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ABC de España: La tumba, siete celdas en Caracas

«La tumba» no es el nombre de una película de terror pero podría serlo por el horror al que se ven sometidos los estudiantes y presos políticos venezolanos encerrados bajo condiciones infrahumanas en reducidas celdas de dos por tres metros, sin ventanas ni baño, situadas en el nuevo edificio del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, Sebin, que la policía política usa para torturar a los opositores.

El primero en denunciar internacionalmente la existencia de «la tumba» fue el expresidente de Colombia Andrés Pastrana la semana pasada durante su fallida visita al líder Leopoldo López en la cárcel militar de Ramo Verde.

En sus declaraciones a la prensa colombiana, Pastrana aseguró que «en Venezuela hay 83 presos políticos y casos aberrantes como son los de las tumbas, a cinco pisos bajo tierra con aire acondicionado a temperaturas por debajo de cero, donde meten a estudiantes que protestan y que no ven la luz en tres y cuatro meses».

Tamara Sujú Roa, una abogada defensora de los derechos humanos, miembro de la ONG Foro Penal Venezolano, describía hace unos días el lugar en detalle en el semanario «La Razón».

 

Sin luz, ni aire natural

La prisión de siete celdas pequeñas, conocida como «la tumba», está situada en su sede de la Plaza Venezuela de Caracas. En el sótano quinto se hallan recluídos desde hace más de cinco meses tres jóvenes estudiantes: Lorent Saleh, Gabriel Valles y Gerardo Carrero por protestar contra el gobierno de Maduro.

En su relato la abogada sintió claustrofobia al visitar la prisión. En «la tumba», cinco pisos por debajo de la superficie, no hay sonidos, no hay ventanas, no hay luz natural ni ventilación. Solo se escucha el paso del Metro, encima de la cabeza. Las siete celdas de dos por tres metros están alineadas de forma contínua, una detrás de la otra, por lo que los detenidos no pueden verse. Piso y paredes blancas, rejas grises, con una apertura por donde les meten la comida. Cama de cemento blanco, mesa de cemento blanco. Los detenidos pasan las 24 horas del día encerrados vigilados por cámaras y micrófonos. Sólo estiran las piernas cuando tocan un timbre interno para ir al baño, y hay veces en que no los sacan, por lo que tienen un bote (vacinica) previsto para esa emergencia. No hay otro color. Sólo blanco y gris. No hay sonido, sólo sus voces, no hay ni sol, ni luna, ni tiempo, porque no tienen reloj, por lo que no tienen noción de la hora, y no se saben si realmente es de día o es de noche».

Los familiares y abogados de los tres estudiantes: Carrero, Saleh y Valles han denunciado en el primer mes de reclusión que los jóvenes ni siquiera podían dormir porque la luz blanca permanecía encendida las 24 horas del día, y el aire acondicionado lo ponían a muy baja temperatura, como un frigorífico.

Los detenidos saben que es de noche cuando les apagan la luz, pero «el aire acondicionado a cero grados funge como mecanismo de tortura, es decir, cuando quieren castigarlos, se lo ponen bien frío. Comen en el suelo, sentados en el pequeño espacio que queda entre la cama y la reja.

Visten uniforme caqui, y sólo pueden usar su ropa en la hora de visita. Sólo tienen permitido que los vean dos personas cuyos nombres ellos dieron cuando llegaron allí.  Al principio, no les permitieron la visita de los abogados durante más de un mes.

Todos han estado enfermos. Diarreas, vómitos, fiebre alta y alucinaciones. Un médico del Sebin les receta algún medicamento que ingieren con temor, subraya Sujú. Y añade: «El aislamiento de estos jóvenes, día tras día, mes tras mes, termina siendo desquiciante. Sólo los han sacado al exterior tres veces, por una hora, en cinco meses. Todos están muy pálidos, obviamente, además las secuelas que deja la falta de vitamina D. Se les permiten libros, aprobados por los custodios, pero no tienen acceso a prensa, ni a noticias de ningún tipo».

El abogado Omar Mora Tosta, director de la ONG «Justicia y Proceso», señala que en «la tumba» los carceleros practican la «tortura blanca» o la «muerte blanca», que acaba quebrando la voluntad de los detenidos para obligarlos a firmar documentos en los que se declaran culpables y comprometen a terceras personas.

Hasta ahora los detenidos han resistido las torturas y no han firmado ninguna declaración, asegura el abogado Mora. También refiere que para distraerse los jóvenes se la pasan quitando y poniendo calcetines como una manera de ejercitar la mente.

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