Hoy se juramenta el nuevo presidente de Brasil, conozca quién es
Tal como establece la Constitución de la República Federativa de Brasil, hoy 1º de enero asume el mandato el nuevo presidente de la nación amazónica, Jair Bolsonaro, quien llegó para ocupar la silla del Palacio de Planalto, en Brasilia, debido a la inhabilitación que pesa sobre el ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, tras la ratificación de la sentencia judicial que pesa en su contra y quien era el amplio favorito para imponerse en la contienda presidencial.
Pero ¿quién es y qué pueden esperar Brasil y Latinoamérica de él?
Jair Messias Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), es un ultraderechista, ex capitán del Ejército y férreo defensor de la dictadura militar que vivió su país entre 1964 y 1985, de quien los analistas afirman que puede inaugurar una era de profundos impactos para su país y toda la región.
Nació el 21 de marzo de 1955 (63 años), en Campinas, estado de Sao Paulo. Está casado con Michelle Bolsonaro y tiene cinco hijos: Flavio, Eduardo, Carlos, Laura y Renán Bolsonaro.
Es un conservador, originalmente católico de firmes convicciones religiosas, pero en 2016 se bautizó la iglesia evangélica, en el río Jordán, de gran significación para esa religión de la cual consiguió su influyente apoyo para los comicios presidenciales en los que se alzó con el triunfo. Concluyó uno de los discursos de la campaña electoral con la siguiente expresión que ha convertido en lema: “Brasil encima de todo, Dios encima de todos», que le ganó muchos aplausos, destacó EFE.
Ocupó un escaño en la Cámara Baja durante los últimos 27 años. Sus detractores afirman que en ese tiempo como parlamentario no llegó a ser líder de ningún partido, ni siquiera presidente o relator de cualquier comisión parlamentaria, sin ningún proyecto relevante. En todo el tiempo que estuvo en el Congreso solo tres de sus proyectos fueron aprobados.
El ultraderechista, acusado de autoritario, garantizó el cumplimiento de todos los preceptos democráticos de la Constitución de 1988 y negó que pretenda convocar una asamblea constituyente o un grupo de notables para modificar la Carta Magna.
Sobre las relaciones con el Congreso, donde tiene amplio respaldo pero que se puede resquebrajar por estar muy fragmentado y con muchos diputados novatos, aclaró que no adoptará el modelo de los últimos Gobiernos que distribuyeron cargos y prebendas públicas entre los partidos a cambio del apoyo de los parlamentarios, lo que facilitó la corrupción.
Afirmó que está montando una base de apoyo mayoritaria en el Congreso mediante negociaciones con grupos influyentes de parlamentarios que defienden intereses específicos y con los que tiene buenas relaciones, como la bancada de los hacendados y la de los religiosos.
Su discurso de corte machista, racista, homófobo y xenófobo no le impidió la victoria en la segunda vuelta electoral con el 55 % de los votos, frente al 44 % que obtuvo el progresista Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), quien sustituyó a Lula tras su inhabilitación.
De vuelta el neoliberalismo
En lo económico Bolsonaro es un liberal que defiende la desburocratización y las privatizaciones, donde la joya de la corona será la petrolera Petrobras, seguida de los bancos públicos, y la reforma de pensiones, a la cual considera como prioritaria dentro de sus planes de recuperación de la economía brasileña ralentizada y con 12 millones de desempleados.
Tanto los empresarios, como el mercado financiero y sus seguidores tienen una opinión optimista. Una reciente encuesta del Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística reveló que 75% de los brasileños afirman que “va por buen camino”.
Nombró a otro neoliberal al frente del superministerio de Economía, Paulo Guedes, economista formado en la Escuela de Chicago, quien deberá ganar respaldos en el Congreso.
«Si solo se apoya en su núcleo duro puede que sufra una derrota en la reforma del sistema de pensiones o que se apruebe una reforma mala o inútil; si al final se aprueba una reforma aguada el mercado financiero empezará a desconfiar de Bolsonaro, el real caerá y entrará en una fase de pérdida de popularidad», comentó el analista de la Fundación Getúlio Vargas, Octavio Amorim Neto, en un seminario político, referido por Sputnik.
Política exterior ultraderechista
En el plano internacional, todo apunta a un giro radical en las relaciones de Brasil con el mundo: Bolsonaro y su equipo señalaron que optarán por nexos bilaterales antes que por los espacios multilaterales como el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) o los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y que EEUU tendrá un lugar destacado en esa nueva lista de prioridades.
No obstante, una encuesta de Datafolha publicó que dos de cada tres (66%) de los brasileños creen que Brasil no debería decantarse por Estados Unidos en sus relaciones exteriores, una de las principales directrices diplomáticas del Presidente.
Bolsonaro es un duro crítico de los gobiernos progresistas. Prometió tomar medidas para asfixiar al Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, y ya abrió un conflicto diplomático con Cuba que supuso la salida de más de 8.500 médicos que actuaban en zonas pobres y aisladas de Brasil.
Por el momento ya tiene el rechazo de la comunidad musulmana y los países árabes por su decisión de trasladar la embajada de su país en Israel, de Tel-Aviv a Jerusalén, imitando al mandatario estadounidense y su acercamiento al presidente israelí Benjamín Netanyahu, quien se encuentra en Brasil desde hace varios días para afianzar las relaciones entre ambos países.
Para los analistas, esta tendencia se profundizará en el futuro y es el área donde se notará el giro de Brasil hacia la extrema derecha.
El próximo canciller, Ernesto Araújo, está considerado por los analistas y por la prensa local como uno de los ministros más «ideológicos» del próximo Gobierno, y además probablemente compartirá protagonismo con uno de los hijos del presidente, Eduardo, que a pesar de ser diputado raso mantiene una intensa agenda de actividades en materia de relaciones internacionales.
Así inicia Bolsonaro su período de cuatro años, con muchas expectativas por el peso que representa Brasil, no solo para Latinoamérica, sino para el mundo.