanos que buscan comida en Brasil.

Desde allí, algún adulto pudo venir enfermo y estacionarse en una mina del municipio Sifontes, al sur del estado. ¿Por qué deducen que fue en ese lugar? Porque el brote principal estuvo en la zona conocida como Kilómetro 88, en ese municipio.

La vía principal de transmisión de la difteria es la respiratoria. La saliva, una de las secreciones que contienen la bacteria. Bastó, entonces, un simple estornudo para que ese adulto contagiara a un niño. Y él, a su vez, a otros niños.

Pero los médicos no solo sustentan su teoría en el primer transmisor. Por otra parte, está el gobierno bolivariano a través de su Ministerio del Poder Popular para la Salud y ciertas omisiones en cuanto a las jornadas de vacunación.

En su memoria y cuenta de 2014, el ente refiere como gran éxito la continuidad de los programas de vacunación que mantuvieron en cero casos a ciertas enfermedades, entre ellas la difteria.

Datos inconsistentes acerca de la cantidad de vacunas llevan a los médicos a concluir que no toda la población de Bolívar tiene acceso al medicamento. Otro punto: el diputado Américo de Grazia recuerda que hasta hace dos años, el toxoide diftérico era importado desde Estados Unidos y Francia. Se encontraba tanto en la red pública como en la privada.

Pero al juego entró una ficha: Cuba. El Gobierno de Nicolás Maduro se empecinó en darle la exclusividad de importación a ese país y a la red de salud pública. Todo se unifica en un coctel perfecto para que el contrabando viera en el medicamento un negocio y, como consecuencia, que el acceso para la población más pobre fuese imposible.

La verdad a flote

Los médicos del estado Bolívar que hablaron bajo la condición de anonimato develaron que el informe de la Sociedad Venezolana de Salud Pública solo mostraba una punta del iceberg. Había más: el Ministerio de Salud sabía desde abril sobre la reaparición de la difteria y que no solo habían muerto tres niños, sino 17.

En reuniones privadas, sus representantes ordenaron a los médicos callar al respecto porque “la revolución” no podía trastocar su imagen y menos contrariar a la propaganda oficial acerca del acceso de los venezolanos a las vacunas.

En las últimas dos semanas, la cifra de niños muertos aumentó de 17 a 22. Los últimos decesos corroborados fueron los de dos niños pemones el jueves 29 de septiembre en El Vapor, Sifontes. Dos muertes que ocurren mientras hay un gobierno que, con persistencia, se jacta de haber traído justicia social para los indígenas.

Una semana después del primer comunicado, el Ministerio de Salud y la Gobernación de Francisco Rangel Gómez activaron un plan de vacunación y garantizaron que habría para todos.

No ha sido así. Los primeros días, muchos regresaron a sus casas sin recibir la inyección porque, simplemente no había. Otros tuvieron que llevar las jeringas. Y, en un contexto más usual, se han multiplicado las denuncias sobre el favorecimiento político para la distribución de las dosis en las empresas básicas. En otras palabras, solo gerentes afiliados al Partido Socialista Unido de Venezuela han sido vacunados.

Las trifulcas tampoco han faltado, como ocurrió en un centro de diagnóstico integral en el sector Core 8, de Puerto Ordaz, uno de los más pobres de la ciudad.

Los casos sospechosos abundan, principalmente, en los hospitales Doctor Raúl Leoni (cuya pediatría está cerrada por la cantidad de casos), Uyapar (ambos, en Ciudad Guayana) y Ruiz y Páez (Ciudad Bolívar).

Rangel Gómez insiste en que habrá vacunas para todos. La población duda. La muestra está en las colas que, como si de mercados de precios regulados se tratase, se forman en los centros de salud. Hay temor. En Bolívar ya no solo matan el hampa o el hambre. Ahora, también, es la difteria. 

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