El cierre de la frontera no respeta ni a los difuntos
El cierre del puente internacional Simón Bolívar, que une a la ciudad colombiana de Cúcuta con la venezolana de San Antonio, fue escenario de un dramático suceso en el que una familia tuvo que hacer el transbordo de un pariente fallecido al otro lado de la frontera.
Frente a la alambrada que cierra la frontera, la colombiana Sulbey Arenas esperó durante horas en compañía de familiares y amigos la llegada del féretro de su hermano Diomar Tarcisio Arenas Sanguino, exalcalde de San Calixto, un pueblo del departamento de Norte de Santander del que era oriundo.
Según relató Arenas a Efe, su hermano, de 44 años, murió hace dos días en Guasdualito, una pequeña localidad del estado Táchira de una apendicitis que no recibió tratamiento médico adecuado, lo que atribuyó al hecho de ser colombiano.
«Hace unos días mi hermano se enfermó de apendicitis, pero le dijeron que tenía cálculos en el riñón y le mandaron a que tomara mucho líquido. Como era colombiano solamente le pusieron un calmante y no le hicieron más nada», denunció la mujer.
Agregó que la apendicitis se le convirtió en una peritonitis y murió el pasado martes.
Vía crucis
Debido al cierre del paso fronterizo el coche fúnebre que lo trasladó tuvo que detenerse al otro lado de la frontera, de donde fue bajado el féretro, que pasó a territorio colombiano por un estrecho corredor entre la alambrada y la baranda del puente.
El defensor del Pueblo de Colombia, Jorge Armando Otálora, que estuvo un rato con la familia mientras esperaba a una comisión venezolana que nunca llegó para tratar el caso de los deportados, se refirió al drama de la familia Arenas.
«Hemos estado esperando aquí el cadáver de un colombiano que no fue atendido y murió, son dramas permanentes», dijo a Efe.
En una tarde fresca, inusual en esta zona de calor sofocante, decenas de colombianos apostados de su lado de la frontera se sumaron a la familia Arenas y comenzaron a cantar el himno nacional cuando el ataúd entró en Colombia, bajo la mirada atenta de los guardias venezolanos, de los que solo los separaba la alambrada.
«Dejaron morir a un colombiano, basta de injusticia», rezaba una pancarta enarbolada por unos amigos de la familia mientras los espontáneos que acompañaron el cortejo gritaban consignas contra el Gobierno colombiano, al que acusaban de no defender a sus ciudadanos de las autoridades venezolanas.
La hermana del fallecido relató que el exalcalde de San Calixto salió hace más de diez años de Colombia «huyendo de la violencia de los paramilitares» y se estableció en el estado Táchira donde formó una familia de la que sobreviven su esposa e hijo.
No ha sido fácil
La tragedia marcó la vida de Arenas Sanguino no solo por el desplazamiento del que fue víctima sino porque en 1998 tuvo que asumir la Alcaldía de San Calixto en reemplazo de Henry Alfonso Machado, asesinado por paramilitares.
«Que esto no se repita, que el Gobierno nos ayude para que los colombianos que vuelvan al país sean vivos, no muertos, que mi hermano sea el último caso que tengamos», dijo Arenas antes de subirse al coche fúnebre que partió con destino a Ocaña, la segunda ciudad de Norte de Santander, donde se estableció su familia y donde el exalcalde será sepultado.
El cierre de un tramo de la frontera entre ambas naciones fue ordenado el miércoles pasado por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a raíz de un ataque de supuestos contrabandistas a militares y civiles de su país.
Dos días después, el mandatario decretó el estado de excepción en seis localidades de la zona para combatir el contrabando, el hampa y supuestos paramilitares, lo que provocó la repatriación o deportación de más de un millar de colombianos.