Las teorías que explican el triunfo de Trump, por Reyes Theis
¿Cómo es posible que un candidato misógino, homofóbico, racista, arrogante y con casi todos los medios de comunicación en su contra se convierta en Presidente de los EEUU? El siguiente es un análisis que incorpora algunas de las teorías más importantes en el campo de la comunicación política y lo explican.
En 1940 los investigadores Paul Lazarsfeld, Bernard Berelson y Hazel Gaudet, tras analizar los resultados de los comicios presidenciales en el condado de Erie, Ohio, concluyeron que los medios de comunicación no eran todopoderosos como algunos estudios señalaban. Que el mensaje de los medios se estrellaba con una suerte de malla protectora compuesta por los juicios previos, conflictos, intereses y sentimientos de la audiencia, que atenuaba el impacto de la exposición mediática. De acuerdo a esta perspectiva los efectos de los medios eran limitados.
En la campaña electoral que acaba de concluir, casi todos los medios de comunicación se cartelizaron en contra del candidato Donald Trump. Pero a pesar de sus líneas editoriales, nada pudieron hacer para evitar su triunfo. Una de las razones es que se empeñaron en desnudar las falencias del magnate y no las virtudes de Clinton.
Elihu Katz, Jay Blumler y Michael Gurevitch identificaron en la década de los 60s lo que buscan las audiencias en los medios, sus conclusiones señalaban que el público trata de obtener gratificaciones. Cuando Trump muestra su carácter arrogante y sus salidas destempladas, una gran parte de la audiencia norteamericana no se enerva ni molesta, más bien parece disfrutarlas como si se tratara de un capítulo de El Aprendiz, el reality show que convirtió a Trump en una celebridad del show bussiness.
En ese sentido, cuando los medios destacaban las contradicciones del magnate, no estaban colocando a la audiencia en un plano reflexivo, más bien hacían que recibieran una gratificación en el consumo del mensaje.
El analista Andrés Openheimmer llama la atención de la campaña en tres pasos que adelantó Trump y que le permitió ser el centro de la misma. Dice que, al igual que Hugo Chávez, el empresario lanza un mensaje altisonante, retador, controversial, en el paso siguiente los analistas analizan los sinsentidos de su mensaje, en un tercer paso sus oponentes se manifiestan en contra de ese mensaje inicial, y en el acto siguiente se vuelve al paso uno, con lo que el debate de medios, analistas, aliados y adversarios se centran, en este caso, en la propuesta de Trump.
Una teoría de la comunicación explica este proceso. La Agenda Setting, propuesta por Donald Shaw y Maxwell McCombs en 1972, comprueba que los medios no le dicen a la audiencia cómo debe pensar, pero sí en los temas en los que debe pensar. De esta forma, a pesar que los medios estaban alineados contra Trump, la cobertura mediática hacía de este hombre el centro del escenario.
Iyengar y Kinder ampliaron en 1982 los estudios sobre la Agenda Setting. Propusieron que no solo los medios les presentan los temas a la audiencia, sino que estos constituyen el parámetro bajo el cual toman sus decisiones en el ámbito electoral, teoría conocida como el Efecto Priming.
Trump supo incorporar a la campaña temas claves como el aspecto migratorio, un issue que fue su bandera y que le permitió generar un rechazo calculado de un importante sector del electorado, como los latinos, pero que le permitió contar con la adhesión de un amplio sector blanco, pobre, rural y desesperanzado.
El diario El País de España publicó el 6 de noviembre pasado lo importante del tema racial y del nivel de ingresos: “Hillary Clinton domina entre las que superan los 100.000 dólares (de ingresos anuales). En realidad, Trump es sobre todo exitoso entre la población blanca de rentas bajas, donde gana 47% contra 31%. Parte de esa diferencia se explica por los estudios. Clinton gana entre quienes tienen un título universitario (+22 puntos) y Trump entre los que no lo tienen (+9 puntos)”.
A pesar que casi la mitad del país se le opuso a Trump, su triunfo constituye un ejemplo de la degradación, al extremo del paroxismo, de la sociedad de masas. Nada parece estar a salvo de la industria del entretenimiento. La gente convertida en masa cae a sus pies confirmando las alertas que desde la escuela de Frankfurt y su Teoría Crítica lanzaron expertos de la izquierda por los años 40.
Además los asesores del magnate sabían bien que la clave del éxito de las campañas apunta hacia las emociones del público, más que a los programas de Gobierno, sobre todo cuando la audiencia está inquieta. Supieron mantener en vilo a la ciudadanía durante toda la campaña, sacando lo peor del alma del estadounidense, usando el resentimiento y el odio para que el blanco desesperanzado viera en el color de la piel del otro la razón de sus desdichas.
Por otra parte, las redes sociales potenciaron este efecto, Miguel Ormaetxea escribió en el portal Media-tics, cómo el equipo de campaña de Trump usó estas herramientas para sembrar estos sentimientos y mentiras en el electorado.
“La Liga Antidifamación de EEUU ha destacado un enorme crecimiento de tuits antisemitas en los meses pasados, contabiliza hasta 2,6 millones de tuits de odio, y un 60% de ellos han sido respuestas a comentarios o informaciones publicados por periodistas. Es interesante anotar que solo 1.600 cuentas generaron el 68% de los tuits racistas. Trump se ha valido de este comportamiento y no es de extrañar que su director de campaña sea Steve Bannon, expresidente ejecutivo de una página web de manipulación ultraderechista denominada Breitbart. Internet ha propiciado amalgamar la información, con las opiniones y con el entretenimiento, lo cual ha socavado hasta límites peligrosos la verdad”, escribió.
Añadió que “antes teníamos unos medios de comunicación que investigaban sistemáticamente las noticias para separar los hechos de la especulación y ahora hay un torrente de redes sociales que lo mezclan todo en una amalgama donde el ultraje y la información falsa o engañosa se convierte rápidamente en viral. Como han señalado algunos expertos, cuanto más inexacta es una información, es bastante probable que sea más popular en Facebook y Twitter”.
Se puede decir que esos sentimientos sembrados fueron gasolina para la campaña, frente a lo cual el equipo de Clinton poco pudo hacer.
¿Por qué fallaron las encuestas?
Al realizar el análisis de la disparidad entre las encuestas que daban como ganador en los comicios a los dos candidatos con una gran disparidad de cifras, los analistas esgrimen que el público norteamericano está cansado de los encuestadores, que molestan llamando para sondear opiniones sobre productos comerciales o cualquier tema.
Openheimer explica que la gente no atienda la llamada de los encuestadores, que ante la imposibilidad de cumplir con la cuota muestral, hacen unos ajustes que terminan afectando la consistencia metodológica del estudio.
Por otra parte, se habla de la existencia de un voto oculto. Es decir, gente que probablemente se sentía estigmatizada y en minoría por pretender votar por Trump y que ante el temor a la censura social se abstuvo de dar la información adecuada al encuestador. Este tipo de acción fue estudiado en 1977 por la investigadora alemana Elisabeth Noelle-Neumman , quien bautizó con el nombre de Espiral del Silencio ese fenómeno en el que la gente calla sus opiniones por temor al aislamiento.