Caras de Caracas
Ni siquiera el paraíso para un tonto
Contrario a como diría Thomas Fuller
“Lo más aburrido del mal es que a uno lo acostumbra”.
Jean-Paul Sartre.
Caucagüita es la parroquia más grande de las cinco que componen el municipio Sucre, estado Miranda y aun así se trata de una zona que pocos conocen, ubicada aproximadamente a 15 kilómetros luego del túnel de la autopista Antonio José de Sucre, gran parte del recorrido es subida. Llegar es prácticamente un viaje y al encontrarse en medio del corazón de esta parroquia se puede sentir haber llegado a un pueblo mirandino escondido.
Este “pueblo” desconocido para la mayoría de los caraqueños y desatendido por las instituciones públicas está conformado por el barrio Negro Primero y por Turumo, este último dividido en una zona popular de nombre Brisas de Turumo y otra residencial, Urbanización Turumo, ocupada en su mayoría por portugueses.
Los habitantes del sector popular atraviesan a diario un sinfín de inconvenientes que tienen una larga historia. No obstante, ese malvivir ha empeorado con el tiempo.
Para empezar con el menor de sus problemas actuales: toda el área, incluyendo la parte residencial, carece del servicio de Cantv, debido a que permanentemente malhechores se roban los cables y la institución desistió de reintegrar el cableado, aparte de la demora con la cual procedían en otra época a ejecutar la acción. Esto desestabiliza a los locales comerciales que no cuentan con punto inalámbrico y los vecinos, por varias razones, son asiduos a comprar sus productos en la zona, además del atraso que la privación de internet les ocasiona a los estudiantes.
Sin embargo, la preocupación constante por insuficiencia de agua deja en segundo plano el problema de Cantv. El servicio de agua, que cabe acotar jamás ha sido diario, funcionaba en sus mejores tiempos, hace ya mucho, una vez a la semana. En 2017 transcurrieron más de siete meses sin este servicio. Este año la comunidad ha tenido que pasar por el mal sabor de llenar sus tanques con agua mezclada con oxido, la penúltima vez llegó con un olor fétido y tan oscura como el color del río Guaire. La alternativa es pagar cisternas, asunto que con la reciente economía no a todos se les hace accesible.
Cuentan algunos habitantes del área con rubor en sus mejillas que en varias oportunidades les ha tocado defecar en bolsas y lanzarlas a matorrales, por la escasez de agua. Este asunto ni siquiera es lo más engorroso para todos. Si hay algo que se escucha en cada esquina y a cada instante es el interminable problema del transporte.
“Toda la vida esta línea ha hecho lo que les viene en gana, pero esto ya es el colmo”, se le escuchó decir a una joven molesta, por tener más de una hora esperando ver llegar una unidad de transporte público; no por el tiempo que lleva de espera, se acostumbró a salir tan temprano que aún tenía chance de llegar puntual a su trabajo, pero ella sabe que no ver pasar ningún transporte significa que la hora ya transcurrida es apenas el comienzo y en ese instante decide añorar los días en los cuales aparecen otros autobuses cobrando precios astronómicos, para llevar a las personas hasta Petare.
Es bien conocido ya en el resto del país el nombre de autobuses piratas, sin embargo, en otro tiempo esa connotación era solamente conocida en sectores como Turumo, donde la línea de transporte siempre ha sido “autónoma” de las normas y leyes que rigen el sistema público.
Esa madrugada que se convirtió en mañana lluviosa, ni siquiera los piratas hicieron acto de presencia. Era uno de esos días que de antemano todos los choferes se habían puesto de acuerdo para hacer sufrir a la comunidad y así no recibir quejas al momento de multiplicar el precio del pasaje.
Los integrantes de la cooperativa de transporte no tienen el guáramo suficiente ni el discurso adecuado para enfrentar las querellas de gran parte de los habitantes del sector que se comunican con groserías, desplantes y escándalos, ante el incremento legal o no del pasaje, los mismos que jamás han reclamado por las arbitrariedades de la línea, ejemplo: que los fiscales permitan la desorganización en las filas o que los choferes se detengan antes de la parada y en otros lugares no estipulados, para dejar subir a lo que parece una manada huyendo del apocalipsis, situación que no es novedosa. Ese descontrol y anarquía de parte y parte tiene antigüedad.
Zoila Geraldo vive en la avenida principal, cerca de la parada, trabaja como domestica para una familia y según lo que ella relata “la línea de transporte es malísima, cobran lo que les provoca, no trabajan todas las unidades y ya no cubren todos los horarios correspondientes. El pasaje a las seis de la tarde puede ser de 100 mil bolívares y a esa hora se tardan más en llegar, me consta que se esconden, porque prefieren irse llenos de gente que hacer varias vueltas. Prácticamente no tenemos transporte”.
Poco después de anochecer casi ninguna unidad está prestando el servicio en Petare y las alternativas son: camiones que transportan a las personas en la parte de atrás, los piratas de Negro Primero que son mucho más costosos o hacer una gigantesca fila con alrededor de cinco horas de espera, para utilizar el Sistema Metrobús que tiene relativamente poco tiempo funcionando para la zona y con dos unidades, en las cuales los organizadores de la fila tienen que hacer maromas, para que quepa la máxima cantidad de gente, no recomendable, sino posible.
Un día en Turumo es suficiente para vivir la tortura de un purgatorio en la Tierra. Entre sus calles rotas el río de lamentos fluye cuesta abajo sin esperanzas y el recorrido desde la zona hasta Petare y de regreso en horas pico confirma que la exageración se quedó corta. Al contrario, la facilidad o resignación irónicamente amante inseparable del descontento entre ellos sorprende al límite de preguntarse ¿esta gente siente?
En un reportaje interpretativo de Braulio Jatar Alonso del año 2012 se puede apreciar la siguiente información: “En 1978 Caucagüita era el refugio temporal de varias familias damnificadas por torrenciales aguaceros en el área metropolitana, a las que les prometieron salir de esa ‘provisionalidad’, para ser llevadas a una vivienda digna que nunca, en ese entonces, les llegó”.
Ser habitante de Turumo y la frase “vivir dignamente” (en su totalidad) son difícilmente integrantes de una misma oración compleja (en su estructura y en su connotación). Esta comunidad está cada día más desamparada y la conformidad de los vecinos, aunque se quejen entre ellos, es parte del problema.
Otras contrariedades de la zona son comunes en cada barriada de Caracas y ante la gravedad de los dos principales problemas que son la irregularidad del agua y el transporte: el resto no hace mella.
El panorama de esta situación, en un lugar tan retirado, peligroso de llegar caminando, por tener que atravesar una autopista, algo no apto para peatones y el hecho de no contar con muchas alternativas para solucionar el déficit de agua, tiene un contexto más grave y es algo que ha pasado siempre en este lugar, entretanto en otros sitios no era exactamente así y aunque lo estén viviendo en el presente, la situación en las zonas populares de Caucagüita es extrema, porque mientras allende acaba de empezar el detrimento, en Turumo y Negro Primero se ha multiplicado con el tiempo.
Queda marcado en el recuerdo la vez que alrededor de 30 personas amanecieron en Petare, por no haber encontrado transporte, debido a una torrencial lluvia que dificultó el paso, pero no lo impedía, sin embargo ni la mitad de los piratas quisieron arriesgarse. Conseguir un taxi hasta Caucagüita, incluso en días normales, es generalmente imposible.
“Ustedes son muy (…) y siempre insultan ¿A quién le va a importar lo que le pase a una gente así cuando nos necesitan luego de tanta insultardera [sic]”, expresó muy frustrado frente al recuerdo anterior, el colector de pasaje del autobús “El Emperador”. ¡Lo más decente que se les puede escuchar! De cualquier manera, cabe la pregunta que le hizo una usuaria a una colectora grosera: “¿Dónde queda la responsabilidad de ser parte de un servicio público? No es un favor, como está diciendo el chofer que nos hace”, a lo que ella infiere: “Este carro no es tuyo p…” y entonces se forma la sampablera, en medio del pasillo, porque otros pasajeros le contestan que el carro tampoco es de ella con una retahíla acompañada de palabras altisonantes y el inconfundible acento colombiano de gran parte de los habitantes del sector.
El presidente de la línea, mejor conocido como el brother es un señor simpático y dicharachero que antes era chofer, época en la que era querido por la comunidad, “hasta que fue peor el remedio que la enfermedad, puesto que el báquiro era un mal presidente, pero al menos ponía cierto carácter en el asunto. El brother no ha podido con el cargo”, según los turumeros.
Se nota que sí hay suficientes autobuses cuando aumentan el pasaje y aparecen todos, no es cuestión de la crisis nacional de transporte, aunque eso lógicamente los ha afectado y hay menos unidades, pero es evidente que la línea está sacando el máximo “provecho” para ellos, debido a esa situación general en el país.
“Esta es Caucagüita, otra vergüenza nacional del Gobierno”, dijo Luis Herrera en 1978, refiriéndose al Gobierno de Acción Democrática, sin embargo nunca estuvo más acertada esa frase que en la actualidad. La anarquía, el conformismo, la falta de comunicación adecuada y los abusos en un país enfermo se ven reflejados en esta parroquia que nunca fue paraíso ni para los tontos.
El paraíso de un tonto, es el infierno de un hombre sabio
Thomas Fuller.