ActualidadActualidad Nacional

El hambre más cara del mundo, por Ramón Hernández

En el largo rato que el precio del petróleo se cotizó a 130 dólares el barril, que en el caso de Venezuela representaba una ganancia neta de casi 114,70 dólares multiplicados por 3,567 millones de barriles diarios, una cifra casi inconmensurable a fin de mes para cualquier asalariado, Jorge Giordani y Hugo Chávez ­—con la ayuda de sus mejores amigos— lograron convertir a los venezolanos en la masa hambrienta que son hoy.

Enceguecida por la venganza y el resentimiento, una mayoría, que no estaba manipulada sino bien despierta, cedió a la tentación del derroche, el endeudamiento, la corrupción desaforada y participó con alegría suicida en la destrucción del aparato productivo. Grupos de trabajadores, sindicatos recién organizados y otros bien curtidos en las luchas, ilusionados en las utopías de viejas cartillas, aplaudían y celebraban la expropiación de fundos, hatos, fincas, granjas, conucos y fábricas, y clamaban por la renacionalización de Sidor y la expulsión del país de una gerencia transnacional que consideraban esclavista.

La borrachera estatista adquirió perfiles de show mediático definitivo cuando el mandón, trajeado de militar, se apersonó en la plaza Bolívar de Caracas y empezó a preguntar quiénes eran los propietarios de los edificios que rodeaban esa zona santa, refugio sagrado para rendirle pleitesía y oración a su predecesor en eso de hacer “patria”. Todavía resuena la palabra “exprópiese” en el alma nacional, y la pifia de haber estatizado una propiedad del Estado, el edificio La Francia, que pertenecía a la Universidad de Oriente. Fue el 7 de febrero de 2010 y la promesa era construir “un gran centro histórico”, pero seis años después, salvo algunos trabajos de repostería en las fachadas y el funcionamiento de unos cafés de estilo, ha imperado la nada. Los expropiados nunca cobraron la indemnización. La excusa fue que en esas inmediaciones había crecido el Libertador Simón Bolívar y los comerciantes y demás capitalistas con sus mercancías y actividades en procura de ganancia, vaya por Dios, ofendían al Padre de la Patria, el mantuano más rico. Expulsaba a los mercaderes del templo con el látigo de la expropiación.

Tanto “respeto” por los muertos de antes y los de ahora contrasta con el inusitado desprecio que practican contra los vivos, y que es mayor a medida exteriorizan menos simpatía por el proceso revolucionario.

En los tiempos de la consolidación en el poder, se ofreció una transformación radical de la escuela primaria, que, no podía ser otro nombre, se denominarían “escuelas bolivarianas”. En su propaganda casi era un proyecto de primer mundo: en los centros de enseñanza del Estado, los niños no solo recibirían educación de calidad, sino también desayuno, almuerzo y merienda. Todo empezó bien, pero en las pocas escuelas que fueron incorporadas al plan los niños, pasados unos meses, terminaron recibiendo por alimento un pan duro o poco menos de la mitad. Tuvieron que habilitar el Programa de Alimentación Escolar, para todas las escuelas y se olvidaron de las bolivarianas. El PAE hoy es otro difunto intergaláctico.

A medida que el precio del petróleo descendía, los hechos de corrupción y de ineficiencia administrativa dejaban a más escolares sin comida y sin herramientas de estudio. Las canaimitas y tabletas fueron un gran acto de prestidigitación. La compran, las pagan y las desaparecen, y así hasta el infinito y más allá. Tan ilusorias como el millón de viviendas inauguradas por Nicolás Maduro

Siendo el venezolano un Estado social de derecho, que debe garantizar la educación, la alimentación, la vivienda y la seguridad personal a sus habitantes, el testimonio recabado entre los maestros y alumnos revela que una alta proporción de los inscritos en el sistema educativo no recibe ni en su casa ni en el centro de enseñanza las kilocalorías que requiere, por tanto carecen del entusiasmo para aprender y permanecen en situación de letargo, con la mirada perdida, incapaces de entender las lecciones de los maestros.

En el barrio no es distinto. Ahora es la temporada de mango y el fruto les ha servido para saciar el apetito, pero las casas de alimentación que les servían diariamente las tres comidas sin preguntar mucho están cerradas, y nadie sabe dónde andan los ancianos y desvalidos, ni que se hicieron los jefes que repartían bolsas de comida, televisores de plasma, línea blanca y aparatos de aire acondicionado. Se acabó la borrachera.

Ahora que campea la necesidad, la penuria y el hambre pareja, las Unidades de Batalla Hugo Chávez solo se ocupan de su propia subsistencia; de hacerse de dos paquetes de harina PAN, un kilo de arroz Primor, de una botella de Mazeite y dos potes de Mavesa, por ahora. Cada uno a lo suyo.

Nadie, mucho menos el presidente de la República o su ministro de Alimentación, han pensado en medidas de emergencia para afrontar no ya la escasez sino la ausencia generalizada de alimentos. El estado de emergencia decretado y prorrogado solo tuvo intención política, acorralar más a los productores privados con la amenaza de la expropiación y destrucción de sus empresas. Hasta ahí. Nadie ha hablado de organizar grandes ollas para que cada dos cuadras el orgulloso venezolano, que creía que salvaría la humanidad, bajo el liderazgo de Chávez y sus conmilitones, sacie alguna porción de sus requerimientos kilocalóricos diarios. La gran estafa, y una gran vergüenza por tan descomunal fracaso.

Giordani desde su ventanal con vista al Ávila en Cumbres de Curumo ha calculado que los chavistas extrajeron del Tesoro Público más de 600 millardos de dólares, casi la misma cifra que él decía que Chávez, su héroe, había destinado al pago de la deuda social. ¿Es una casualidad o es el mismo dinero que se transformó en botín? Vendo salto mortal fallido.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba