Al llegar a Colinas de Tarapio, una comunidad en la parte alta de la avenida 190 de Naguanagua, es común ver a sus habitantes bajar y subir con pimpinas de agua. Ese servicio básico, como en muchos otros sectores de Carabobo, es bastante deficiente. Son muy pocos los vecinos que no se quejan, como Lucrecia Sáchez Jiménez que, por el contrario, regala agua a todo el que llegue a su casa. Mientras otros, padecen las consecuencias por cargar pipotes a diario en un intento de cubrir simples necesidades.
Lucrecia tiene 60 años viviendo en esa comunidad y hace unos 20, su hijo descubrió en el cerro, cerca de la residencia, un pozo de agua que les ha surtido desde entonces y que ahora sirve como llenadero para el resto de la comunidad.
Desde las 5:30 de la mañana ya empiezan a llegar vecinos a la casa de la mujer. Los recibe una gran sonrisa en su rostro y los buenos días, así transcurren las horas y el vaso de agua fría no puede faltar para quienes cargan durante horas bajo un inclemente sol. Incluso, le abre las puertas a quienes los sorprende un aguacero. «En estos días dejé pasar a un señor muy viejito que estaba cargando agua también», cuenta Lucrecia.
A los habitantes de esa zona los une una misma causa: falta de agua. Son cerca de 3 mil 500 familias que se ven afectadas por no contar con el servicio. La Cidra I, Colinas de Tarapio, Tarapio I y III y barrio Oeste son algunos de los sectores que desde hace unos cinco meses los tienen en sequía y sacando dinero extra del apretado presupuesto para pagar, entre varios vecinos, un camión cisterna, esto en el mejor de los casos.
Juan Flores es uno de los tantos afectados por la escasez de agua en Colinas de Tarapio y miembro de la mesa técnica del agua en esa comunidad. Al igual que muchos, pasa horas cargando agua en la casa de Lucrecia, a casi cinco cuadras de la suya. Mientras llenaba su pipote, contaba que la bomba de agua «Los Vencedores», que surte a buena parte de esa zona, se dañó desde hace dos meses y la reparación sale en $3500. Un monto imposible de reunir entre los vecinos. Apenas lograron recoger 160 en moneda extranjera para cancelar la extracción.
«Todo lo que hemos hecho ha sido por autogestión. Hemos llevado cartas a Hidrocentro y a la alcaldía de Naguanagua, pero la respuesta siempre ha sido que no hay presupuesto. Por eso, insistimos ante los entes competentes para que nos ayuden a solventar el problema», dijo el hombre.
La historia de la mayoría de los habitantes de esos sectores es la misma: están cansados de cargar agua todos los días. El dolor en sus cuerpos y el cansancio que se perciben, dan cuenta de eso. Los niños y adultos mayores son los más afectados. Lucrecia, en ocasiones, les saca a la calle una bañera para que los más pequeños se bañen, ya que tienen tiempo sin ver salir agua por las duchas. Algo tan simple como el agua, se ha convertido en un tesoro preciado para ellos. Los vecinos siguen clamando ayuda gubernamenal para tratar este tema, mientras Lucrecia sigue sirviendo a su comunidad y brindando hasta dos manos amigas.